Encontré un hombre que me aconsejo no preguntar lo que no tiene respuesta, otro que me aseguro que los senderos de loa grandes descubrimientos eran aquellos que aún no se recorren, otro me dijo que la sabiduría consiste en dejar fluir la vida espiritual y física de forma natural y de sus opiniones concluí que las distintas formas de percibir e interpretar forman el calidoscopio universal donde todo es posible y donde se puede encontrar las maravillas y los tesoros del pensamiento, conduciendo a las grandes ideas, a las fantasías que llenan los espacios donde el silencio se convierte en música, las palabras en poesía, y puedo ver en los confines del universo aquello que hace al hombre un ser mortal con destellos de divino, conformado de la misma materia y energía de lo existente en el cosmos infinito y sin embargo distinto, por ser consciente de su propia existencia, de su espacio y tiempo, de lo que significa la vida y la muerte en la transformación constante e intuye qué hay algo más que le supera en su propia capacidad de entendimiento, le nombra Dios, le otorga la facultad de crear, destruir, modificar, premiar o castigar por simples conveniencias definidas en cada época, sabedor de que aún sigue buscando la correcta respuesta.
Encontré en el sendero a un humilde campesino que me explico cuán importante es saber distinguir las buenas semillas para obtener las mejores cosechas y entendí qué hay entre los hombres quienes tienen el talento para sembrar lo correcto.
Observé a una mujer atendiendo con esmero a sus hijos y me asombré de tanta dedicación y esperanza en el futuro sin reparar en los sacrificios, con el profundo sentimiento de amor del que poco entiendo, tal vez porque no lo puedo calcular, medir, pesar, o pertenecer a una dimensión en la que solo pueden entrar los de espíritu limpio, los que saben amar incondicionalmente. Tal vez alguna vez lo pude lograr, pero lo olvidé entre los confusos bosques de las preguntas, de la búsqueda de las respuestas que nunca se han podido obtener, esmerándome en tener antes que ser.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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