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El Libro Cuando nació la idea de escribir fue como la tormenta que de pronto aparece en el horizonte anunciando con relámpagos y truenos...

sábado, 17 de mayo de 2025

Los rumores sobre la escuela del futuro


El fuego en El Palomar


La mañana en el pueblo se despertaba con su acostumbrado concierto de gallos, el olor a café colándose por las rendijas de las casas de adobe, y el vapor del nixtamal subiendo desde los fogones. Los niños, con mochilas remendadas y pasos apurados, ya iban camino a la escuela. Los hombres, machete al cinto, se dirigían al campo. El sol, como siempre, salía sin preguntar a quién favorecía y a quién castigaba.


Doña Matilde estaba hincada frente al comal, dándole forma a las tortillas con manos curtidas por los años. A su lado, un canasto de palma lleno de masa esperaba su turno. En eso, la silueta de Jacinta apareció en la entrada, con su rebozo bien ajustado y el ceño apretado.


—Oiga, doña Matilde, ¿es cierto que su nieto está yendo a la nueva escuela esa… la de El Palomar? —preguntó, sin siquiera saludar del todo.


—Así es, comadre. Pase, no se quede ahí, que el sol ya empieza a picar —respondió Matilde, sin dejar de girar la tortilla con dedos expertos.


Jacinta entró con pasos recelosos. Algo le hervía por dentro y no tardó en soltarlo:


—Dicen que en esa escuela hacen experimentos con los niños… que enseñan cosas raras, logaritmos y quién sabe qué más. ¡Y que tienen máquinas que contestan solas! A mí eso no me suena bien… ¿Qué clase de cosas les meterán en la cabeza?


Matilde no se inmutó. Apenas levantó la vista y sonrió con calma.


—No se alarme, comadre. El muchacho llega contento, con los ojos como brasas, hablándome de cosas que ni yo sabía que existían. Pregunta todo, investiga, hasta me explicó lo que es una inteligencia artificial. Yo apenas y entiendo, pero le veo el alma encendida.


—¿Y si lo están engañando? —insistió Jacinta—. El otro día, vi a unos fuereños por allá. Rostros duros, mirada fría. Dicen que fueron enviados por los de arriba a “observar”. Mire usted qué casualidad…


Matilde dejó de girar la tortilla. El silencio llenó el cuarto, junto con el crujido de la leña que se consumía.


—Sus papás fueron a la charla —dijo al fin—. Les explicaron todo, respondieron dudas. Es una forma nueva de enseñar, sí… pero los tiempos cambian, Jacinta. Y a veces el cambio viene vestido de duda.


—Pues yo nomás digo… que no vaya a salir uno lamentándo. Ya ve cómo es el mundo. Al que piensa diferente, lo callan. Y más si empieza a despertar conciencias.


Se levantó abruptamente, como si ya se hubiera quedado demasiado tiempo.


—Bueno, la dejo, comadre. Tengo los frijoles en la lumbre, y si se queman, mi viejo no me perdona.


Al quedarse sola, Matilde miró hacia la mesa. Ahí estaba el cuaderno de su nieto, abierto, con dibujos de células, ecuaciones, mapas del mundo y una frase subrayada en rojo: “La educación no es llenar un cántaro, sino encender un fuego”.


Sonrió, pero la sonrisa se le quedó en los labios. Porque sabía lo que sabía. Que en este mundo, los fuegos nuevos asustan a quienes siempre han tenido el poder de encender y apagar las luces a su antojo.


Pensó en los caciques del pasado que temían al maestro, al libro, a la palabra libre. Y supo, en lo más hondo de su ser, que todavía existen… solo que ahora usan trajes finos y se sientan frente a pantallas en oficinas de aire frío.


El fuego que crecía en El Palomar podía ser la chispa de algo grande. Pero también el blanco de los que no toleran que alguien vea más allá del cerro.


JuanAntonio Saucedo Pimentel .



EL PALOMAR – ESCUELA DE LOS NUEVOS TIEMPOS


La brisa matinal traía olor a tierra mojada y café recién colado. El sol apenas despuntaba, pero en la nueva aula del Palomar —una mezcla de madera rústica y pantallas solares— ya se oían risas, voces emocionadas y sonidos digitales que parecían venir de otro mundo.


Adentro, una veintena de niños estaban concentrados frente a sus mesas inteligentes. Las superficies brillaban con imágenes que respondían a sus dedos como si fueran agua viva. En una de ellas, Marisol y Chucho armaban un rompecabezas del Caribe mexicano. Cuando colocaron el manglar en su sitio correcto, el sistema proyectó una animación: aves levantando el vuelo, peces escondiéndose entre raíces, y un mensaje que apareció flotando:


“El manglar filtra el agua, protege de huracanes y da hogar a cientos de especies.”


—¡Mira, Marisol! Si le ponemos una fábrica aquí, el sistema nos muestra cómo sube la contaminación —dijo Chucho, activando una simulación con los dedos.

—Y si plantamos más árboles, se equilibra el ecosistema —respondió ella, con los ojos brillantes.


Mientras tanto, en otra mesa, un grupo jugaba con una línea de tiempo interactiva. Movían eventos como piezas de dominó: la Revolución Mexicana, la independencia de Haití, la invención del telégrafo… Al coincidir dos hechos, la pantalla mostraba un mapa mundial donde se iluminaban las consecuencias globales.



En la parte trasera del aula, la maestra Guadalupe —una joven que había regresado al pueblo tras estudiar pedagogía avanzada en la ciudad— guiaba a un grupo en el “Taller de dilemas”. Ese día discutían si era correcto usar inteligencia artificial para reemplazar maestros humanos. La IA del sistema no daba respuestas: provocaba preguntas.


Los visitantes adultos aprovecharon para hacer sus comentarios.

—¿Y si el robot no entiende cómo se siente un niño triste? —preguntó Juana.

—¿Y si el maestro de verdad no entiende nada de ciencia? —respondió otro.

Todos rieron. La maestra también.


En la puerta de la escuela, un pequeño grupo  observaba. Matilde, Jacinta, don Pablo y otros vecinos veían con los ojos entrecerrados, como si intentaran entender una lengua nueva.


—¿Viste eso? —dijo Jacinta, asombrada—. Los niños debaten como si fueran senadores, pero sin pelear…

—Y ríen —agregó Matilde—. Aprenden riendo. Eso no se veía antes.

—Pero no me fío de esas máquinas… uno no sabe hasta dónde pueden llegar —murmuró don Pablo, frunciendo el ceño.


—Mire, don —intervino la maestra Guadalupe, que los había escuchado sin querer—, no se trata de que la máquina enseñe, sino de que despierte la curiosidad. Lo importante es que los niños pregunten, que experimenten, que jueguen pensando. La tecnología no manda, sólo acompaña.

—¿Y quién garantiza que no la usen para otra cosa? —dijo Pablo con desconfianza.

—Eso depende de nosotros, de los adultos. De no soltarles el rumbo —respondió Matilde, firme, con la sabiduría que dan los años.


En ese momento, desde una pantalla en el aula, una IA con voz suave dijo:


“Aprender no es repetir. Es descubrir. Y lo que se descubre jugando, jamás se olvida.”


Los niños aplaudieron como si lo hubiera dicho una persona.

Jacinta rió bajito.

—¿Y si tienen razón? Tal vez aprender jugando sí sea cosa seria…


Matilde no respondió. Se quedó mirando a su nieto, que trataba de explicar a sus compañeros cómo medir la distancia a una estrella usando un triángulo que él mismo había dibujado con servilletas recicladas y una linterna.

En sus ojos no había duda: sólo un brillo intenso

Y ese brillo ella lo sabía— venía de un espíritu despierto, de la inquietud de la mente.



Actividad: “El Mundo en un Mismo Tiempo”


Grado: Secundaria o preparatoria

Duración: 2 sesiones de 50 minutos

Área: Historia, pensamiento crítico, tecnología educativa

Modalidad: Individual o por equipos


Objetivo general:


Que el alumno comprenda que los eventos históricos no suceden de forma aislada, sino que forman parte de un entramado global de cambios, tensiones y transformaciones. Fomentar la curiosidad, la conexión de hechos y la comprensión del contexto mundial.


Material necesario:

Acceso a una línea de tiempo interactiva digital (puede desarrollarse en plataformas como Genially, Prezi, Tiki-Toki o Google Earth con capas históricas).

Proyector o pantallas 


Ejemplo de línea de tiempo - Año 1968

México: Movimiento estudiantil y la matanza de Tlatelolco.

Francia: Mayo francés, protestas sociales y culturales.

EE.UU.: Asesinato de Martin Luther King Jr., protestas contra la guerra de Vietnam.

Checoslovaquia: Primavera de Praga y posterior invasión soviética.







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