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sábado, 22 de junio de 2024

Simonillo

 De nombre Eduardo fue conocido siempre como Simonillo, porque su padrino de bautismo fue don Simón y la conocerle la gente como el chiquillo ahijado de don Simón , le fueron acortando a quedar en ese sobrenombre con el cual durante toda la vida fue reconocido, olvidando el mismo que su nombre era otro,

Simonillo pasó su existencia como la mayoría de la gente que habita la ciudad capital, entre el bullicio de las calles, la contaminación, el ajetreo frenético, las esperas interminables para cualquier gestión, los conflictos de todo tipo, las fiestas por cualquier motivo, los anhelos de ir al campo o a la playa, el despertar cada mañana con las sirenas de ambulancias y patrullas, el avión que de madrugada vuela rumbo al norte y los gritos de miles de madres despabilando a la familia para no llegar tarde al trabajo o la escuela.

En la rutina diaria el se entretenía contando los pasos que caminaba de un sitio a otro antes que en el móvil existiera una aplicación para hacerlo, era una costumbre el contar escalones que subía, ventanas de los vecinos, árboles en el camino a la escuela y después al trabajo, en fin, todo lo convertía en números que relacionaba con sus días y noches, con los cambios que se efectuaban de un año a otro según sus registros mentales donde también realizaba ejercicio de memoria antes de dormir, algo que con el correr del tiempo creció al punto de casi no dormir por repetir las cosas con las que relaciónale el nombre de quienes se habían cruzado en su camino desde la niñez hasta la última hora.  Decía que era mejor que contar ovejas para conciliar el sueño, pero no era verdad, porque su insomnio se hizo un verdadero problema. 

El doctor le recomendó ir bajando poco a poco el número de sus repasos, deje de lado a los niños, después a los viejos, más tarde a los hombres, a los del tiempo de sus estudios en general, en fin, concéntrese en solo un grupo que sea relevante, no se afane en recordar cada detalle, relájese hasta que llegue a controlar esos pensamientos y nunca más se esmere en hacer ese recuento que causa su padecimiento. El consejo era bueno, pero apenas salió y el médico y la enfermera ya eran parte de su lista.  Por la noche los recordó como el psicólogo Costero con sus recomendaciones, Marga la enfermera, y siguió con el recuento hasta que amaneció, entonces se miró en el espejo con sus grandes ojeras y su pelo ya cano, las arrugas del rostro que evidenciaban su vejez prematura y en su mirada apagada creyó descubrir una mancha de locura que le hizo retroceder y meterse de nuevo en la cama no sin antes tragar dos pastillas tranquilizantes con té de  pasiflora , durmió durante cuarenta y dos horas con veinte minutos según comprobó al despertar, pero aún en su profundo sueño recordó algunos nombres, Virginia la del cuello largo, Anastacio el velador de la fábrica, Emiliana la tejedora, Donaciano al que casi mate al empujarle, se golpeó muy fuerte con un poste de fierro, Miguel el mecánico, José el ingeniero, Miguel el abogado, Nora la colombiana, Margarita que fue estrella de televisión, en ese instante se detuvo, se dijo a sí mismo, ya tengo que dejar en el olvido ese registro,  o tiene ningún sentido, voy a terminar en la demencia sin remedio si continuo con este maldito ritual en el que todos los que he conocido son importantes y quiero recordarlos en sus detalles, en las cosas que compartí con ellos.

Por primera vez encendió el televisor que adquirió cinco años atrás, se sentó frente a la pantalla con una tasa de café, huevos revueltos con jamón , dos piezas de pan y miró las imágenes en la pantalla temiendo que los personajes que aparecieran se convirtieran en parte de su lista, lo cual lamentaría esa noche, porque los setenta y cinco actores y actrices e incluso los que formaron parte de los comerciales, salieron a flote en sus recuerdos con los que iniciaría el listado interminable que le convirtió en ese hombre que se perdió en los laberintos de su mente, en ese universo donde aún sigue repitiendo incesantemente cada nombre y los detalles que le distinguen.

El principio de su padecimiento se desconoce a la fecha, el cerebro humano es demasiado complejo, sus variaciones están en relación directamente con el número de personas que habitan el planeta , es casi imposible, aún con el auxilio de las nuevas técnicas y avances científicos, incluyendo la artificial inteligencia , dérmicas cómo funciona, aún cuando ya hay avances y se continúa la investigación.

Por lo cual lo recomendable es no forzar demasiado al cerebro, cargarlo de cosas sin importancia, la vida es mejor cuando se da el tiempo para relajarse, divertirse, gozar  sin mayores complicaciones.

JuanAntonio Saucedo Pimentel 


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