Sencillo resulta acusar y juzgar cuando se tiene el poder para hacerlo, levantar una ola de argumentos contra quien no puede defenderse, contra quien se han acumulado prejuicios y se le convierte en el victimario sin que exista mayor prueba que la interpretación que se hace de lo que se considera imperdonable.
Con el dedo se señala, con las voces se dicen las palabras que hacen eco entre los sedientos de venganza, no de justicia, el acusado es culpable por que se requiere que lo sea para descargar la furia, la frustración , la envidia, el dolor acumulado por las propias faltas . Necesario es que alguien pague lo que ellos no quieren aceptar como culpa, es más sencillo descargar sobre otro aquello que fastidia, que hiere, que se ha convertido en un remordimiento inextinguible, ahora tiene la oportunidad de justificar su falta pensando que la del acusado es la causa de sus propios errores, si él es el que ha causado el daño que se ha expuesto sin tapujos, sin hipocresía, porque aceptó su culpa mientras los acusadores se refugian en sus retorcidos pensamientos afirmando que se debe infringir el mayor castigo a quien ahora está en el juicio, que muera, crucifíquenlo, es un embaucador, un brujo, el acusado no intenta defenderse, sabe que ha de ser condenado y ejecutado para que los verdaderos culpables se sientan tranquilos
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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