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domingo, 10 de agosto de 2025

El árbol que da todos los frutos


☕ “El árbol y lo que no comprendemos”


Elias, hijo de un reconocido científico, había recibido una recomendación muy especial de su padre:

—Ve a platicar con don Anselmo, muchacho. Te enseñará a mirar la vida de otra manera.


Desde entonces, Elias había sostenido varias conversaciones con aquel viejo campesino que parecía tener el don de explicar lo complejo con palabras simples. Esa mañana llegó temprano, como de costumbre, y mientras saboreaban un café con canela, soltó una pregunta que llevaba días rondándole la cabeza.


—Don Anselmo… ¿qué es Dios? ¿Si es que existe?


El viejo miró el humo que escapaba de su jarro, dejó pasar unos segundos y luego respondió con voz serena:


—Por supuesto que existe, hijo. Pero es tan complejo que el hombre no tiene la capacidad de comprenderlo por completo. Dios abarca lo que existe y lo que no existe; la vida y la muerte tal como las entendemos; la luz y la oscuridad; todo el tiempo y el espacio infinito. Y si me preguntas por qué genera todo de manera tan diversa… no hay respuesta que pueda traducirse a nuestro entendimiento.

Mira ese árbol: da hojas, sombra y frutos. ¿Por qué? Porque está ahí. No necesita una razón que podamos explicar.


Elias quedó en silencio, pensativo. Luego dijo:


—Ahora entiendo por qué los antiguos aztecas no le daban un nombre. Cuando se dirigían a Él, decían: El que está cerca y el que está lejos. Tampoco tenían una representación material. Los otros dioses sí podían nombrarse: Tláloc, Huitzilopochtli, Tonantzin… pero incluso a ellos no se les veía el rostro; se les representaba con figuras que ocultaban su identidad.

Entonces… de Él proviene todo, sin una causa que podamos comprender, sin distinguir entre bueno o malo, sin tiempo o espacio definido. Es como un gran árbol dando frutos.


—Algo así —sonrió don Anselmo—. Pero recuerda, hijo: es todavía más complejo. No podemos alcanzar tanta sabiduría… y tal vez, ahí está el encanto.


JuanAntonio Saucedo Pimentel 

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