🌟 El cuento del abuelo: “El error que abrió la puerta de lo increíble”
Aquella noche, mientras el viento golpeaba las ventanas, Vania y Alessa se metieron bajo las cobijas del abuelo como dos gaticas buscando calor.
—Abuelito… —dijo Sofía, la hermana mayor, frunciendo el ceño—. Hoy me equivoqué en mi tarea. Era un cálculo sencillo, pero algo hice mal. Y eso que siempre reviso todo con calma.
—Me sentí rara —añadió Alessa, con voz bajita—, como si ya no fuera tan buena como pensaba.
—¿Y si los errores fueran otra cosa? —dijo el abuelo con una sonrisa—. ¿Y si, en vez de fallas… fueran puertas?
—¿Puertas? —repitieron las tres niñas al mismo tiempo.
—Sí. Algunas personas, al equivocarse, sin querer encontraron maravillas. ¿Quieren que les cuente unas historias antes de dormir?
Las niñas, que eran tan despiertas como si llevaran lupa en la cabeza, se acomodaron listas para escuchar… y preguntar.
🍭 Historia 1: El caramelo por accidente
—Un niño quería hacer helado, pero olvidó la mezcla en una olla tibia. Al día siguiente, tenía un dulce nuevo, como una goma deliciosa. Fue el primer caramelo masticable.
—¡Un error dulce! —rió Alessa.
—Exacto —dijo el abuelo—. Si lo hubiera tirado, el mundo se habría perdido ese sabor.
🎨 Historia 2: El pintor confundido
—¿Saben quién fue Jackson Pollock? —preguntó el abuelo, guiñando un ojo.
—¡Un artista! —respondió Vania rápido.
—Muy bien. Pues un día, mientras pintaba, tropezó con un bote de pintura y salpicó todo el lienzo. En lugar de limpiarlo, siguió lanzando pintura a propósito. ¿Y qué creen?
—¿Se enojaron? —preguntó Alessa.
—Al contrario. Nació un nuevo estilo de arte: la pintura por goteo. Muchos dijeron que parecía un error… pero era emoción pura. ¡Y hoy sus cuadros valen millones!
💊 Historia 3: El hongo que salvó al mundo
—Ahora viene uno de medicina —dijo el abuelo, sabiendo que Vania amaba las batas blancas y los microscopios de juguete.
—¿Sabían que una vez un doctor llamado Alexander Fleming se fue de vacaciones y dejó sus experimentos mal tapados?
—¡Eso no se hace! —dijo Sofía.
—Pues cuando volvió, había un hongo en su cultivo. Pero lo raro era que donde estaba el hongo… ¡las bacterias se habían muerto!
—¡Era mágico! —exclamó Alessa.
—No era magia, hijita, era penicilina. Gracias a ese descuido, hoy tenemos antibióticos que han salvado millones de vidas. Un error… que curó el mundo.
📚 Historia 4: El lápiz gordito
—Y uno más —añadió el abuelo—. Un inventor quiso hacer un lápiz largo y resistente, pero salió corto y grueso. Iba a tirarlo a la basura, cuando vio a su hija pequeña escribir con él muy feliz.
—¿Era más fácil de sostener? —preguntó Vania.
—Exactamente. Y así nació el lápiz escolar para niños. Otro error… que ayudó a aprender.
El abuelo se quedó en silencio, dejándoles espacio para pensar.
—¿Entonces, abuelito… si me equivoco, puedo estar descubriendo algo? —dijo Sofía, más tranquila.
—Claro. A veces, los errores son maestros disfrazados. O exploradores que te muestran un nuevo camino. Lo importante no es no equivocarse, sino no rendirse.
Vania, con su vocecita de encuestadora, levantó la mano:
—¿Y tú, abuelito? ¿Te equivocaste alguna vez?
El abuelo rió.
—¿Yo? ¡Miles! Me equivoqué de carrera, de ciudad, de recetas… Pero gracias a eso, conocí a su abuela. Si no me hubiera perdido en ese tren aquel día, nunca habría llegado a su pueblo.
—¡Entonces somos un error hermoso! —dijo Alessa, y todas rieron.
—Un error… que vale la pena cada día —respondió el abuelo, abrazándolas fuerte.
Y así, con el corazón más liviano que una pluma y la cabeza llena de ideas luminosas, las niñas se durmieron, sabiendo que incluso los errores pueden esconder un regalo.
JuanAntonio Saucedo Pimentel con AI
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