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domingo, 27 de julio de 2025

Una manera agradable de encontrar respuestas


**4/**  atravesando el puente de los perdidos,André se encontró con otro duende muy bromista que le dijo: los que hasta aquí llegan ya no pueden retornar y no creo que logres llegar a donde te propones, hombres más valientes y muy inteligentes se han perdido en el laberinto de los argumentos sin sentido.

Pero André no se amedrentó.  Quiero ser como Sócrates pero más joven.

El duende suspiró, le dio un mapa hecho con servilletas de bar y se fue murmurando:  

—Este chico va a necesitar terapia… y más café.

Así, André entró en laberinto de los argumentos sin sentido.  

Los árboles eran viejos, retorcidos, y sus raíces parecían esconder secretos.  

O eso pensó él.  

En realidad, solo escondían más preguntas y uno que otro argumento incomprensible. 

Cada paso era una pregunta.  

¿Qué es la verdad?  

¿La realidad existe o todo es una simulación de Matrix?  

¿Por qué sigo sin entender a Kant? 

Llegó a un claro y se encontró con algo digno de un reality show:  

Filósofos de todas las épocas estaban *discutiendo como si su vida dependiera de ello*.


—¡El ser es y no puede no ser! —gritaba un presocrático.  

—¡Pero si todo fluye, nada es fijo! —respondía un heracliteano.  

—¡Cállense los dos, que la esencia precede a la existencia! —interrumpió un existencialista. 

—¡No, no y no! ¡La existencia precede a la esencia! —gritó otro.  

—¡La mente es una ilusión!  

—¡Todo es materia!  

—¡La ética es relativa!  

—¡No, absoluta!  

—¡Yo pienso, luego existo!  

—¿Y si estás equivocado? Se quedaban en silencio unos minutos e iniciaban de nuevo la discusión   

André, con cara de “¿En qué me metí?”, se dio cuenta de algo:  

Llevaban *siglos* discutiendo.  

Y no se habían puesto de acuerdo. Ni siquiera sobre el café.

—¿Y bien? —preguntó André—. ¿Cuál es la verdad?  

Todos se callaron.  

Lo miraron.  

Uno dijo:  

—Eso depende de tu definición de verdad.  

André entendió que podía quedarse atrapado en la discusión interminable.

Pero en lugar de rendirse, tomó una decisión valiente:  

—Voy a buscar mis propias respuestas.  

Los filósofos rieron.  

—¡Bienvenido al club! —dijo uno—. Yo llevo buscando la mía 2500 años.

André miró al más anciano buscando un consejo, pero sólo dijo: yo solo que no se nada!


André salió del claro.  

No tenía respuestas.  

Pero tenía algo mejor:  

*dudas inteligentes*.  

Y eso, amigos, ya es un buen comienzo. 

Moraleja:  

La sabiduría no está en tener todas las respuestas.  

Está en saber qué preguntas hacer.  

Y en no tomarse demasiado en serio a los filósofos que se enredan en su propia lógica.

Comprende lo que es necesario para llevar una vida sana, feliz ,como resolver los problemas y no preocuparse demasiado… la frase con la que concluye esta historia y que seguramente será inmortal es : Nací,luego entonces , moriré . O  existo, luego entonces, dejaré de existir. Eso es lo único seguro.



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