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miércoles, 16 de marzo de 2022

La guerra y el hombre


De la guerra y la paz 

Cuando la comunicación no es útil para solucionar conflictos, cuando el entendimiento se nubla por intereses mezquinos, la razón se pierde en laberintos de arrogancia, de ambición, corrupción, entonces debemos callar, no decir otra palabra que aumente las tensiones, que propicie mayor descontento.

   Alejarnos de quienes buscan la violencia como principal argumento, se respaldan en las armas, se oponen al dialogo basado en evidencias comprobables para imponer su criterio.

Oponerse a quien a perdido la razón y en su locura distorsiona la realidad al punto de no comprender el daño que puede causar a otros y así mismo no tiene sentido, recomendable es alejarse de esa tendencia negativa, buscar en quienes mantienen la calma procuran el bienestar la compañía, el apoyo, la convivencia fraterna para tener esa paz espiritual que favorece el desarrollo humano.


Los temas de la paz, la libertad, la democracia, la sana convivencia pueden ser argumentos para conflicto cuando no existe la actitud o el sano equilibrio mental para abordarlos, por el contrario, se convierten en las justificaciones para la confrontación que desemboca en violencia, destrucción, dolor, muerte, sin que se haya podido encontrar la formula para detener sus efectos, erradicarlos como la principal enfermedad que afecta al hombre.

 

Es lamentable que con todos los avances científico y tecnológicos se realicen aun actos de barbarie que nos demuestra la falta de capacidad para llevar una existencia fraterna, para encontrar el equilibrio donde la justicia sea no un mero tema de legal, sino una realidad que se viva en las relaciones cada instante, tal vez no hemos puesto atención a las enseñanzas de aquellos que recomiendan la humildad, el amor, la sencillez, como senderos por los que debemos transitar para encontrar aquello que nos proporciona felicidad.

Nos dejamos conducir por quienes aducen que la riqueza, el poder o la fama nos proporcionaran placeres eternos, que nos pondrán en la cúspide del reconocimiento y con ello obtendremos la mas grande satisfacción, pero eso nunca ha funcionado, ni los grandes conquistadores o los hombres mas famosos han encontrado lo ese gozo que alcanzan quienes en la vida de trabajo, en su sencillez y en el anonimato cada día lo dedican a la creatividad, al cuidado, a la los elementos que propician la vida sana, serena, donde la belleza, la convivencia, el amor se disfrutan de manera natural sin tener que recurrir a trucos o agentes externos. Esto lo podemos notar principalmente entre la gente del campo, las personas que se dedican a labrar la tierra, a cuidar el ganado, los bosques, aquello que propicia el bienestar de sus seres queridos, de su comunidad, sin egoísmo y con el único afán de ser útil de sentir la satisfacción de contribuir al bienestar común.

Ahí no se tiene temor de ser víctima, no se tiene la intención de dañar a otros para beneficio personal, el egoísmo se ve como una enfermedad, como también lo es la ambición desmedida y el querer controlar a otros, o imponer su criterio, porque se comprende que todos son importantes dentro de la comunidad para realizar las actividades que les proporcionan lo necesario para su existir.


Esas comunidades cada vez son menos, son absorbidas por la ola del supuesto desarrollo cultural y económico que no son mas que dos puntas de un aplastante sistema que controla y manipula de manera inhumana a los grupos humanos dejando a su paso una marca de inconformidad, de infelicidad en la que se propician las enfermedades que conducen a violentas reacciones, a la falta de entendimiento, a la locura colectiva. Las evidencia son inobjetables, los conflictos de todo tipo se propagan por todo el planeta y se nota la infelicidad que existe en las personas por su actitud auto destructiva que va desde una simple adicción a las actividades extremas, o al suicido que hoy es tan común principalmente entre los jóvenes en los países mas desarrollados. 


Alguna vez, como muchos otros, pensé que encontraríamos las formulas para vivir plenamente con justicia, paz, armonía, pero eso se ha ido diluyendo con el pasar de los años al constatar que cada vez son mayores los conflictos y que el hombre carece de la capacidad para cambiar sus actitudes, para controlar sus impulsos, sus instintos que lo convierten en el peor depredador del planeta y que aun con las mejores intenciones de quienes ven que hay otros caminos, existen las fuerzas negativas que se siguen imponiendo para destruir los intentos de ese cambio que nos pueda dar lo que siempre hemos soñado. 

Es una verdadera pena que hayamos tenido tantas oportunidades de convivir, disfrutar, compartir este mundo maravilloso y que lo estemos  arrojando por la borda por nuestras falta de cordura, nuestra arrogancia, falta de humanidad. 

JuanAntonio Saucedo Pimentel