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martes, 23 de julio de 2024

Hasta el fin

De poco o nada a de servir el proclamar con vehemencia cuando no desean escucharte, de nada sirve querer dar si no quieren recibir o pedir si no quieren darte nada, en medio de la multitud pasas desapercibido, eres un punto en el multitudinario movimiento de seres con apariencias diferentes con intenciones múltiples, emociones y sentimientos tan diversos que es imposible comprender cada interpretación personal como lo es no entender que estás haciendo al desear cambiar lo que por costumbre y herencia se sigue. Acaso hay un sitio o tiempo en que el hombre haya podido vivir tranquilo, sin agredir o ser agredido, es bien conocido que se exalta la cualidad guerrera de muchos pueblos, las conquistas o los conquistados que por todo el orbe se han convertido en parte de historias que parece sacadas de una fantástica novela de terror , se debe comprender que no hay forma de cambiar esa natural inclinación a la lucha, las justificaciones sobran, cuando se desborda el espíritu en atención a interese  y conveniencias, cualquier argumento es válido.

Se han escrito miles de libros y se han buscado las formas de instaurar la paz conforme a las conveniencias universales, la justicia, los valores humanos, sin que se logre una aproximación a un estado que garantice su permanente bienestar sin temor a ser interrumpido por atentados internos o externos, tal condición lleva tarde o temprano al fracaso, a la violencia que propicia cambios abruptamente, situaciones críticas en que los individuos cambian de postura, se adaptan de manera impensada, en muchas ocasiones totalmente contraria a lo que se suponen sus valores  adquiridos, para sentirse parte del grupo y movimiento revolucionario, del cambio que obliga a nuevas formas de pensar y actuar, ir en contra es condenarse a la derrota.

Gritar que están equivocados es una locura, no importa cuántas razones y pruebas se tengan , el movimiento agitado, la convulsión, la locura colectiva se impone a cualquier otro impulso, las emociones se apoderan de cada individuo, se agrupan los elementos, participan en los enfrentamientos con vehemencia, no importa arriesgar la vida, el instinto de conservación queda en pausa mientras se lucha por la causa que se considera justa y necesaria. 

Nuevamente la destrucción, el dolor, la muerte se apoderan de vastos territorios , miles o millones quedan afectados, se llega al agotamiento físico y mental, se inicia el retroceso, las fogatas empiezan a ser menos, los líderes son muertos por enemigos o por sus mismos seguidores que ahora ven los muchos errores cometidos, la reacción despierta a las multitudes como si salieran de un trance y se ven en su miseria como dolientes espectros que han perdido el camino. Salen de sus escondrijos, abandonan las armas e intentan retornar a sus hogares , de alguna forma tienen que empezar a reconstruir sus vidas. Una historia repetida infinidad de veces, de nada sirve mostrarla , cada generación tiene una visión e interpretación distintas y sus propios intereses para no atender las advertencias.

Sigamos hasta la extinción con el mismo empeño, con la misma resolución y estupidez, no tenemos remedio, y si lo encontráramos, buscaríamos la forma de hacerlo desaparecer .

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

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