A muchas jornadas de camino, más allá de las carreteras, donde los cables no llegan y las pantallas no prenden, está el pueblo ,un lugar tan pequeño que no aparece en mapas.
No tiene torres de señal, ni anuncios luminosos, ni relojes que marquen cada minuto como si la vida fuera una deuda.
Allí, el tiempo no se mide.
Se **siente**.
Y aunque algunos lo llaman "atrasado",
los que lo conocen bien dicen:
> *"Aquí no falta tecnología.
> Falta necesidad de ella."*
Un día llegan tres personas de la ciudad.
Cansados.
Con los ojos rojos.
Hablan rápido, miran sus teléfonos (aunque no hay señal), y dicen frases como:
> —¿Y aquí qué hacen todo el día?
> —¿No se aburren?
> —¿En serio no tienen tele?
Uno de ellos, una mujer joven, dice:
> —Yo no duermo.
> Me duele el pecho.
> Y no sé por qué.
Doña Alma, la sabia del lugar, no responde con palabras largas.
Les invita a **pasar un día con ellos**.
Sin máquinas.
Sin pantallas.
Sin prisas.
Y así comienza su jornada.
#### 🌞 **Un día en el pueblo**
**Al amanecer**, salen a sembrar maíz.
Las manos entran en la tierra húmeda.
Nadie habla de “ejercicio”.
Pero el cuerpo se mueve, se estira, se cansa… y se siente **vivo**.
> —¿Por qué hacen esto con las manos? —pregunta uno.
> —Porque así —responde Don Tío Río— el cuerpo y la mente se entienden.
> Si solo das órdenes a una máquina,
> olvidas que tú también eres naturaleza.
Durante el día, no hay televisión.
Pero hay **conversaciones**.
Sentados bajo un árbol, mientras pelan frutas, alguien cuenta cómo llovió demasiado… y otro responde con una canción que su abuela cantaba cuando el río crecía.
No es entretenimiento.
Es **memoria.**
Es **cuidado.**
Y por las tardes, los niños corren entre surcos, ríen, se caen, se levantan.
No juegan con dispositivos.
Juegan con palos, con barro, con el viento.
Y aprenden, sin que nadie les diga:
> *El sol da vida.
> El agua es sagrada.
> La tierra no es tuya: tú eres de ella.*
---
#### 💬 **La gran pregunta**
Al final del día, la mujer que no dormía se sienta junto al duende (aunque no lo ve).
Y dice, casi en un susurro:
> —No entiendo…
> No hay pastillas, no hay terapia, no hay luces ni ruido…
> ¿por qué aquí no hay angustia?
> ¿por qué no hay violencia?
> ¿por qué no hay adicciones?
Doña Alma sonríe.
> —Porque aquí no se trata de “no tener” problemas.
> Se trata de **vivir de forma que los problemas no nazcan.**
>
> No se puede amar lo que no se conoce.
> Y si nunca tocas la tierra,
> nunca sabrás que late.
>
> No se puede cuidar lo que no se comprende.
> Y si tu mente está llena de ruido,
> nunca escucharás el canto del grillo.
>
> Aquí no dedicamos tiempo a la televisión…
> porque la vida, afuera,
> es más interesante.
>
> Y no usamos máquinas para todo…
> porque las manos, al trabajar,
> enseñan lo que los libros no dicen:
> que el cuerpo y la tierra hablan el mismo idioma.
Hace una pausa.
Mira al cielo, que ya se tiñe de estrellas.
> —La razón no se pierde por falta de inteligencia.
> Se pierde cuando está **nublada**.
> Cuando los mensajes que repiten lo mismo, una y otra vez,
> entierran lo importante.
>
> Pero aquí…
> lo importante no se esconde.
> Está en cada paso,
> en cada siembra,
> en cada palabra dicha con calma.
>
> Porque todo está diseñado con perfección:
> el sol que nace,
> el agua que riega,
> el aire que limpia,
> la tierra que regenera.
>
> Y cuando los niños ven crecer una planta desde la semilla…
> no aprenden solo botánica.
> Aprenden **respeto**.
> Aprenden **paciencia**.
> Aprenden que **todo vive, todo siente, todo merece cuidado.*
> Y esa noche, por primera vez en años,
> la mujer durmió sin pastillas.
>
> Soñó con raíces.
> Con agua clara.
> Con un niño que le decía:
> *"Tócame la mano.
> ¿Sientes?
> También late."*
>
> Y el duende, desde su rama,
> supo que otro corazón
> había encontrado el camino de regreso.
>
> No por magia.
> Por **verdad simple**.
>
> Porque no hay cura más profunda
> que vivir en armonía
> con lo que siempre ha sido real.
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