El abuelo y la memoria que se va
Al abuelo ya se le olvidan muchas cosas. El pasado se va diluyendo en esa memoria que siempre nos admiró por su capacidad de retener datos con precisión. Ahora dice que hasta se le olvida que se le olvidan las cosas, y ríe al contarlo. Según él, eso lo llevará a ser casi un santo, porque ya no recuerda a quienes alguna vez lo ofendieron, le pusieron trabas en el camino o lo calumniaron. No tiene que perdonarlos, simplemente se esfuman… como si jamás hubieran existido.
Aunque, siendo sincero, son muy pocos los que alguna vez le hicieron daño. Él no guarda rencor. Siempre se ha referido a ellos como aquellos que le enseñaron lo que no debía hacer: el calumniador le enseñó a no mentir, el defraudador, a no abusar de los demás, el agresivo, a controlar sus impulsos.
También afirma que es difícil calificar a las personas únicamente por lo que hacen en algún momento. Todo cambia —dice—, incluso la gente. A veces, de forma abrupta e inesperada, alguien se transforma en algo que jamás imaginamos. Ha visto a personas buenas convertirse en amargados que hacen la vida difícil a otros, mientras que quienes parecían ogros terminaron siendo los guías hacia un ideal.
“El ser humano es más complejo de lo que quisiéramos”, asegura. “No hay reglas para predecir qué puede afectar su comportamiento o llevarlo a cambiar.” Por eso, me aconseja no juzgar a la ligera y tampoco ser demasiado severo conmigo mismo. Un día puede parecer perfecto y, sin razón clara, algo en él nos incomoda. Somos impredecibles. Pero aun así —insiste— hay que intentar seguir una ruta: aprender a controlar los impulsos, a manejar lo imprevisto. La vida está llena de sorpresas y conviene estar prevenido tanto para lo bueno como para lo malo. Nada es eterno. Todo pasa, incluso cuando hacemos todo lo posible por retenerlo.
—Ya sé que estoy perdiendo la memoria —me dice con una sonrisa tranquila—. Pero eso es normal. ¿Para qué me ha de servir andar cargando con tantos recuerdos si ahora olvido hasta apagar las luces… o si ya me bañé hoy o fue ayer?
Y entonces suelta una de sus bromas:
—¡Ya ni me acuerdo si soy casado o soltero!
La abuela le da un ligero empujón con el hombro y él ríe con esa risa suya que contagia alegría. Creo que eso nunca lo perderá. El buen humor ha sido siempre uno de sus mejores atributos. Aun en los momentos más difíciles, ha sabido bromear. Dice que esos momentos solo son el contraste necesario para valorar mejor la felicidad.
—Como decía ese gran poeta libanés —me cuenta—: en la misma copa se prueba lo dulce y lo amargo.
No sé de quién habla, pero me recomienda que nunca deje de disfrutar la buena música, la literatura y las amistades sanas.
Disfruta a tus padres,hermanos, sobre todo a tus abuelos que pronto se irán, aunque te voy a decir con sinceridad que yo no recuerdo si tuve abuelo, no sé si ,o dice en serio
—Te lo digo antes de que se me olvide darte consejos —añade, riendo mientras saborea el chocolate caliente que le ha traído mi madre, a quien adora como su mayor tesoro.
Dice que los hijos le dan sentido a la vida, que en ellos se ve el pasado y el futuro. Que al verlos crecer y encontrar su propio camino, uno comprende el proceso divino de la existencia.
A veces no entiendo del todo sus pensamientos, pero me agrada verlo contento. Aunque la abuela le repita una y otra vez que deje de hacer tantas bromas, eso no le molesta. Al contrario, dice que eso es precisamente algo que le gusta de ella: que siempre intentó ponerle un freno… y lo consiguió.
—Porque, ¿sabes? —me dijo una vez mirándola con ternura—. A veces uno cambia su libertad por el gran privilegio de amar. Y nosotros nos hemos amado mucho.
El abuelo, sus consejos y la ley del cambio
El abuelo se ha convertido en un consejero. Tal vez porque siente cercano su final, o porque ya no tiene otras distracciones que lo entretengan. Pero también —y eso lo intuyo— porque quiere que yo comprenda a tiempo lo que a él le costó tantos años descubrir.
Me dice que uno muchas veces no entiende lo sencillo, o lo complicado, que puede ser el camino… tan solo por no tener la actitud adecuada para cada ocasión, para cada lugar, y para cada tipo de persona. Porque —según él— en el trayecto de la vida uno se cruza con todo tipo de gente: los indiferentes, los molestos, los agradables, los sinceros y los hipócritas. Así es la vida, hijo —me dice— mientras acomoda su pipa sobre la mesita junto a su silla mecedora.
—Pon atención —me aconseja—. Y no olvides: para cada ocasión hay que saber ponerse el traje y la máscara correctos. Lo primero es quererte a ti mismo. Si aprendes eso, será más fácil que puedas apreciar a los demás.
Me mira con seriedad y dulzura mientras continúa:
—Si hablas con corrección, si te comportas como se espera en cada situación, no tendrás muchos problemas. Pero si alguna vez te topas con un personaje que, sin motivo aparente, se muestra grosero, impertinente o agresivo, no lo tomes como algo personal. Tal vez tiene dentro un motivo que lo tiene atrapado en ese estado.
—Obsérvalo —me dice— como lo haría un psicólogo, como un médico que mira a su paciente y trata de entender cómo aliviarlo. Aunque no logres ayudarlo, al menos te aseguras de no ser tú quien salga dañado por su actitud.
Hace una pausa y después suelta una de sus frases más memorables:
—Y si alguna mujer no te acepta, aunque tú la veas como la más bella de la Tierra, no caigas en el abismo ni te entregues a la desesperación. Haz todos los ejercicios que aconsejan los sabios: respira profundo, medita, concéntrate en tus tareas, en tus objetivos. No le des espacio en tu mente a lo que no está contigo. El deseo puede torturarte si no sabes ponerle límites.
—Si algún día ella te toma en cuenta, no necesitarás hacer muchos méritos. Ella sabrá valorar lo que eres y lo que haces. Por eso —me insiste— es importante vencer a los dragones para impresionarla. No a los de cuentos, sino a los reales: los del fracaso, la arrogancia y la falta de humanidad. Ya verás que, siendo exitoso y haciendo lo correcto, no faltarán mujeres hermosas que se interesen en ti.
Después, baja un poco la voz y añade:
—Cuida mucho a quién consideras amigo. Es mejor no tener demasiados, pero sí contar con aquellos que te han demostrado estar a tu lado en las buenas y en las malas. De lo contrario, más vale estar solo que mal acompañado. Porque con ciertos amigos es como tener enemigos dentro de casa.
Finalmente, mientras el sol se cuela por la ventana y calienta la habitación con su tibia luz de tarde, me dice algo que, estoy seguro, nunca olvidaré:
—En cuanto a los problemas… ya sabes que siempre aparecen cuando menos lo esperas. Por eso hay que estar alerta y no confiarse solo porque la vida parezca tranquila y feliz. Cuando se viene la tormenta, hay que luchar. No será eterna ni invencible, aunque en el momento lo parezca. Siempre saldrás adelante. Y cada vez que lo logres, te sentirás más fuerte, más capaz, más seguro de lo que puedes lograr.
El abuelo bebió un sorbo más de su chocolate caliente y, mientras lo saboreaba con calma, me miró con esa mezcla de nostalgia y claridad que solo tienen quienes han vivido lo suficiente como para entender lo esencial.
—Hijo, hay cosas que no se enseñan en la escuela ni en los libros. Las aprendes solo si estás atento a la vida. Mira, te voy a dar algunos consejos más antes de que mi memoria me juegue otra travesura.
1. No tengas prisa en todo.
—A veces creemos que llegar rápido es mejor que llegar bien. Pero apurarse sin saber hacia dónde vas solo te aleja de ti mismo. Hay decisiones que requieren pausa, madurez, y también corazón. Cuando dudes, no te muevas. Observa. Espera. Y después actúa.
2. Aprende a perder.
—No siempre se gana. Y está bien. Perder te enseña más de lo que imaginas. Te vuelve humilde, paciente y más fuerte. Lo importante es no quedarte caído, ni convertir la derrota en identidad. Uno puede empezar de nuevo, incluso desde lo más bajo.
3. Agradece.
—Agradece lo que tienes, aunque sea poco. Hay gente que daría todo por lo que tú hoy consideras rutina. La gratitud es como el aceite del alma: suaviza los días difíciles y hace brillar los días buenos.
4. Defiende lo que amas.
—No todo vale la pena, pero lo que amas de verdad sí. Defiende tus valores, tu familia, tu paz, tu tiempo. No permitas que te roben lo más valioso por complacer a otros.
5. No te compares.
—Cada quien tiene un reloj diferente. Algunos florecen a los 20, otros a los 60. Lo importante es no vivir midiendo el éxito ajeno como si fuera el tuyo. Haz tu parte, mejora cada día, y no olvides que lo verdadero no compite: crece.
6. Escucha más de lo que hablas.
—Hay quienes creen que la sabiduría está en hablar mucho, pero en realidad se encuentra en saber escuchar. Las personas te mostrarán quiénes son si sabes guardar silencio y observar.
7. Pide perdón.
—No te vuelvas orgulloso. Si te equivocas, pide perdón con el corazón. Eso no te hace menos, te hace más humano, más grande, más digno de respeto.
8. Cuida tu palabra.
—Lo que digas hoy puede volver mañana. Las palabras hieren más que los golpes, y también pueden sanar más que cualquier medicina. Úsalas con justicia, con bondad, con verdad.
9. Haz algo que ames, aunque sea poco.
—No se trata de ser famoso ni millonario. Haz espacio para lo que te da alegría: pintar, leer, cuidar una planta, tocar un instrumento. Eso mantiene viva el alma, aunque el cuerpo envejezca.
10. Nunca dejes de aprender.
—Uno puede ser viejo y seguir creciendo. El que deja de aprender, empieza a marchitarse por dentro. Cada día trae una enseñanza, hasta el último aliento.
11. Recuerda todos son importantes.
Cada persona ocupa un sitio y realiza una función que no puede reemplazarse, es original en cada uno de sus detalles, así que respétala y valora sus cualidades, sus defectos son solo parte de esa originalidad.
El abuelo se quedó en silencio, miró por la ventana el cielo del atardecer que se teñía de naranja y dijo como si pensara en voz alta:
—La vida es un regalo que no viene con manual. Pero sí con oportunidades de hacerlo mejor cada día. Y si alguna vez sientes que todo se te cae encima, recuerda lo más importante que te puedo decir: todo cambia, todo pasa, y tú también cambiarás… para bien, si así lo decides.
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