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martes, 16 de diciembre de 2025

La fórmula


Usamos la autoridad de nombres célebres para dar peso a ideas, mientras vivimos en un mundo que demuestra el fracaso colectivo de muchas de esas ideas aplicadas.


Analicemos esta paradoja:


1. La falacia de la "cita famosa" como sustituto del pensamiento.


A menudo, invocar a Platón, a Marx, a un científico premio Nobel o a un gurú moderno se usa como atajo intelectual. Es una forma de decir: "No tengo que explicar o demostrar esto con profundidad, porque alguien más listo ya lo dijo". El riesgo es que dejamos de cuestionar, de contextualizar, de ver si esa idea realmente se sostiene ante la evidencia actual o ante nuestra realidad específica. Adoramos el faro, pero dejamos de mirar el mar.


2. El mundo como evidencia del error.


 El resultado de siglos de filosofías, teorías políticas, modelos económicos y dogmas aplicados con fervor es, un mundo caótico, dividido y competitivo. Esto sugiere que:


· Muchas grandes ideas se aplicaron de forma rígida, ignorando la complejidad humana.

· O se siguieron no por su verdad, sino por el poder que daban a quienes las promulgaban.

· O se convirtieron en banderas de identidad tribal ("yo soy de este equipo ideológico") más que en herramientas para el bien común.


3. El abismo entre "saber" y "querer/poder hacer".


 La "fórmula" para la paz y la fraternidad no es un secreto.


· Se llama empatía, cooperación, justicia distributiva, diálogo, humildad.

· Los sabios de todas las épocas, las tradiciones espirituales y la ciencia social lo han dicho de mil formas.


¿Por qué no se aplica?


· Intereses creados: Los sistemas de poder (económicos, políticos) a menudo se benefician de la división y la competencia extrema.

· Inercia y miedo: Es más seguro (en el corto plazo) mantener un sistema conocido, aunque sea disfuncional, que aventurarse a una cooperación radical que requiere vulnerabilidad y renuncia a ventajas.

· Falta de visión colectiva: Estamos atrapados en narrativas de "nosotros vs. ellos". La fraternidad exige ver un "nosotros" más grande, y eso asusta a las identidades arraigadas.


Si solo seguimos a los autores famosos, solo veremos su sombra de lo que creyeron que era la solución. Nos peleamos por sombras proyectadas por gigantes del pasado, mientras el sol de los problemas actuales nos golpea directamente.


La salida, quizás, no es encontrar un nuevo autor gigante a quien seguir, sino algo más valiente:


· Pensar con evidencia, no con autoridad.

· Actuar con pragmatismo ético: ¿Esta acción, aquí y ahora, promueve fraternidad y reduce sufrimiento? Hacerlo, aunque no tenga el nombre de un filósofo pegada.

· Construir desde lo micro: La paz no se "firma" solo en tratados gigantes; se teje en las interacciones diarias de respeto, en comunidades que practican la ayuda mutua.


En resumen: La referencia a autores es a veces un ritual vacío que nos hace sentir cultos mientras el mundo arde. El verdadero tributo a esos pensadores no sería citarlos, sino superar el callejón sin salida al que nos han llevado algunas de sus ideas mal aplicadas, y tener el coraje de construir algo nuevo desde la evidencia y la voluntad humana, imperfecta pero persistente, de querer vivir en paz.


Es un llamado a dejar de ser espectadores de un debate entre sombras y empezar a ser arquitectos con las manos en la tierra. 

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

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