(Verso 1)
Ya está amaneciendo, me siento contento,
el aire fresco parece estar cantando,
Un nuevo día, que se viva con alegría,
el corazón lo sabe: todo está cambiando.
(Verso 2)
Se está trabajando por la humanidad,
que nadie sufra por falta de pan.
Que un techo abrigue con dignidad,
y la justicia no sea solo ideal.
(Estribillo)
¡Qué día para celebrar!
¡Digámoslo cantando!
Que viva esta tierra que vamos cuidando.
Hombres y mujeres con lealtad,
haciendo que la verdad
se vuelva costumbre,
y se viva en libertad.
(Verso 3)
Que se gobierne con humildad,
que el poder no pierda su humanidad.
Que las promesas sean de verdad,
y florezca el alma en cada ciudad.
(Estribillo)
¡Qué día para celebrar!
¡Digámoslo cantando!
Que viva esta tierra que vamos cuidando.
Hombres y mujeres con lealtad,
haciendo que la verdad
se vuelva costumbre,
y se viva en libertad.
(Cierre – suave)
Ya está amaneciendo, y el canto empieza,
con paso firme… y con entereza.
Si juntos soñamos, también lo logramos,
¡que este nuevo día… lo sigamos cantando!
Cada mañana el campesino despierta con la ilusión de seguir sembrando vida,
No solo siembra semillas…
Siembra también la esperanza de un mundo distinto,
donde la tierra no se venda ni se robe,
donde el agua no se desperdicie,
y donde la ciencia y la tecnología no sean armas,
sino herramientas al servicio de la vida.
Mientras abre los surcos con su azadón, piensa:
”¿Qué pasaría si los recursos destinados a la guerra
sirvieran para reconstruir los bosques?
¿Si las mentes brillantes diseñaran soluciones
en vez de estrategias de dominación?”
No lo dice gritando.
Él habla con la tierra, y ella le responde en brotes verdes.
Dice que la codicia se puede detener.
Que las fronteras más duras están en la mente,
y que la verdadera revolución no es de fuego ni pólvora,
sino de empatía y acción compartida.
El campesino no sabe leer tratados ni discursos,
pero comprende algo más profundo:
que la humanidad tiene todo para hacer de esta vida un festejo.
Solo falta que los que discuten en salones lujosos
escuchen a los que trabajan la tierra con las manos limpias.
Porque no es utopía.
Es posibilidad.
Y ya la estamos sembrando .
No solo siembra semillas…
siembra esperanza.
Siembra la posibilidad de un mundo distinto.
Un mundo donde la tierra no se venda ni se robe,
donde el agua sea sagrada,
y la tecnología sirva para curar, no para destruir.
Mientras abre los surcos con su azadón, piensa:
“¿Qué pasaría si todo el dinero de la guerra se usara para salvar la tierra?
¿Y si en lugar de fabricar armas, se fabricaran herramientas para sanar al planeta?”
Él no habla en foros, ni firma tratados.
Pero entiende algo que muchos han olvidado:
que el mundo necesita más manos limpias y trabajo parea cerrar las heridas ,
Y menos discursos brillantes.
Dice que no es una utopía.
Que sí se puede.
Si dejamos atrás la codicia,
si dejamos de levantar barreras con excusas gastadas,
si dejamos que la verdad sea el lenguaje universal.
No es pedir demasiado.
Es solo lo justo.
Que nadie sufra por falta de comida,
que nadie llore por no tener un techo,
No despertar con angustia
Por malas noticias !
que la ciencia sea digna, y la política, humilde.
El campesino no busca fama ni aplausos.
Solo quiere que esta tierra, nuestra casa,
vuelva a ser motivo de celebración.
Porque la segunda oportunidad ya está se está sembrando…
Y florecerá si la cuidamos juntos.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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