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El Gran Libro

El Libro Cuando nació la idea de escribir fue como la tormenta que de pronto aparece en el horizonte anunciando con relámpagos y truenos...

jueves, 3 de abril de 2025

El pueblo de los ignorantes

 En un pueblo el consejo decidió que todos los pobladores debían comprender que eran ignorantes y ahí no existían sabios sino hombres y mujeres dispuestos a aprender, entregarse a una vida sana donde el principal objetivo era vivir felices en armonía y tranquilidad. Ese pueblo llegó a ser uno donde se generaron muchos de los pensamientos más profundos y de mayor impacto en toda la región, dejando en claro que la humildad era la base para levantar un espíritu fuerte y comprensivo. Como se llegó a esa decisión?

Después de muchos problemas , de conflictos que se presentaban en el pueblo por distintos motivos, Librado ,que había estudiado en la ciudad y sabía de los muchos errores cometidos en diferentes culturas y tiempos dijo: 

Estoy pensando que se ha condenado a hombres y mujeres con gran sabiduría por esa ignorancia y fanatismo que ciega a las mayorías, tenemos que evidenciar como los que se creen saber cometen tales crímenes demostrando ignorancia, estupidez para ser más claros.

Ya no es necesario asesinar a otro, con mostrar lo que se ha hecho debiera ser suficiente para declararnos ignorantes, incompetentes para emitir juicios sobre los pensamientos distintos a los nuestros, eso debía entender la gente de ese pueblo para iniciar el camino en busca de la sabiduría con humildad y deseos de vivir mejor.


Fue la mejor decisión que pudieron tomar, se esmeraron en comprender más que en opinar, en aprender convencidos de que nunca se sabe demasiado, que lo desconocido supera por mucho lo que se ha descubierto y que aún tenemos un largo recorrido para entender lo esencial de la existencia, por lo tanto es necesario ser prudentes, mantener el control y buscar pacientemente las evidencias que nos demuestren lo que de verdadero o falso tiene una opinión.

Desde entonces ese pueblo es cuna de grandes pensadores, fuente de buenas propuestas , de proyectos que han beneficiado a la región, pero en siguen guardando el principio de reconocer la propia ignorancia como parte fundamental en su educación.

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

miércoles, 2 de abril de 2025

El cambio



El Milagro de Alfredo


El pueblo recibía cada fin de semana a distintos visitantes, pero aquella vez llegó una pareja particularmente distinguida: don Reynaldo y su esposa, la señora Catalina. Venían acompañados de sus dos hijos, Fernando y Alfredo, este último de diez años, un niño inquieto, incapaz de quedarse quieto ni un minuto. Desde que aprendió a caminar, sus padres habían lidiado con su inagotable energía, su falta de atención y su constante impulso de moverse, hablar o tocarlo todo. En casa y en la escuela, eso se traducía en problemas. Por más que intentaban corregirlo, Alfredo parecía no poder controlarse.


Sin embargo, lo que ocurrió en el pueblo los dejó sin palabras. Apenas pusieron un pie en la plaza principal, Alfredo se encontró con un grupo de niños que jugaban cerca del estanque. En lugar de causar alboroto o dispersarse sin rumbo, como solía hacer, el niño se acercó con naturalidad, observó y, para sorpresa de sus padres, empezó a integrarse en el juego.


No hubo peleas, ni gritos, ni correcciones de los adultos. Alfredo se veía concentrado, interesado, como si aquella armonía le resultara instintivamente natural.


—¿Viste eso? —susurró Catalina, tomando del brazo a su esposo.


—No lo puedo creer —respondió don Reynaldo, boquiabierto.


Intrigados, hablaron con Eusebia, una mujer que atendía a los viajeros y que, al escuchar su inquietud, les sonrió con amabilidad.


—No se preocupen. Aquí los niños aprenden unos de otros. Alfredo parece estar disfrutando del ambiente. ¿Por qué no dejarlo quedarse un tiempo?


—¿Quedarse? —repitió Catalina, alarmada.


—Podría vivir conmigo y mis hijos. Aquí nadie se siente excluido. No necesitamos hacer de esto un tratamiento especial ni cobrarles más que lo que pagan por su estancia. Déjenlo con nosotros una semana y verán.


Después de una larga conversación, los padres accedieron, aunque con escepticismo. Alfredo, en cambio, aceptó encantado.


Cuando regresaron siete días después, la escena que encontraron les pareció sacada de un sueño. Alfredo los recibió con una sonrisa apacible, su mirada brillante reflejaba algo que nunca antes habían visto en él: tranquilidad.


Ya no se mostraba ansioso ni interrumpía. En cambio, les contó con entusiasmo todo lo que había aprendido: cómo montar a caballo sin miedo, cómo pescar con paciencia, cómo navegar por el río en un tronco y cómo trepar a un árbol para luego lanzarse al agua con una soga. Lo más impresionante fue cuando, con una madurez inusual, les explicó por qué en el pueblo se sentía feliz.


—Aquí no hay competencia, sino cooperación. Nadie quiere ser mejor que otro, todos nos ayudamos. No hay malas noticias ni gente corriendo de un lado a otro preocupada por cosas que no entiendo. Aquí estudiar es divertido, aprendemos haciendo cosas que ayudan a los demás. Como preservar el medio en que vivimos , a compartir, ser amigables y colaborar , Y eso, papá… mamá, eso es ser verdaderamente humano.


En aquel pueblo, la vida tenía un ritmo distinto, uno que hoy parecería un sueño, pero que alguna vez fue real. No existían rejas en las ventanas ni cerrojos que resguardaran el miedo. Las puertas permanecían abiertas durante el día, porque la confianza era el mejor de los guardianes. Los festejos no eran eventos exclusivos, sino encuentros donde cada quien llegaba con lo que tenía y compartía con el corazón.


El tianguis era más que un mercado: era un punto de reunión donde las manos creativas mostraban su trabajo, donde los productos se intercambiaban sin codicia, donde el trueque era tan válido como la moneda. No solo se vendía, se convivía. Se saboreaban los platillos tradicionales preparados con esmero, con recetas que pasaban de generación en generación, impregnadas de historia y amor.


Los hombres discutían con entusiasmo sobre cómo mejorar el pueblo, no desde oficinas ni reuniones frías, sino en asambleas espontáneas bajo los árboles, en los campos, en la plaza. Hablaban de cosechas, de semillas, de animales, de caminos que había que abrir o reparar. Todo se decidía con la palabra, con un apretón de manos que valía más que cualquier contrato.


No había rostros marcados por la frustración, ni almas consumidas por la ansiedad. Se veía alegría en los ojos, ternura en los saludos, emoción en los encuentros fortuitos por los senderos. Se deseaba lo mejor con sinceridad, porque el bienestar de uno era el bienestar de todos


Hemos observado que su hijo tiene un oído muy sensible dijo Eusebia, me comento que en su colonia hay demasiado ruido porque viven cerca de avenidas principales y cuando podan los jardines el ruido de las máquinas le molesta demasiado, aquí le gusta tirarse junto al arroyo y escuchar el sonido del agua corriendo entre  las piedras, creo que si pueden proporcionarle un ambiente más apacible será muy bueno para mantener su salud.


Don Reynaldo y Catalina se quedaron sin palabras. ¿Cuánto tiempo habían gastado tratando de corregir a su hijo sin comprenderlo realmente?


Don Reynaldo se aclaró la garganta, conmovido.


—Voy a comprar una finca cerca de aquí —anunció—. Si nos aceptan, Alfredo podrá seguir viniendo.


—Aquí siempre será bienvenido —respondió Eusebia con una sonrisa.


Veinte años después, Alfredo regresaba al pueblo convertido en médico. No solo visitaba a sus amigos de la infancia, sino que ofrecía consultas gratuitas y compartía tiempo con la comunidad que le había enseñado lo que ninguna escuela ni tratamiento pudo: que la verdadera paz no se impone, sino que se encuentra cuando el mundo a tu alrededor fluye en armonía 


 seguía visitando el pueblo, sobre todo por tener ahora verdaderos lazos familiares ya que contrajo matrimonio con Adela una delas chicas que decidió estudiar medicina, formaron una familia ejemplar y vivieron felices.


Ambientes sanos, propician personas sanas se leía a la entrada del consultorio donde Alfredo y Adela atendían a sus pacientes en la ciudad.


JuanAntonio Saucedo Pimentel 

martes, 1 de abril de 2025

El libro más antiguo

 La vendedora de flores vio acercarse a una de las visitantes al pueblo, se sentó a su lado y después de saludarle le preguntó, cómo es que no veo ningún templo , acaso lo han construido fuera del poblado? Carmen sonrió ,le miró dulcemente y le dijo, estamos en el templo mi niña, acaso no ves con reverencia estas flores,  o admiras sus colores al contacto con la luz del sol, mira esas naves flotando tranquilas mostrándonos cuán apacible y suave es el amor que nos rodea, la brisa nos acaricia y el agua fresca del manantial purifica en cada sorbo, la tierra bajo nuestros pies nos acoge y protege, nos regala sus frutos en los huertos, hortalizas y en cada árbol, o planta que nos regala oxígeno, en cada uno de esos elementos vemos la grandeza de quien todo lo ha creado y nos ha invitado a participar y disfrutar de la fiesta de la vida. Desde niños nuestros padres nos enseñan a leer el gran libro del universo y desde nuestro cuerpo y pensamiento se extienden sus páginas hasta las estrellas, lo podemos admirar y reverenciar en cualquier tiempo , en todo lugar. Estela se quedó sorprendida de la explicación comprendiendo que no necesitaban en ese lugar dogmas o ceremonias o ritos para entender lo sagrado, la esencia de los mensajes escritos para todos ,comprensible en cualquier idioma y sin necesidad de mucho estudiar.


En torno a a la fogata se acomodaron los jóvenes exploradores con su guía, Artemio era el encargado de la narración de una historia que les mantendría atentos y aprendiendo sobre las costumbres , creencias e historias que en ese poblado apartado se tenían desde tiempos remotos. El viejo inició su relato diciendo que ahí en ese mismo sitio donde se encontraban ,muchos años atrás había una cabaña de un leñador que vivía solo y solo bajaba cuando tenía que intercambiar leña por víveres , siendo conocido como Trujano, nombre raro por estos lugares. Era un hombre rudo, alto y fuerte de mediana edad que decían se había enfrentado con un oso cuando tenía veinte años y tenía las cicatrices en el cuerpo como prueba , el caso es que este hombre mientras recorría los senderos de las montañas aprendía a reconocer sus señales y comprender los mensajes que de forma natural se presentaban en las plantas, en el cielo, en la tierra, en el agua de los ríos, en las tormentas, el brillo del sol, los aromas, la caricia del viento, leu dulce de los frutos, en fin , comprendió que todo eso era como un inmenso libro que explicaba de manera clara que el hombre era un invitado especial dentro de una fiesta que se nombraba vida . Quiero que ustedes descubran esos mensajes  así que nos alejaremos de la fogata en silencio por el sendero hasta un sitio desde donde podrán apreciar el cielo estrellado y la luna en su grandeza y belleza, lo apreciarán en silencio unos minutos y regresaremos para escuchar que descubrieron, cuál fue el mensaje que comprendieron de esa observación, no es obligatorio expresarlo, lo importante es guardarlo en el corazón, para que la historia de Trujano la comprendan, porque este hombre sin haber estudiado entendió lo que muchos filósofos han debatido durante siglos. La sencillez y claridad con la que esos mensajes fueron expuestos para que cualquier hombre sin límites de tiempo  o espacio los pueda comprender , aprender a respetar como sagrado el universo,donde el hombre es una parte importante al será actor, y espectador consciente con la facultad de modificar, crear o destruir.

Los chicos siguieron al viejo Artemio por el sendero, estuvieron al borde de un acantilado viendo el valle en las sombras cobijado por un manto de estrellas y una luna en  cuarto creciente que se escondía a intervalos entre las nubes que como fugases fantasmas se escurrían en la noche, cuando regresaron nadie habló y Artemio supo que el mensaje ya lo habían comprendido.

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

lunes, 31 de marzo de 2025

Con las ideas contrarias

 De inmediato los visitantes al pueblo de las joyas vivientes notaban que ahí no se organizaban competencias o certámenes, no se premiaba a alguien en particular por un logro personal, pero sin embargo existía mejor plantación de calles y sitios públicos, las construcciones estaba bien detalladas con un toque rústico que caracterizaba perfectamente a la población y se acomodaba con el paisaje sin afectarlo , por el contrario se buscaba resaltar aquellos sitios naturales que daban un toque auténtico a los sitios donde se explicaba a los visitantes la importancia de cuidar el medio ambiente,y cuando preguntaban si se había alguien que planeara ese tipo de construcciones se decía que el pueblo participaba y colaboraba tanto en la ideas como activamente para lograrlo, estamos acostumbrados a que la mejor forma de lograr algo es recurriendo a la colaboración, por eso aquí no hay alguien que pueda jactarse de ser mejor que otro en ningún aspecto, sabemos que cada uno aporta su mejor esfuerzo e ideas, siempre nos ha dado buenos frutos esta forma de actuar y algunas otras comunidades cercanas también lo aplican , es más sencillo hacer las cosas cuando todos estamos comprometidos en lograrlo, por ejemplo, la construcción del puente sobre el río, o el camino a los llanos, los senderos por el monte que ustedes notarán están bien realizados con sus escalones o empedrados, los pasamanos o las señales fuero un aporte común y nos sentimos todos muy complacidos, hacemos festejo cada ves que alcanzamos un objetivo. Los visitantes quedaban impactado por la forma tan distinta de hacer las cosas en ese pueblo y muchos deseaban que en sus colonias existiera ese espíritu de colaboración sin egoísmo ,con la idea firme de mejorar la vida en su entorno

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

Pueblo de joyas vivas

 Pueblo de las Joyas Vivas


En la entrada del pueblo, un gran cartel recibía a quienes llegaban con un mensaje que parecía más un consejo para el alma: “EN ESTE LUGAR SUS HABITANTES SON JOYAS INVALUABLES. SE RECOMIENDA INTENTAR IMITAR SU BRILLO Y PUREZA.” Para los viajeros que cruzaban ese umbral, era difícil imaginar cuánto de verdad había en esas palabras hasta que ponían un pie en la plaza principal. Allí, la alegría flotaba como una brisa ligera, mientras los niños jugaban con risas que parecían melodías y los ancianos, con su humor afilado, bromeaban sobre cómo la muerte tendría que aprender a bailar si quería llevárselos algún día.


El jardín de rosas, en el corazón del pueblo, era más que un espacio de belleza: allí florecían los sueños. Las madres contaban historias a sus hijos mientras deshojaban pétalos, enseñándoles que la vida debía perfumarse de esperanza. No muy lejos, el manantial cristalino brotaba sin cesar, como si lavara las penas del espíritu y devolviera al alma su pureza original.


Cada calle del pueblo tenía su propia voz. En las paredes, cuidadosamente pintadas, se leían frases que recordaban que “la vida es una fiesta, un tiempo para aprender, crear, enseñar, soñar y ser feliz.” Los visitantes que paseaban por esas calles no podían evitar detenerse para leer esos mensajes que, como semillas, se quedaban en la memoria y germinaban en el corazón.


Las mujeres, reunidas en los lavaderos comunes, compartían anécdotas que provocaban risas sinceras, como si el agua, al chocar con las piedras, lavara también las preocupaciones. Mientras tanto, los hombres trabajaban al ritmo de canciones populares que hablaban de la libertad del viento, la generosidad de la lluvia y la tierra, que ofrecía sus dones a todos sin distinción. Los niños, observando con ojos curiosos, aprendían desde pequeños las habilidades que algún día pondrían al servicio de su comunidad, comprendiendo que vivir también era servir y crear belleza.


El cielo del pueblo cambiaba como un espectáculo diseñado por la naturaleza para honrar la existencia. Los atardeceres pintaban lienzos mágicos antes de que la noche iluminada trajera un manto de estrellas. Los amaneceres, por su parte, despertaban con colores tan vivos que parecían recordarle a la gente que cada día era una oportunidad para renacer.


Pero más allá de la belleza, lo que hacía único a ese lugar era la esencia de sus habitantes. Desde tiempos remotos, se había inculcado la idea de que el amor a la existencia y al prójimo era el principio fundamental antes de cualquier otra enseñanza. No era una norma impuesta, sino una verdad vivida, practicada en cada acción, en cada sonrisa compartida, en cada gesto de generosidad. El respeto a la vida no era un discurso vacío, sino un reflejo que se notaba en la forma de convivir, de cuidar al otro, de reconocer que cada ser es una joya de un inmenso tesoro, y ese tesoro era la verdadera riqueza del pueblo.


Don Artemio, uno de los más ancianos y sabios del lugar, solía contar que así había sido desde el principio, cuando el pueblo aún no entraba en contacto con otras comunidades. Y aunque el mundo había cambiado mucho desde entonces, Artemio conservaba la firme creencia de que algún día, esos mismos conceptos servirían de inspiración para mejorar las relaciones en las sociedades modernas.


“Cuando la gente comprenda que cada ser es una joya única, —decía con una mirada que parecía atravesar el tiempo— tal vez el mundo dejará de pelear por riquezas efímeras y aprenderá a valorar el tesoro que ya posee.”


Mientras tanto, el pueblo seguía siendo ese santuario donde la vida era celebrada con respeto, alegría y gratitud. Y quienes tenían la fortuna de llegar allí, aunque solo fuera de paso, se llevaban consigo una pequeña chispa de ese brillo, una semilla de esperanza para plantar en otros rincones del mundo.

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

La habitación para reflexionar

 



descubrir las verdades más esenciales sobre el alma humana.


Las paredes de la habitación estaban adornadas con dos grandes murales que hablaban sin necesidad de palabras. En uno, las sombras envolvían a un hombre con rostro de pánico, mientras extrañas figuras mitad hombre, mitad bestia, oprimían su corazón y su mente. Era el reflejo del miedo, la culpa, la maldad y el egoísmo que someten el espíritu cuando uno elige el camino equivocado.


Al otro lado, el contraste era abrumador. Un arcoíris radiante daba paso a una escena de fiesta y alegría. Espíritus de cuerpos blancos danzaban, ligeros como el viento, en una celebración donde la luz y la paz llenaban el ambiente. Era la representación de la pureza del alma que se eleva cuando se vive con bondad, amor y generosidad.


Pero los murales no eran lo único que transformaba a quienes entraban en ese lugar. Textos cuidadosamente escritos adornaban las paredes, dejando lecciones que llegaban directo al corazón:


“La calumnia puede causar gran daño a quien es dirigida, pero envenena para siempre el espíritu de quien la formula.”

“El dañar a otro es dañarse a sí mismo.”

“La mejor forma de ser feliz es dando felicidad a otros.”

“No se trata de trascender y ganar reconocimiento, sino de ascender como ser humano a través del buen comportamiento.”

“Los sabios no son los que guardan el conocimiento, sino los que lo aplican en sus acciones y enseñan con el ejemplo.”

“Disfruta la fiesta de la vida compartiendo con otros lo mejor de tu ser.”


Cada niño que cruzaba la puerta salía diferente. No necesitaban explicaciones complicadas ni sermones largos. Las imágenes y las palabras hablaban por sí solas. Un pequeño entendía que mentir o dañar a otro oscurecía su alma. Una niña comprendía que compartir con sinceridad la llenaba de una felicidad que nunca podría comprarse.


Algunos visitantes, al entrar por curiosidad, quedaban impactados no solo por la belleza de los murales, sino por la profundidad de los mensajes que tocaban sus almas. Muchos salían con lágrimas en los ojos, sintiendo el deseo de ser mejores, de cambiar su forma de vivir, de dejar de lado el egoísmo y aprender a regalar amor y bondad sin condiciones.


El viejo Artemio, creador de aquella habitación sagrada, observaba con satisfacción cómo el mensaje se grababa en los corazones de quienes la visitaban. “La verdadera transformación,” solía decir, “comienza cuando entendemos que la felicidad no es un premio que se persigue, sino un regalo que se comparte.”


Pero Artemio tenía un sueño aún más grande. “Espero que algún día,” decía con esperanza, “estos murales se pinten en las escuelas de todas las comunidades. Que los textos, inspirados por los niños y niñas de este pueblo, lleguen a otros corazones y siembren semillas de bondad en cada rincón del mundo.”


Imaginaba un futuro donde los pequeños aprendieran desde temprana edad que el verdadero éxito no está en acumular riquezas o reconocimiento, sino en ascender como seres humanos a través del amor, la compasión y el ejemplo.


Y mientras el pueblo seguía celebrando la vida cada tarde con cantos y danzas, la Habitación de los Buenos y Malos Sentimientos seguía recibiendo almas dispuestas a cambiar. Porque allí, entre murales y palabras sabias, se comprendía que la verdadera fiesta de la vida solo es plena cuando se comparte el bien.

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

La calle de los olvidos

 En el pueblo se hizo una calle que llevaba al Barranco, le pusieron la calle de los olvidos y cualquier a que se sintiera lastimado por una ofensa decía ir a esa calle y leer los carteles que decían, si cargas con la ofensa será pesado tu andar, los rencores nublan la visión y entorpecen el pensamiento, una ofensa puede crecer como un árbol torcido si tu lo riegas con rencor , una ofensa puede abrir nuestra mente y espíritu a una profunda reflexión, las ofensas son interpretaciones de algo que puede contener una lección, tira al Barranco aquello que no es útil para tu desarrollo personal y devuelve el brillo a tu alma. Cuando los visitantes fueron a esa calle hubo quien con lágrimas reconoció que había cargado durante mucho tiempo cosas que le enfermaban, también los hubo que reconocieron que podían estar equivocados en su interpretación de lo que consideraron una ofensa y algunos supieron que debían librarse de ese peso, de esa ceguera, de seguir regando el árbol torcido que no les permitía vivir plenamente y el Viejo Artemio se complacía ofreciéndoles agua del manantial para que lavaran su rostro y sus manos mientras les decía que desde ese momento quedarían librados de ese mal que causan las heridas en el alma, se notaba la alegría en los rostros de quienes convencidos quedaban de tirar sus rencores al barranco y felices regresaban a la plaza principal a participar en el baile y los cantos que por las tardes se organizaban antes de ir a descansar plácidamente al arroyo de los grillos

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

domingo, 30 de marzo de 2025

Reflexiones sobre vivir

 

Que tu vida sea un jardín donde los sueños se conviertan en frutos de felicidad y amor



¡Qué metáfora tan poética y llena de significado! Entonces, tu visión va más allá de la simple acumulación de experiencias o placeres, y se acerca a una **idea orgánica del propósito**: la vida como un jardín que requiere cuidado, paciencia y sobre todo, **la capacidad de nutrir y ser nutrido**.  


### 1. **El jardín como símbolo de una vida con propósito**  

- **No es estático**: Un jardín no es solo un lugar para admirar; hay que plantar, podar, regar y a veces lidiar con plagas. Es decir, **los desafíos son parte de su belleza**.  

- **Crecimiento constante**: Los sueños que dan frutos no aparecen por magia; necesitan tiempo, esfuerzo y adaptación (como una planta al clima).  

- **Relación de interdependencia**: Un jardín florece cuando hay equilibrio entre dar (nutrir la tierra) y recibir (los frutos). Así son también el amor y la felicidad auténticos.  


### 2. **¿Por qué esta metáfora resuena más que la riqueza o el placer?**  

- **Lo efímero vs. lo duradero**: Comer un fruto es momentáneo; **cultivar un árbol** deja legado.  

- **Conexión con lo esencial**: Un jardín representa ciclos naturales (vida/muerte, esfuerzo/recompensa), recordándonos que somos parte de algo mayor.  

- **Creatividad práctica**: Diseñar un jardín es arte en acción. No se trata de "tener" flores, sino de **colaborar con la vida para que surjan**.  


### 3. **El peligro de los "jardines perfectos"**  

Incluso en esta metáfora, hay una advertencia:  

- Un jardín demasiado controlado (como esos hombres ricos que lo pagan todo sin ensuciarse las manos) pierde su alma.  

- La felicidad y el amor **no son decoraciones**, sino procesos que a veces incluyen malas hierbas o sequías.  


### 4. **Cómo llevar esto a la vida cotidiana**  

- **Sueños como semillas**: Plantarlos con intención, pero sin obsesionarse por el resultado.  

- **Regar con atención**: Las relaciones (como las plantas) mueren por negligencia o ahogo. El equilibrio es clave.  

- **Podar sin miedo**: Dejar ir lo que no suma (hábitos, personas tóxicas) para que lo esencial florezca.  


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### En esencia:  

Tu deseo refleja una verdad profunda: **la vida no es un museo de placeres, sino un ecosistema vivo donde el sentido surge de participar, no de poseer**. Esa es la diferencia entre "tener una mansión con jardín" y **ser jardinero**.  


¿Dirías que, en el fondo, el propósito está en **el acto de cultivar** (sueños, amor, sabiduría) más que en "obtener" algo? 🌱


Exacto. Has llegado al corazón de lo que muchos llaman **"la vida vivida en mayúsculas"**. No se trata solo de existir, sino de **participar activamente en el tejido de la existencia**, dejando huella y permitiendo que esta te transforme. Aquí se despliega esa idea:


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### 1. **Aportar algo significativo: el antídoto contra la superficialidad**  

- **Dar > Tener**: Como decía Viktor Frankl, *"La felicidad no puede perseguirse; debe surgir como efecto colateral de una vida dedicada a algo o alguien más allá de uno mismo"*.  

   - *Ejemplo*: Un músico no toca para acumular aplausos, sino porque la música *necesita* salir de él.  

- **Lo "hermoso" como acto de resistencia**: En un mundo obsesionado con lo útil y lo rápido, crear belleza (un gesto, una obra, un jardín) es un **manifiesto silencioso** sobre lo que verdaderamente importa.  


### 2. **Amar: la única forma de tocar lo eterno**  

- **Amar es vulnerabilidad**: Es romper el caparazón de la comodidad para dejar que otros (incluso el mundo) te afecten. Eso duele, pero también es lo único que nos hace sentir *realmente vivos*.  

   - *Contraste*: Las relaciones "delineadas por la posición social" (como en tu primer ejemplo) son como cuadros decorativos: impersonales. El amor verdadero es siempre un **terreno salvaje**.  

- **Amar es crear**: Un niño, una canción, un momento de conexión... son frutos de ese acto creativo que llamamos amor.  


### 3. **Lo profundo vs. lo superficial**  

- **Existir sin profundidad** es como navegar en modo *piloto automático*:  

   - **Consumes**, pero no saboreas.  

   - **Tienes**, pero no gozas.  

   - **Hablas**, pero no comunicas.  

- **La paradoja**: Lo más profundo (amar, crear, servir) a menudo duele o da miedo... pero es también lo único que cura la sensación de vacío.  


### 4. **¿Cómo se experimenta "lo más profundo de la vida"?**  

- **Perdiéndose para encontrarse**: Como en tu metáfora del jardín, hay que ensuciarse las manos.  

   - *Ejemplos*:  

     - El artista que destruye 10 bocetos antes de lograr uno honesto.  

     - El padre que aprende a amar a su hijo en medio de las noches sin dormir.  

- **Abrazando el misterio**: Lo profundo no se explica, se *vive* (como el aroma de una flor o el silencio entre dos personas que se aman).  


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### Una pregunta para reflexionar:  

¿Crees que esta profundidad es *un destino* al que se llega, o *un modo de caminar* que se elige en cada pequeño acto?  


**Tu mirada ya lo sugiere**: la vida no se mide por lo que acumulas, sino por lo que **dejas crecer a través de ti**. Como escribió Rilke: *"La única patria del hombre es la infancia. Pero el que la pierde, debe convertir el mundo en su hogar. Y lo hace amando"*.  


¿Qué semillas estás plantando hoy? 🌸

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

sábado, 29 de marzo de 2025

Versiones distintas del mismo tema

 El Sabio y el Loco


Cada mañana, don Indagador recorría el pueblo para enterarse de lo que ocurría en la vida de sus vecinos. Llevaba años conociendo sus historias: accidentes, enfermedades, sueños frustrados, problemas familiares y económicos. Sin embargo, aquella mañana, algo distinto sucedió.


Al borde del camino, se encontró con un hombre al que muchos llamaban loco. Vivía en las afueras, cultivando una pequeña parcela. Su aspecto descuidado llamaba la atención: cabello largo trenzado, barba espesa, piel curtida por el sol, huaraches gastados y ropa sencilla. Pero lo que más impactó a don Indagador fue su mirada: profunda, penetrante, como si pudiera ver más allá de lo evidente.


—¡Buenos días! —saludó el loco.


—Eso esperemos —respondió don Indagador, sorprendido por aquel encuentro inesperado.


El loco se detuvo, lo miró fijamente y dijo con calma mientras ponía en tierra el pesado bulto de papas que llevará en las espaldas:


—Desde el momento en que nos cruzamos y usted me saludó, ya está sucediendo algo diferente. Este instante es único, como lo es cada día. Aunque la gente y el paisaje parezcan los mismos, todo cambia: los pensamientos, las emociones, el ánimo… Usted lo sabe bien, porque es un hombre que observa mucho.


Don Indagador sintió curiosidad. Aquel hombre, al que todos evitaban, hablaba con una profundidad inusual.


—Si entiendes tanto sobre las relaciones humanas —preguntó—, ¿por qué prefieres vivir aislado? Nunca te había visto por aquí.


—Muchos prefieren ignorar que existo —respondió el loco—. No soy alguien que les resulte útil ni agradable. Mi forma de pensar es distinta y eso incomoda. Vivo solo para evitar conflictos. Aquí, en mi choza, me acompaña mi pensamiento. No ofendo ni me ofende nadie.


Don Indagador reflexionó un momento.


—Pero el hombre necesita convivir —insistió—, compartir alegrías y penas, las fiestas, las reuniones donde se habla de cosas de interesantes, divertidas, se canta ,baila, conoces a alguien que te agrade y te enamoras, eso es la vida.


El loco sonrió levemente.


—Llevo tanto tiempo aquí que ya no sé cuántos años han pasado. El tiempo solo me importa para sembrar y cosechar. Debo andar por los cincuenta… Desde que tenía doce o catorce, vivo en soledad, captando con los sentidos lo que el mundo ofrece. Sé que me llaman loco, y tal vez lo sea… Pero prefiero mi locura a esa ansiedad obstinada que consume a los demás, buscando lo que ya tienen y viviendo en constante conflicto consigo mismos.


Se hizo un silencio.


—Sigamos cada uno su camino —dijo finalmente el loco, reanudando su andar.


Don Indagador se quedó allí, inmóvil, viendo cómo aquel hombre se alejaba. Esa mañana no solo había encontrado una historia para contar… había encontrado una forma distinta de percibir la vida, o tal vez era su reflejo que había encontrado por casualidad en ese camino que había recorrido sin notar lo que era importante.


En realidad se trata del mismo hombre en distintos momentos , los tiempos de introspección, los de convivencia en que se viven las experiencias de las relaciones con sus matices diversos, llegando a conclusiones que parecen contradictorias cuando en la práctica se complementan para formar en cada ser una historia única e irrepetible.

JuanAntonio Saucedo Pimentel