—Antes de comenzar con la lección de hoy, quiero que pensemos un momento en algo más grande.
La educación, muchachos, no es solo aprender fórmulas, fechas o definiciones. Es el motor del verdadero progreso. Pero como todo motor, su rumbo depende de quién lo conduce.
Durante casi mil años, desde la caída del Imperio Romano hasta el Renacimiento, el pensamiento libre fue reprimido. La ciencia fue perseguida. Gente con ideas claras y evidencias sólidas fue castigada solo por contradecir las creencias convenientes a los poderosos de ese tiempo —gobernantes y líderes religiosos que temían perder el control.
Ahora comparen eso con los últimos 130 años: desde que se inventó el automóvil hasta hoy, que tenemos inteligencia artificial, satélites, cirugías con robots y computadoras que aprenden. Es impresionante lo que podemos lograr cuando el conocimiento se libera.
Pero aquí viene lo importante: aunque el avance ha sido veloz, ¿realmente estamos avanzando como humanidad?
Los avances siguen concentrándose en manos de unos cuantos. Hoy no nos censuran con hogueras, pero sí con algoritmos, intereses económicos, manipulación de información y dependencia tecnológica. Los poderosos de ahora ya no visten sotanas o coronas; visten trajes caros y dominan mercados.
Y muchos creen —erróneamente— que en la riqueza se finca la vida, el futuro. Que explotar recursos y personas es inevitable.
Pero yo no lo creo, y estoy aquí para decirles que ustedes tampoco deberían creerlo.
Porque el mundo que soñamos no se logra con codicia, sino con inteligencia al servicio del bien común.
Un mundo donde vivir feliz sea una realidad, no una excepción.
Y por eso estamos aquí. Para buscar, juntos, las fórmulas correctas. No solo las matemáticas o científicas, sino también las humanas. Las que convenzan, con argumentos y visión, a quienes hoy toman decisiones, de que otro rumbo es posible.
Uno donde la riqueza sea tener agua limpia, aire puro, salud, tiempo, abrazos, y no solo cifras en una cuenta bancaria.
Así que hoy no venimos solo a aprender: venimos a prepararnos para transformar.
Porque si la educación es el motor del cambio, ustedes son quienes pueden conducirlo con sentido y con esperanza.
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