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miércoles, 23 de julio de 2025

Realidad y fantasi


El profesor entró en silencio.

Sin libros, sin laptop, sólo una mirada que parecía arrastrar pensamientos desde otra dimensión.


Se paró frente al grupo, entre las filas de jóvenes medio dormidos y cuadernos con garabatos, y dijo:


—Hoy hablaremos de lo invisible.


Algunos levantaron la vista con extrañeza. Él caminó hacia la pizarra y escribió, sin más:


“REALIDAD VIRTUAL.”


—A simple vista —dijo—, esto parece una contradicción. O es realidad… o es virtual. Pero detengámonos ahí.


Guardó silencio unos segundos.

Era su manera de forzar la atención. De invitar a pensar sin instrucciones.


—¿Qué hace que algo sea real? —preguntó mientras paseaba entre los pupitres—. ¿Su peso? ¿Su textura? ¿Su sabor?


Y sin esperar respuesta, lanzó la primera chispa:


—¿La energía es real?


Algunos asintieron, otros dudaron.


—No podemos verla. No podemos tomarla con la mano. Y sin embargo… mueve trenes, ilumina ciudades, revive corazones. No la vemos, pero está ahí.

¿Entonces qué la hace real?

Su efecto. Su consecuencia.


Se detuvo un momento. Levantó una ceja y continuó:


—En algún momento, los átomos también eran fantasía. Un concepto impensable para muchos sabios antiguos. “Demasiado pequeños para ser reales”, decían.

Y sin embargo, hoy sabemos que todo —todo— está hecho de ellos.


Hizo una pausa. Caminó despacio hacia la ventana.


—¿Y qué decir de los microbios?

Durante siglos, la medicina creía que las enfermedades venían de los humores del cuerpo, de desequilibrios del alma o del castigo divino. Hasta que alguien —llamado loco en su tiempo— dijo: “Hay seres invisibles que nos enferman.”


Miró a los alumnos, que ahora lo observaban con atención creciente.


—La historia está llena de “fantasías” que luego se revelaron como verdad.

Y también, al revés: está llena de falsedades que, por el simple hecho de ser creídas, se volvieron reales en sus efectos.


Hizo una pausa más larga.

Luego, soltó la frase clave:


—Durante siglos se creyó que la Tierra era plana. No era verdad, pero esa mentira gobernó mapas, prohibió exploraciones, quemó conocimientos y hasta mató personas.

Entonces pregunto:

¿Era falsa? Sí.

¿Fue real en su efecto? Totalmente.


Se acercó al escritorio, apoyó las manos y bajó el tono de voz, como si compartiera un secreto:


—Lo mismo ocurre hoy.

Hay ideas que nacieron como juegos, como invenciones, como productos de la imaginación. Pero se volvieron tan potentes que cambiaron el mundo.

¿Quieren ejemplos?

Fantasías que se volvieron empresas.

Personajes ficticios que mueven millones.

Historias inventadas que definen cómo vestimos, cómo hablamos, cómo soñamos.


Levantó el rostro. Sus ojos brillaban.


—El amor no se puede ver.

La fe, tampoco.

La nostalgia, el miedo, el odio, la esperanza…

¿Son imaginarios? Quizás.

Pero gobiernan nuestra vida como pocas cosas tangibles lo hacen.


Y entonces, concluyó:


Lo real no siempre es visible.

Y lo invisible, cuando deja una huella, también es real.

No importa si lo llamamos fantasía, idea, emoción o simulación:

si nos cambia, si nos mueve, si nos afecta… entonces existe.


Se levantó lentamente, tomó una tiza, y debajo de “REALIDAD VIRTUAL” escribió en letras grandes:


“LO REAL ES LO QUE DEJA MARCA.”


—Para la próxima clase, tráiganme ejemplos de cosas que ustedes consideran invisibles… pero que les han cambiado la vida.


Y mientras recogía su saco, murmuró para sí mismo, lo justo para que lo escucharan:


—A veces, lo más verdadero no se toca… pero se lleva por dentro toda la vida.


JuanAntonio Saucedo Pimentel 

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