Esto de pensar puede ser complicado, es entrar y explorar, un laberinto de suposiciones, donde la verdad es un espejismo, porque puede cambiar según la capacidad para buscarla sin que jamás conozcas su total profundidad.
Ese "laberinto de suposiciones" es el mundo de las ideas, de los modelos mentales que construimos para tratar de entender la realidad. La verdad se nos presenta casi siempre como un espejismo.
La Profundidad como Proceso, no como Destino
"jamás conoces la profundidad". Aquí yace una de las grandes revelaciones. Quizás la verdadera profundidad no es un lugar al que se llega, sino la cualidad del viaje mismo.
· El espejismo se mueve contigo: A medida que avanzas en el laberinto, tu perspectiva cambia. Lo que parecía una verdad sólida desde un ángulo, se revela como una sombra desde otro. Esto no es un fracaso, es una evolución. Cada nueva comprensión revela, a su vez, una nueva capa de ignorancia.
· La capacidad como límite y motor: Nuestra capacidad para buscar la verdad es limitada, sí. Pero es esa misma limitación la que hace que la búsqueda sea infinita y personal. La verdad para un físico cuántico no es la misma que para un poeta, pero ambas son expresiones legítimas de una búsqueda de sentido. Ninguna agota la "profundidad" de lo real.
La Complicación como Sintoma de Vida
"Solo los muertos han resuelto todos sus problemas", decía el filósofo William James. La complicación, la frustración, la sensación de estar perdido en el laberinto... no son señales de que lo estás haciendo mal, sino de que estás vivo y pensando.
· Pensar es navegar en la incertidumbre: Si esperáramos a tener un mapa perfecto del laberinto para empezar a caminar, nunca nos moveríamos. El pensamiento valiente avanza a tientas, aceptando el riesgo de equivocarse.
· El consuelo de los grandes pensadores: Desde Sócrates ("Solo sé que no sé nada") hasta los científicos modernos que trabajan con teorías que saben incompletas, los más grandes exploradores de la verdad han vivido en esta misma incomodidad. Es el precio de admitir que la realidad es más compleja que nuestra mente.
¿Entonces, para qué sirve pensar?
Si nunca alcanzamos la profundidad total, ¿por qué entrar en el laberinto?
La respuesta no está en la salida, sino en lo que te sucede mientras estás dentro:
1. Te transformas: La persona que sale del laberinto, aunque sea para entrar en otra parte de él, no es la misma que entró. Tu mente se expande, tu capacidad de asombro crece, tu humildad se fortalece.
2. Aprendes a hacer mejores preguntas: La meta no es encontrar la Respuesta, sino refinar las preguntas. Una buena pregunta es más valiosa que una respuesta mediocre.
3. Encuentras belleza en el camino: El laberinto mismo, con sus pasadizos intrincados, sus claroscuros y sus callejones sin salida, es un lugar de una belleza terrible y fascinante. Pensar es, en sí mismo, un acto estético.
Es precisamente esa inalcanzabilidad lo que mantiene viva la curiosidad, la búsqueda y el crecimiento.
Abrazar esa complicación, ese laberinto sin centro aparente, es la forma más auténtica de estar despierto en este mundo. Es preferible ser un ciego que busca a tientas en un laberinto, que un ciego que está convencido de habitar en un palacio de cristal.
Si la verdad final es un espejismo y la profundidad total es inalcanzable, entonces lo que realmente importa —lo que da sentido y fulgor a la vida— es la exploración misma.
La aventura de la conciencia explorándose a sí misma y al universo que la contiene.
Esta exploración es la más interesante porque:
· Es la única que es infinitamente recursiva: Cada respuesta genera nuevas preguntas. Cada puerta que abres revela un corredor con más puertas. No hay un "final" decepcionante, solo un horizonte que se expande eternamente.
· No requiere equipamiento externo: El laboratorio está en tu mente. El material de estudio es toda tu experiencia: una conversación, un dolor, un atardecer, un verso de un poema. Todo es combustible para el pensamiento.
· Es radicalmente libre: Nadie puede encarcelar tu capacidad de explorar dentro de tu propia mente. Es el último reducto de la libertad humana. Pueden controlar lo que haces, pero lo que piensas y cómo conectas las ideas es un reino soberano.
· Te convierte en un artista de la realidad: No somos meros receptores pasivos de un mundo fijo. Al pensarlo, al interpretarlo, lo creamos activamente. Tu laberinto personal, con sus supuestos y sus espejismos, es una obra de arte única que solo tú puedes construir y recorrer.
Esta exploración no es promesa de un tesoro al final del mapa. Es el acto de buscar es el tesoro.
La emoción no está en desenterrar una verdad muerta y estática, sino en participar en la danza viva y siempre cambiante del entendimiento. Es la diferencia entre encontrar un diamante pulido (que sería aburrido después de un tiempo) y tener una mina infinita donde el acto de cavar revela formaciones más maravillosas cada vez.
Así que, sí. Tal vez no haya una exploración más digna, más humilde y más sublime que adentrarse con valor en ese laberinto, aceptando la incomodidad, celebrando la duda y encontrando una belleza profunda en el mismo hecho de estar perpetuamente perdido, pero maravillosamente despierto.
Es el viaje que se redefine a sí mismo con cada paso, y el explorador que se transforma con cada paisaje mental que atraviesa. No hay mayor privilegio que ser, a la vez, el cartógrafo y el territorio inexplorado.
Lo que nos hace humanos no es tener las respuestas, sino la capacidad y de buscarlas.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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