“La Siembra en Tiempos Difíciles”
El hombre llegó al jardín como quien busca sombra en medio del desierto. Tenía el rostro sombrío y los hombros vencidos. Se sentó en silencio en una banca, observando sin ver cómo el viejo jardinero removía la tierra con paciencia, como si hablara con ella en murmullos que sólo los árboles comprendían.
Cuando por fin el hombre rompió el silencio, su voz era apenas un hilo de resignación:
—Ya no puedo más. La crisis me está devorando. Los proveedores han cerrado, los costos suben cada día, y no tengo más opción que despedir a mis trabajadores. ¿Cómo se le explica eso a quienes confiaron en ti? ¿Cómo seguir cuando todo parece fuera de tu control?
El jardinero dejó la azada a un lado y, limpiándose las manos con un trapo, se sentó junto a él.
—Mira —le dijo señalando las hileras recién sembradas—. Cada mañana sembramos. Con nuestro trabajo, nuestras ideas, con el entusiasmo que a veces tenemos que inventar. Plantamos semillas esperando buenos frutos, sabiendo que una tormenta puede arrasar con todo en minutos. Y aun así, ¿dejamos de sembrar? No. Empezamos otra vez.
—Pero usted siembra en tierra —dijo el hombre con amargura—. Yo siembro en personas, en negocios, en sueños que ya no sé si darán algo.
—Yo también siembro en personas —respondió el jardinero con una sonrisa serena—. Porque cada palabra de aliento, cada ejemplo, cada gesto de respeto o cooperación es una semilla. Y no sabemos cuándo germinará, pero hay que plantarla.
El jardinero hizo una pausa y señaló un árbol que, pese al viento reciente, aún sostenía sus ramas.
—¿Ves ese árbol? Lo sembré hace años. Varias veces creí que no resistiría: plagas, sequías, heladas. Pero cada vez que se debilitaba, lo cuidaba. Y hoy mira: da sombra, da vida.
El hombre miró el árbol como si lo viera por primera vez. Sus ojos, antes cargados de derrota, mostraron una chispa de comprensión.
—Entonces… ¿usted cree que aún puedo hacer algo?
—No sólo puedes —le dijo el jardinero con firmeza—. Debes. Porque también es tu responsabilidad sembrar esperanza. Incluso en medio del dolor. Sobre todo en medio del dolor. Es en los tiempos difíciles cuando más necesitamos creer que la tormenta pasará… y que volveremos a sembrar.
El hombre se levantó. No tenía las respuestas, ni los recursos mágicos. Pero había recuperado algo valioso: la convicción de seguir. Agradeció al jardinero y, mientras se alejaba, llevaba en su alma una semilla nueva.
Reflexión final:
Todos somos sembradores. Cada gesto, cada palabra, cada decisión que tomamos es una semilla que arrojamos al mundo y también a nuestro propio interior. A veces parece que nada florece, que la tierra está seca o la tormenta no da tregua… pero las semillas duermen, resisten, esperan. En el alma llevamos guardado todo lo que otros han sembrado en nosotros: amor, fortaleza, valores, esperanza. Y llegará el tiempo apropiado. Entonces, sin aviso, brotarán los frutos que darán sombra, alimento y sentido a nuestro andar. No dejemos de sembrar, aun en los tiempos difíciles. Porque la cosecha, tarde o temprano, siempre llega.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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