El profesor llegó con la respiración agitada por subir las escalera a toda prisa , llegó puntual aunque casi el corazón se le salía, sonrió y tomando aliento ,nos saludó y comenzó a decir:
Hoy mi hijo me preguntó qué era la libertad.
Es un tema interesante para tratar hoy.
Lo escuchó en un discurso, y aunque es una palabra que suena muy bonita… también puede prestarse a mucha confusión.
Así que le expliqué con calma, como se explican las cosas importantes:
sin prisa, con ejemplos, y sí… con un poquito de humor.
Porque las verdades, hijo… entran mejor con una cucharada de azúcar.
Le dije que la libertad no es hacer lo que uno quiera, como si el mundo fuera tuyo y los demás no existieran.
Eso no es libertad… eso es egoísmo con disfraz de héroe rebelde.
Porque si tú vives en una comunidad, en una familia, en un país…
hay normas, leyes, valores, y costumbres que debemos respetar.
No para oprimirnos, sino para poder convivir sin sacarnos los ojos.
No se trata de andar gritando porque “soy libre y nadie me manda”,
sino de entender que mi libertad termina donde empieza la del otro.
Y como decía aquel sabio:
“El respeto al derecho ajeno es la paz.”
Y vaya que tenía razón.
No se puede usar la libertad como excusa para insultar, romper reglas o causar daño.
Porque eso, tarde o temprano, se paga.
El que no respeta, pierde amistades, oportunidades… y sí, también buena reputación.
Y bueno… hay quienes insisten en buscarle tres pies al gato,
cuando todos sabemos que el gato tiene cuatro,
y que discutir por gusto solo genera alegatos.
Entonces, hijo, si alguna vez sientes que alguien grita “¡libertad!” como si fuera una espada…
pregúntate si está defendiendo lo justo…
o si solo quiere salirse con la suya.
Porque la verdadera libertad no es romper cadenas ajenas,
sino saber llevar bien las tuyas propias.
La libertad es andar en bici con dirección,
con frenos, con casco…
no desbocado y atropellando a todos.
Es saber decir “no” cuando toca…
y “sí” cuando eso ayuda.
Es respetar lo que otros creen, aunque no pienses igual.
Es tener voz, pero también saber escuchar.
Y sobre todo, hijo, libertad es elegir lo correcto,
incluso cuando nadie te obliga a hacerlo.
Eso… eso es ser verdaderamente libre.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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