“El Gran Concurso Mundial de la Felicidad”
Cierto día, en algún rincón de este planeta alocado, los poderosos de la Tierra —esos que tienen tiempo libre porque sus cuentas bancarias trabajan solas— decidieron hacer un evento sin precedentes:
El Gran Concurso Mundial de la Felicidad.
— ¡Veamos quién es el más feliz de todos! — anunciaron, mientras ajustaban sus trajes de diseñador.
Participaron los de siempre:
• El millonario con 3 yates, 5 aviones y 27 relojes de colección, y obras de arte por un valor incalculable.
• El político que habla de paz mientras invierte en fabricación de armas, laboratorios donde no se pretende curar sino mantener la venta de placebos..
• El influencer que sonríe 24 horas al día frente a una cámara, aunque por dentro se preocupe por cuántas visitas tendrá ese evento.
• El empresario que posee media ciudad y 3 hospitales… pero que no duerme sin pastillas.
Y claro, también llegaron los inesperados:
• Don Lupe, el barrendero que silba cada mañana mientras barre la avenida.
• Doña Chencha, la señora de los tacos, que vende con una sonrisa aunque su puesto tenga más años que el puente de al lado.
• El joven mecánico que canta mientras arregla los coches destartalados de los vecinos.
• La viejita que hace pan y lo reparte a los niños que pasan.
El jurado, compuesto por otros ricos y sabios de dudoso criterio, empezó a entrevistar a cada uno:
— Señor del yate, ¿usted es feliz?
— Bueno… es que mi yate nuevo tiene un rayón, el avión privado tiene un problema de software, y mis hijos no me hablan porque se pelean por la herencia.
— Señor político, ¿usted es feliz?
— ¡Por supuesto! — dijo, pero mientras hablaba miraba de reojo si su guardaespaldas estaba cerca, por si alguien venía a cobrarle alguna cuenta pendiente.
— Señor influencer, ¿usted es feliz?
— ¡Súper feliz, síganme en todas mis redes, denle like, activen la campanita! — dijo, mientras le temblaba el párpado por estrés.
Cuando tocó el turno a Don Lupe:
— Don Lupe, ¿usted es feliz?
— ¡Pues claro! Todas las mañanas barro, canto mis canciones, saludo a la gente… en la tarde me echo unos tacos de frijoles con mi compadre y nos reímos de cualquier cosa. ¿Qué más se puede pedir?
Doña Chencha añadió:
— A mí con vender mis taquitos, ver que la gente se va contenta y que me alcanza para tortillas y para el gas, ya me doy por bien servida.
El mecánico sonriendo dijo que si hachaba a volar un motor viejo y le felicitaban era como ganar un trofeo .
La señora que hace pan dijo que con ver la cara de los niños saboreando uno de sus panes se sentía feliz.
El jurado quedó confundido.
— Pero… ¿cómo pueden ser felices si no tienen residencias lujosas, yates, ni relojes caros, ni seguidores, ni poder?
Don Lupe contestó con una sonrisa:
— Pos mire, patrón: el que vive mirando lo que no tiene, nunca disfruta lo que sí tiene. Y si de todos modos uno se va a morir un día, ¿pa’ qué andarse amargando el viaje?
Finalmente, el jurado, a regañadientes, tuvo que declarar un empate técnico… para evitar conflictos y tener apoyo para el próximo evento
Los poderosos regresaron a sus mansiones, más frustrados que antes.
Y los sencillos… siguieron su vida, comiendo sus tacos, riendo de las ironías del mundo, y durmiendo con la tranquilidad de quien no tiene enemigos ni remordimientos.
Porque al final —como diría Don Lupe—:
“La vida no se mide en millones de dólares, sino en millones de sonrisas.”
Esto ya lo anotó el indio científico, que atento al comportamiento humano cree que por ahí está la fórmula para dejar de ser estupidos, concentrarse en hacer lo correcto, no ambicionar demasiado, disfrutar lo que se tiene, compartir con quien se ama y dejar que el mundo ruede.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
No hay comentarios:
Publicar un comentario