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sábado, 22 de diciembre de 2018

Estoy contigo

Escribo ahora sin saber la historia completa de lo que he de vivir en el futuro, compartiendo el tiempo  y el espacio en limites marcados por sutiles abstracciones que inventamos para  dar referencia de lo que sucede o ha sucedido, hablando de un pasado, de un futuro, de un presente que ya no existe porque se ha diluido en un instante transcurrido sin que apenas me haya percatado de su importancia o de su intrascendente paso que seguramente para algunos ha marcado el comienzo o el final de un sentimiento profundo, de una acción que les causa dolor o regocijo , nada importante en el infinito cosmos donde vagamos instalados en una esfera que denominamos tierra, envuelta en los espejismos de nuestras interpretaciones y representaciones mentales, en la obstinada intención de comprender y clasificar, de modificar o destruir sin que haya una forma de entender con certeza que es verdad o que es mentira.
    Recorro la senda que tengo por delante, dejando atrás lo que ya he vivido encontrando un contenido que se ha repetido en varios siglos, comparto nuevamente las fiesta, los eventos, las tragedias, ilusiones, lamentos, esperanzas, guerras, nacimientos y muertes en escenarios que se dicen naturales, en tiempos que se dicen importantes sin tener el contenido suficiente para ser intemporales,  no lo entiendo, como tampoco he entendido la razón de la existencia o de la no existencia, del imperioso impulso a trascender del hombre, a su obstinada constancia en la búsqueda de respuestas a preguntas que se han repetido desde siempre.

Comparto el día y la noche, el calor del sol, el brillo de las estrellas con millones de seres que se afanan por seguir viviendo para descubrir lo que hay en el siguiente paso, como si ahí estuviese la razón de su vida, de la mía que se confunde con las otras y se funde en los silencios, con los ruidos, en el viento y en las horas en que el planeta gira alrededor del sol y en si mismo proporcionando cambios de luces y sombras, de estaciones que transforman el paisaje, dejando estelas de misterio, de marchitados campos, de renovados bosques, de ríos que se han secado, cascadas formadas con llanto.

   Se filtra por el pensamiento las ideas que no se de donde han provenido, inquietos visitantes que perturban la tranquilidad de mi sueño, vagabundos confundidos entre la maraña de sucesos que han nutrido durante el día mis sentidos, rumiando su contenido, llegando a conclusiones que se ajustan a una interpretación por paradigmas inducidos, a un concierto de nuevos discernimientos  que se pierden en la inmensidad de mi universo interno.

Cuantos años, espacios, personas, sucesos, ideas, sentimientos, pensamientos perecidos en un recorrido que no se termina con mi deseo, ni siquiera con la intención del aniquilamiento del repetido duelo de quienes han perdido a lo que aman, desesperado intento de mitigar un dolor nutrido de la impotencia para detener lo que ha de suceder por natural proceso, el vivir marca el destino de perecer algún día, pero es difícil para quien lo enfrenta de pronto y se ve envuelto en un final no deseado condenado a seguir sin ese elemento importante, referente irrepetible porque el amor no se entiende jamas completamente. 


Otro año termina y otro se inicia con las mismas esperanzas que en otros tiempos los abuelos fincaron en sus almas, sueños de siempre que demuestran las buenas intenciones en el océano de emociones proyectadas en espacios de este mundo sin las repercusiones que se anhelan, apagadas por estruendo de cañones, de clara demostración de la locura humana colectiva, de la intención inconsciente destructiva que se apodera de las mentes logrado lo que parece un fin trágico para la especie que ha tenido la oportunidad de vivir en un mundo maravilloso pleno de belleza, saturado de misterios, de espectáculos que nos sorprenden cada día, cada tarde, cada noche mientras intentamos ser humanos, amar y ser amados

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