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domingo, 1 de marzo de 2015

Mi mala educación

Mi mala educación

     He pensado muchas veces que aprendí cosas que no me han servido para algo prácticos en la vida, los maestros se esmeraron en seguir el plan de estudios ideado para confundirme, para hacerme sentir que no soy inteligente y que, por mas que me esfuerce siempre ha de ser mayor mi ignorancia a mi conocimiento, o que de nada  sirve saber si no se tiene un titulo en la mano, de tal forma que se vale cualquier cosa para alcanzar los títulos y lo demás sale sobrando.
   Muchos conocimientos adquiridos se fueron a la papelera de mi memoria, se esfumaron con los años, o se transformaron en tema para criticar a los programas educativos que supuestamente nos dan herramientas para incorporarnos al mundo productivo, cosa difícil según lo vivido, porque no es lo mismo tener que salir a ordeñar vacas a la madrugada que entrar en un despacho, una oficina, un estudio, una empresa o un comercio. 

 Son tantas las profesiones y las actividades que resulta casi imposible hacer un programa que contenga los estudios necesarios para cada una de ellas, pero se pretende que al menos se unifiquen criterios y poner las bases para un mejor entendimiento, lo cual no ha sido posible a juzgar por los constantes conflictos en las actividades diarias y no se diga en las relaciones a nivel empresarial, político, económico, social e incluso en lo familiar.

Tal parece que nos hemos metido en un laberinto del que no encontramos la salida, estamos cada vez mas perdidos haciendo del planeta un lugar difícil para la vida, cosa bastante triste si notamos que tiene tantas cosas maravillosas que pudiéramos haber gozado y compartido si nuestro comportamiento fuera diferente.   Ese comportamiento fue trazado, programado y aprendido conforme nos educábamos en la competencia, en la lucha constante para ganar en cualquier terreno, dejando atrás los valores primordiales para una buena convivencia, sin comprender que formamos parte de un todo que se encuentra interconectado y que cualquier acción repercute en el conjunto total. 

No se mostro la importancia de la cooperación y el accionar correctamente, a pensar antes de actuar, a ser crítico y diferenciar entre una ganancia inmediata y un bien común a largo plazo. Tampoco aprendimos a ver a cada uno con respeto y comprender la importancia de cada uno para el funcionamiento de una sociedad.  De esa forma perdimos el rumbo y salimos en estampida buscando la forma de mantenernos en el frente, de ser competidores que luchan en todos los niveles para obtener los mejores resultados personales y el resultado ha sido catastrófico porque hay quienes  utilizan trampas y caen en actos criminales por ese afán de ser ganadores.

Difícil es cambiar esa mentalidad programada durante toda la vida, recibimos ejemplos desde nuestros primeros años y proseguimos un camino equivocado en los centros de estudio, en el trabajo y de la sociedad en general, porque al igual que la fábula de los cangrejos, no hay quien nos muestre como caminar derechos, o mejor dicho, no entendemos cuando alguien actúa correctamente, preferimos eliminar a los que se salen de las normas establecidas, los acusamos de cualquier cosa, los juzgamos duramente y les imponemos la indiferencia como la forma mas leve de castigo y la muerte  como algo que nos libra de la carga para siempre.

  En este laberinto del desconocimiento y de la confusión, nadie ha salido ganando, nos enfrentamos con serios problemas de contaminación y de crisis de diferente tipo que han dado como resultado vivir en sociedades enfermas, conformadas naturalmente por seres enfermos que no aceptan su equivocación, no porque no tengan las evidencias para constatarlo, sino porque su instinto le impone seguir defendiendo una posición donde han estado siempre y no intentar algo diferente, porque lo desconocido causa temor.  

Cualquier tentativa de cambio se reprime, no hay forma de presentar las cosas nuevas sin una resistencia, el proceso de cambio se tiene que ajustar a las normas establecidas, o sea, no hay transformación posible.

No es tanto el egoísmo, la educación competitiva o nuestra locura lo que nos detiene, sino los temores, es ahí donde radica el principal obstáculo para cualquier transformación. Incluso en nuestro ser, de manera individual, es difícil iniciar un proceso que nos lleve a un nivel evolutivo real, nos conformamos con ser parte de un grupo que nos califica de triunfadores, nuestros éxitos se miden en función de la critica , premios, reconocimientos y no en función de su verdadero contenido practico, sobre todo en el sentido de bienestar común, que debiera ser uno de los puntos clave para medir nuestras metas.

Si digo  y hago lo que agrada a los demás soy exitoso, si les critico o intento algo nuevo encuentro la resistencia, soy un revolucionario, un rebelde, un terrorista que puede causar grandes daños en las mentes de los jóvenes que aun no han sido perfectamente programados para seguir las rutas que siempre se han seguido, eso es un verdadero peligro según los cánones establecidos.

no aprendí que el respeto para conmigo mismo y para todo cuanto existe es importante, que no hay nada mas valioso que la vida en su conjunto, que cuando algo se hace mal se daña al entorno  o que cada uno tiene un lugar especifico igualmente relevante para el funcionamiento de la sociedad. 


Al final estoy observando que lo que no me ha servido de mi educación, es el punto de referencia para llegar a la conclusión de que camine en la senda que la mayoría ha caminado, esto es, en la equivocada, la que nos conduce al precipicio sin importar cuanto me digan que he ganado o cuanto califiquen con buen promedio mis acciones, el caso es que coopere a la destrucción de algo maravilloso, mi propia vida y la de un planeta que alguna vez contuvo la gama de flora y fauna mas increíble, paisajes hermosos, recursos que se antojaban interminables,  pero eso lo aprendí muy tarde.

                                                      JuanAntonio Saucedo Pimentel

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