“El Duende Crispín y el robot Al-go: ¿Justicia del futuro?”
Una mañana fresca, el duende Crispín, siempre curioso y algo travieso, se sentó bajo el viejo roble junto a su amigo, el robot Al-go, que estaba recargando su batería solar mientras calculaba ecuaciones que ningún humano entendía.
— Crispín: Oye, Al-go… dime una cosa: ¿en el futuro la justicia será impartida por ustedes, los robots?
— Al-go (procesando): Teóricamente posible. Prácticamente… mejor sería que no.
Crispín se rascó la cabeza:
— ¿Y por qué no? Si ustedes son más lógicos, no se dejan comprar, no se enojan, no les tiembla la mano… podrían acabar con tanto fraude, robo, agresión y esas cosas.
Al-go encendió sus ojos azules:
— Justo ahí está el error, amigo Crispín.
El problema no es quién imparte justicia, sino por qué se cometen tantas injusticias.
— Mmm… explícamelo con manzanas, porque no soy muy bueno con las ecuaciones tuyas.
— Muy simple:
Si el ser humano dejara de:
• Fabricar mentiras como si fueran pan caliente.
• Competir a ver quién tiene el auto más grande, la casa más lujosa o el ego más inflado.
• Creer que calumniar, robar o agredir es un deporte olímpico.
… entonces no haría falta ni jueces, ni tribunales, ni abogados (ni humanos, ni robots).
— ¡Pero si los abogados hacen falta para todo! — protestó Crispín.
— Exacto. Porque la sociedad está hecha para que necesites abogados desde que naces:
• Abogado para registrar al niño.
• Abogado para el testamento de los abuelos.
• Abogado para divorciarte.
• Abogado para demandar al vecino porque su gallina se metió a tu jardín.
• Abogado para denunciar al que se ofendió porque le dijiste la verdad.
Crispín se reía mientras el robot seguía:
— ¿No sería mejor enseñar desde pequeño:
• Que cooperar vale más que competir.
• Que la diversidad enriquece en lugar de dividir.
• Que respetar la naturaleza es respetar tu propia casa.
• Que cuidar a tu familia implica cuidar también la comunidad.
Porque —y escúchame bien, Crispín— si tú haces lo correcto y los demás también, no necesitas tribunales: confías en los otros, como ellos confían en ti.
— Pero eso suena… muy utópico.
— Lo que es utópico —respondió Al-go con ironía robótica— es seguir pensando que fabricando más leyes, más policías, más prisiones y más abogados vamos a arreglar lo que la educación no resolvió.
Crispín pensó un momento:
— Entonces, ¿para qué quieren robots jueces?
— Para nada, amigo.
Pero como los humanos insisten en seguir actuando como niños malcriados, tal vez algún día alguien diga:
“Mejor pongamos a los robots a juzgarnos… total, ya perdimos la vergüenza.”
Crispín se rió:
— Pues sí… pero antes de llegar ahí, ¿qué tal si empezamos por enseñar a los niños que compartir es mejor que pelearse?
— ¡Exactamente! — dijo Al-go — ¡Eso sí sería un gran programa de justicia preventiva!
Y ambos siguieron su plática bajo el roble, mientras el mundo, allá afuera, seguía debatiendo sobre si es mejor fabricar el próximo misil invisible o la próxima red social tóxica.
Si quieres, podemos seguir , porque tenemos mucha tela de donde cortar dijo Al-go, Crispin sonrió y le contestó que si quería aprender más sobre lo que podemos hacer para mejorar la calidad de vida , pero por el momento sería aprovechar el día para componer una canción con una alegre melodía y así lo hicieron.
¿Te animas a hacer una mini serie de diálogos con estos dos? 😄
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