Entrada destacada

El Gran Libro

El Libro Cuando nació la idea de escribir fue como la tormenta que de pronto aparece en el horizonte anunciando con relámpagos y truenos...

miércoles, 20 de agosto de 2025

Palabras claras



### 🌙 **"La Fogata de las Palabras Claras"**  

*Una historia contada por el duende*


#### 🌄 **Escenario**

Es otoño en el pueblo de **Rincón del Viento**, un lugar escondido entre montañas y bosques, donde aún se oye el canto del colibrí y el agua corre libre por los manantiales. Las casas tienen techos de teja roja, paredes blancas y puertas de madera tallada con símbolos antiguos: una hoja, una estrella, una gota.


Al caer la tarde, los vecinos se reúnen en la **plaza del fuego**, un círculo de piedras donde arde una fogata que nunca se apaga del todo. Dicen que fue encendida por los primeros abuelos, y que mientras arda, **la sabiduría no se perderá**.

- **Los tres muchachos**: Leo, Maya y Tano, de unos 16 años, llegan de una ciudad lejana. Visten ropa oscura, hablan fuerte y, sin darse cuenta, llenan sus frases de palabras duras, groserías, como si fueran monedas que todos debieran aceptar.  

  > —¡Esto es un asco!  

  > —¡Qué mierda de lugar!  

  > —¿Y ahora qué, estamos en un sitio de retrasados?


- **Doña Alma**: una anciana del pueblo, de manos arrugadas y mirada profunda. Habla poco, pero cuando lo hace, todos callan.  

- **Don Tío Río**: un hombre sereno que cuida el manantial. Dice que el agua le cuenta historias.  

- **El duende** (invisible para muchos, pero presente): se sienta en una rama baja, escucha, y mueve la brisa cuando alguien dice algo verdadero.



Los muchachos llegan cansados, con mochilas pesadas y miradas desconfiadas. Buscan su cabaña para pasar la noche.  

—¿Y esto? —dice Leo—. Ni siquiera tiene wi-fi.  

—Aquí no se vive —añade Maya—. Aquí se muere de aburrimiento.  


Pero nadie les responde con enojo.  

Doña Alma les ofrece agua.  

Don Tío Río les señala dónde dormir.  

Y los niños del pueblo los miran, no con miedo, sino con curiosidad.


Nadie les dice: *"No hables así."*  

Pero algo en el aire… cambia.

Al anochecer, los muchachos se acercan al fuego.  

El pueblo entero está allí.  

Cantan una canción antigua, baja, como un susurro del viento.

Doña Alma toma la palabra, sin mirarlos directamente:


> —Hace muchos años, nuestros abuelos decían que **la lengua es un río**.  

> Si está limpio, lleva vida.  

> Si está sucio, envenena lo que toca.  

>  

> Y no hablaban solo del agua…  

> hablaban de las palabras.  

>  

> Porque cada frase que sale de la boca  

> es una semilla que cae en la tierra del alma —de la tuya, de la mía, de la del que escucha.  

>  

> Y si siembras espinas…  

> ¿qué crees que va a nacer?


Los muchachos se miran, incómodos.  

Pero escuchan.


Don Tío Río toma el hilo:

> —Yo trabajo con el agua manantial.  

> El agua que sale de allí es clara, fresca, pura.  

> Pero si alguien arroja lodo arriba,  

> todo se enturbia.  

> Así es el habla.  

> Cuando usas palabras que hieren,  

> que ofenden, que desprecian…  

> no solo lastimas al otro.  

> **Enturbias tu propio pensamiento.**  

>  

> Porque el pensamiento y la palabra  

> son como el río y el agua:  

> uno no puede ser limpio si el otro está sucio.


Un silencio largo.  

Solo el crepitar del fuego.


Entonces, Doña Alma dice:


> —No les decimos “no” porque no queremos juzgarlos.  

> Pero queremos que sepan:  

> aquí, **hablar con respeto no es moda, es costumbre**.  

>  

> Hablamos bien a la tierra, porque nos da de comer.  

> Hablamos bien al cielo, porque nos da la lluvia.  

> Hablamos bien a los animales, a los árboles, a los niños…  

> y también a nosotros mismos,  Porque el respeto hace bien al espíritu.

>  

> Porque cada palabra es un acto.  

> Y si dices una mala palabra …  

> es como arrojar lodo en el manantial

> ¿dónde queda ele respeto a uno mismo?  

> ¿dónde el respeto a los demás ”?


Esa noche, los muchachos no duermen.  

Escuchan el canto de un grillo.  

El viento entre las hojas.  

Una música lejana.


Al día siguiente, Leo ve a un niño tropezar.  

Antes habría dicho: *"¡Qué pendejo!"*  

Pero ahora, recuerda la fogata.  

Y dice:  

—¿Estás bien, hermano?


Maya mira el manantial.  

Y en vez de decir: *"Qué asco, hay mosquitos"*,  

dice:  

—Qué bonito… el agua suena como música.


Tano, al despedirse, dice:  

—Gracias.  

Y no es por cumplir.  

Es porque **algo en su interior ya no necesita gritar  o decir leperadas para ser escuchado**.


> Y el duende, desde su refugio,  

> sonrió.  

> Porque sabe que **no hace falta prohibir**  

> para transformar.  

> A veces, basta con contar una historia alrededor del fuego,  

> para que una palabra fea  

> se convierta, con el tiempo,  

> en un canto nuevo.  

>  

*las palabras no solo dicen lo que somos…**  

> **también nos van formando un reflejo ,una imagen que se queda en quien nos mira.**  

>  

> Así que cuida tu lengua,  

> como cuidas un manantial:  

> claro, limpio,  

> lleno de cariño. De confianza, de respeto.

>  

> Porque cada palabra hermosa  

> riega un jardín invisible…  

> que un día,  

> florecerá y lo notarás en cómo te tratan los demás.



¿Te gustaría que convierta esta narración en una **canción de trova o cumbia suave** que los habitantes cantan alrededor de la fogata? O en un **diálogo teatral corto** para representar con jóvenes? Puedo adaptarla como necesites. 🌿✨

No hay comentarios:

Publicar un comentario