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jueves, 17 de julio de 2025

El amor confundido


“El Puente y la Cueva”


Esa noche el viento parecía arrastrar lamentos.

Las luces del tráfico parpadeaban como un corazón indeciso, y él —el hombre que muchos cruzaban sin mirar— caminaba hacia el viejo paso a desnivel con su mochila gastada, sus botas de trabajo con suela antiderrapante  y su dignidad a prueba de olvido.


Al llegar, la vio.

Una joven, quieta en el borde de la baranda, con la mirada extraviada en el rugido metálico que pasaba abajo como si el mundo la llamara a desaparecer.


No dijo su nombre.

Solo suspiro diciendo :alguien está confundido

Eso rompió la barrera entre el silencio y la desesperación:


—No es aquí donde termina todo —le susurró él, acercándose despacio—. Solo crees que se acabó porque se rompió una ilusión… pero no el amor.


Ella lo miró, sorprendida de que alguien, con ropa rota y voz ronca, pudiera hablarle con tanta claridad.


—¿Y qué sabes tú del amor? —le respondió con lágrimas de rabia—. ¡Tú, que no tienes nada!


Él sonrió. No con burla, sino con compasión.


—Por eso sé. Porque cuando ya no tienes nada, solo te queda lo verdadero.

Creí conocerlo una vez… hasta que entendí que no se trata de flores, promesas al atardecer, ni escenas de película.

El amor… el real… no te lanza al vacío. Te sostiene.


Ella guardó silencio. Él continuó:


—Ese que te rompe el alma por no recibir lo mismo… ese no es amor, es deseo frustrado.

El verdadero amor no se suicida por no ser correspondido.

Lucha. Espera. Se aparta si no es bienvenido, pero nunca te empuja al abismo.

Amar no es poseer. Es desear con toda el alma el bien del otro, aunque no sea contigo.

Y cuando hay reciprocidad, se vuelve un fuego que no quema, que te ilumina, te inspira.

No te quita la vida. Te la da.


Ella tembló. Su cuerpo quería saltar, pero su alma empezaba a retroceder.


—¿Entonces por qué duele tanto?


—Porque confundiste amor con dependencia.

Porque la sociedad te llenó de mentiras: canciones, novelas, películas… historias que glorifican el sufrimiento como si fuera noble.

Te vendieron la pasión disfrazada de locura, y te hicieron creer que el drama es sinónimo de intensidad.

Pero eso es solo veneno con sabor a miel.


—¿Y tú… lo has vivido?


—He vivido el amor que nadie ve:

cuando una anciana me regaló pan sin preguntarme nada.

Cuando un niño me dio un dulce sin saber mi nombre.

Cuando la noche no me tragó porque el recuerdo de alguien me hizo luchar y  resistir.

Ese amor no se vende. No se dramatiza.

Es silencioso… pero inmenso.


Ella se soltó de la baranda.

Y por primera vez, se abrazó a alguien no para sostenerse… sino para ser sostenida.


El le dijo mirándola a los ojos con ternura 


El amor de verdad se queda.

Y en el quedarse… es vivir..”


Acompaño a la joven hasta su casa y ella entró sonriendo agradecida.




Esa noche, en su cueva de cartón y plásticos , mientras el mundo dormía creyéndose despierto, el indigente encendió una pequeña vela —su único lujo— y escribió en un la libreta arrugada humedecida por el sereno:



“El amor no se encuentra en la tragedia disfrazada de pasión.

El amor que vale… es el que no necesita saltar al vacío para sentirse real.


“La sociedad convirtió al amor en mercancía,

lo vendió envuelto en celofán de canciones y escenas sensuales,

lo prostituyó para vender perfumes, autos, chocolates,

lo mezcló con deseo y lo llamó pasión,

confundió a los jóvenes hasta hacerlos creer

que morir por alguien es romántico,

que llorar hasta desangrarse es amar.


Nos programaron con relatos dulzones

que ocultan una mentira peligrosa:

que el amor debe doler para sentirse real.


Pero el amor auténtico no es grito, ni celos, ni posesión.

Es elegir cada día el bien del otro,

es construir, no consumir.


El deseo es impulso. La pasión, chispa.

Pero el amor es llama constante.


Y quien no aprende a distinguirlos…

será cliente cautivo de quienes venden falsas promesas,

sin importar cuántas vidas arrastren por el camino.”


Luego guardó la libreta bajo un ladrillo, como si fuera un testamento que quizá nadie leería.

Pero en su corazón, supo que esa noche había salvado una vida.

Y quizá, también, una verdad.




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