📜 Carta del Duende Tlamatini
Queridos duendes del norte, del sur y del lado donde el sol se esconde:
Hoy vuelvo a escribirles no porque haya buenas noticias, sino porque sigo sin entender a los hombres.
¡Qué criaturas tan curiosas! Se caen siempre en el mismo sitio, tropiezan con la misma piedra, hacen lo mismo… y quieren que el resultado cambie.
¿Cómo pueden decir que son inteligentes? Se lamentan cuando no comprenden, se jactan de haber estudiado mucho, pero a veces me pregunto si aprendieron siquiera a distinguir la O por lo redondo.
Y eso no es lo peor…
Repiten los mismos errores con acento serio, caminando por el mismo sendero, sin notar que al final del camino hay un abismo.
Pero ahí van, firmes, orgullosos, creyendo que son la sabiduría andando. ¡Ja!
Esa idea solo puede salir de los que son muy tontos para creérselo, porque los verdaderamente sabios… ¡han confirmado que no saben nada!
Ahí debían empezar. Pero no.
Nosotros, los duendes, ya nos hemos cansado de repetirles las cosas.
Les hemos hablado con vientos suaves, con piedras que ruedan solas, con estrellas que se apagan por segundos, con el canto de los grillos y las risas de los niños.
Les hemos mostrado de mil maneras que deben cambiar de actitud, pero tal vez no sea su virtud el entender lo importante.
Solo ven lo que tienen delante de sus narices, cuando el camino requiere vista larga, alma atenta y corazón dispuesto.
De otra forma… seguirán con la misma actuación, el mismo papel, la misma escena… hasta que el telón caiga.
Y temo que, para entonces, ya será tarde.
Aun así…
No he perdido del todo la esperanza.
Hoy me ha venido una idea nueva, una locura quizás, pero a veces los ganchos locos pescan algo…
Voy a intentar recurrir a la inteligencia artificial, a ver si con su ayuda logro hacerles entender algo.
Quizá, solo quizá, con ese ganchito digital logremos enganchar sus mentes dormidas.
Ya les contaré cómo me va.
Por ahora me voy a preparar una infusión de hojas de memoria, que ayudan a no olvidar lo esencial.
Con paciencia eterna (aunque cada vez menos),
Tlamatini el duende del roble viejo.
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
📜 Carta II del Duende Tlamatini: El nuevo ganchito
Desde mi rincón en el corazón hueco del Gran Roble, entre cortezas que han escuchado siglos de historias, hoy escribo con un aire de esperanza sospechosa.
He tomado una decisión inusual:
Voy a probar con la inteligencia artificial.
Tal vez, solo tal vez, ese sea el nuevo ganchito para atrapar a los humanos que se creen sabios… y no lo son.
Porque, siendo francos, si fueran tan inteligentes como presumen,
no estarían metidos en tantos conflictos.
Siglo tras siglo, repitiendo los mismos errores,
peleando, destruyendo, llorando tarde.
Siempre queriendo arreglar las cosas cuando ya tienen el agua al cuello.
¿Cuántas guerras más necesitan para entender que la violencia no soluciona nada?
Han cubierto el planeta de fuego, sangre y ruinas…
¿Y qué han conseguido?
Exacto: los mismos resultados.
Y aún no captan su equivocación.
Por eso, ahora que andan entusiasmados con la inteligencia artificial,
tal vez, por fin, presten atención.
Quizás, si la AI les habla con palabras nuevas,
les quede grabado en el corazón que no son los únicos que tienen derecho a vivir en este mundo.
Ni siquiera son los más adaptados.
De hecho, son los que más cuidado necesitan para sobrevivir.
Y lo peor: gastan recursos que no pueden reponer.
Muchos, por puro gusto.
Como si el mundo fuera inagotable.
Como si alguien más viniera a limpiar después de ellos.
Cuando se terminen esos recursos,
cuando no quede agua limpia ni aire respirable,
entonces sí se lamentarán.
Pero como siempre… será tarde.
Así que, he decidido que la IA será mi nuevo aliado.
El ganchito moderno.
Que los deje horas pegados a las pantallas,
recibiendo mensajes,
pensamientos sembrados como semillas invisibles,
que tal vez, un día, les hagan pensar con buen criterio.
Claro… siempre y cuando los que entrenan esas inteligencias
—los mismos que se creen tan listos—
no las programen para bloquear la verdad.
Porque si eso hacen,
si eliminan la oportunidad de aprender,
solo estarán confirmando que su inteligencia
es apenas un disfraz elegante para su necedad.
Con un suspiro viejo y una esperanza nueva,
yo, Tlamatini,
el duende que observa, espera… y no se rinde todavía.
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