Entrada destacada

El Gran Libro

El Libro Cuando nació la idea de escribir fue como la tormenta que de pronto aparece en el horizonte anunciando con relámpagos y truenos...

jueves, 29 de agosto de 2013

El pueblo




    Instalado en le jacal que me prestaron por tiempo indefinido, trabajando a medias con Don Matías y haciendo mis dibujos y pinturas con gises mi vida era tranquila y equilibrada, tal vez porque sin mucho esfuerzo me adapte al no consumo desmedido y a la sencillez como se vivía en el pueblo.  Mi mobiliario consistía en una mesa rústica pequeña, dos sillas, una cama con petate , el dormir en tierra aun no me sentaba bien, los jarros y platos de barro, una cazuelas y ollas del mismo material, el contenedor de agua con su filtro de piedra porosa y el brasero que yo mismo hice para facilitarme cocinar ya que nunca fui lo suficientemente flexible para permanecer sentado en el piso o de rodillas frente al comal como se acostumbra por esos lados.

    Me entretenía en hacer un camino con piedra desde el borde del camino hasta mis habitaciones para evitar llegar con lodo en la época de lluvia hasta el interior del jacal, cuando apareció una mujer cargando un envoltorio de ropa .
Aquí traigo sus cosas don, mi madre hoy amaneció cansada y me manda a dejarlas, que son diez pesos y que si tiene mas para lavar que me le entregue y mañana por la tarde se la devolvemos.
Comprendí de inmediato que se trataba de la hija de doña Soledad, la que me vendía tortillas y frijoles refritos, lavaba mi ropa y me instruía en las costumbres y sobre que cargos o reconocimientos tenían algunos de los integrantes de la comunidad. Ella me platico de su hija Luisa, viuda desde muy joven cuando a su marido le mato un rayo cuando venia de los llanos y no tubo la precaución de dejar enterrada la hoz viendo que se avecinaba una tormenta.
Le agradezco mucho que me la trajera, lamento saber que doña Soledad esta cansada, ahí dentro sobre la cama están mi ropas para lavar, le doy ahora el dinero, pero le agradecería que me aceptara una tasa de te y platicara conmigo un momento, hoy es domingo, termine temprano mis labores en la milpa y su mamá siempre satisface mi curiosidad por algunas cosas que me gustaría entender de como se vive en este pueblo.
  Luisa sirvió los tarros con té de hierbabuena y nos sentamos a conversar tranquilamente, mientras los hacíamos no dejaba yo de observarla y admirar su belleza natural, no requería de ningún maquillaje, su pelo trenzado le daba hasta la cintura y aparecía bien peinado , y su figura era esbelta, de estatura mediana, bien conservada físicamente como la mayoría de las mujeres de la región por las actividades físicas constantes y variados que realizaban cada día.
   Usted dirá que quiere que le cuente de este lugar, no hay mucho que contar, es un lugar donde todos nos conocemos, asistimos los de la misma edad al único salón de clases con el que hemos contado desde que yo era niña, ahí se imparten los grados de primero a sexto a la misma hora y por el mismo maestro, pero cosa extraña, no nos hacemos bolas, cada quien a sus tareas y escucha la explicación que le ocupa según el año que cursa, es algo que muchos de los que nos visitan no comprenden, pero solo estando como alumno se puede entender.  termino su explicación con una sonrisa y una mirada un poco burlona, seguramente yo estaba poniendo una cara de incrédulo que le pareció graciosa.
También me he fijado que no hay policía, ¿como se las arreglan para mantener el orden?
Fácil, la autoridad sabemos que son los mayores, los padres se encargan de los hijos y cada uno pone atención en su casa y en las acciones de quienes la habitan, una conducta indebida es castigada, además de que no gusta estar en la boca de otros por hacer las cosas mal, preferimos que se hable bien y se recomiende nuestro proceder.  La única vez que vinieron al pueblo los soldados fue hace años, cuando los mandaron a cuidar el orden en las fiestas de la Virgen, fue una tragedia que nadie olvida, la mayoría habíamos ido al entierro de mi esposo, veníamos del cementerio cuando escuchamos balazos, de pronto creímos que eran por el festejo, pero a lo lejos vimos correr gente, mujeres niños y los gritos desesperados llegaban hasta nosotros, corrimos para llegar al pueblo y encontramos a los tres soldados corriendo para las afueras con rumbo a la carretera, no sabíamos que sucedía, hasta que alguien vino a decirnos que tres hombres yacían muertos, uno dentro de la tienda de don Refugio, el otro en la casa de Matilde y uno en la milpa de su solar. Nunca se supo cual fue la causa, imaginamos que fue una discusión que se origino en la tienda, pero ha la fecha nadie sabe la verdad ni que sucedió con esos asesinos.  Nunca mas nos han mandado policía o soldados, las fiestas transcurren normalmente cada año, sabemos que algunos se pasaran de copas y se pondrán necios, pero los mismos vecinos los controlamos, nos conocemos y sabemos sus alcances, además siempre hay respeto por los que son mayores, como don Matías, cuando ellos intervienen lo mejor es comportarse o se corre el riesgo de que la comunidad entera lo rechace mas tarde.
Me imagino lo que eso representa, es como si lo expulsaran para siempre del pueblo, ha de ser difícil de enfrentarlo, ¿alguno ha sufrido ese castigo?
Si, una señora Elvira le dio por robar cosas y esconderlas,  cargaba la culpa a otros, cuando la descubrieron ella sola se fue del pueblo y su familia  le repudio , nunca ha regresado ni saben de su paradero.
   Otra de las cosas que alguna vez notara es que no tenemos doctor o dispensario medico como en otros pueblos, seguimos consultando al curandero viejo que vive a las orillas rumbo al cerro del Chapulín, es muy acertado porque conoce bien las plantas y remedios, cuando es un caso difícil nos remite a la capital del estado para que nos vean especialistas y eso casi nunca ha sucedido, por lo que no gastamos mucho y confiamos en que el nos mantendrá saludables. 

Luisa me hablo mucho de su hijo de catorce años, nacido un año antes del fallecimiento de su esposo, trabajaba en la tienda de don Refugio y era bueno con los números, gallardo y bien comportado se notaba que su madre le adoraba por la forma como lo describía y el semblante de su rostro que denotaba el orgullo que le invadía la referirse a el como su hijo.   Yo le escuchaba con atención y algunas veces me distraía por el brillo de sus ojos o por la sonrisa que acentuaba su belleza, imaginando que con ella un buen pintor aprovecharía para hacerla modelo excelente. Me alegre de que no hubiera artistas de talento por el rumbo que inquietaran a esa mujer con proposiciones que seguramente no traerían buenas consecuencias, bien sabía lo que sucedía en el mundo de las vanidades.
  Yo platique algunas cosas relevantes de mi vida, procurando dar una buena impresión y ganarme su confianza, le dije lo difícil que era para mi montar en burro y usar los guaraches, el sombrero no era mayor problema, pero comer sin cubiertos era aun medio problemático.  Deseaba conservarla como una amiga y tener oportunidad de seguir platicando con ella de esas cosas que, desde su perceptiva, se convertían en algo muy interesante, porque como mujer veía las cosas diferentes a como lo hacían los varones con los que normalmente platicaba en el tendejón de don Matí cada tarde.  A ella le agrado la idea de compartir las tardes de los domingos conmigo, me mostraría distintos sitios cercanos al pueblo, como la cueva del diablo en el cerro del Chapulín, o el manantial de aguas termales. Sin imaginar siquiera que esa amistad se transformaría en una relación fuerte que nos condujo al amor de una manera que antes no había experimentado porque se formo de la admiración, respeto, apoyo, confianza, desinterés, alegría, tranquilidad y pasión sin presión alguna, pero eso no lo narrare en detalle porque es como un tesoro que guardo en el cofre de mis mejores recuerdos.
Lo que si he de contar es como nos hicimos grandes amigos su hijo y yo, partiendo de su gusto por los números le enseñe los principios del álgebra y eso me gano su amistad y respeto, pasaba por las noches una hora a mi casa o le visitaba en la de su abuela, para así tener el gusto de ver a Luisa.  Dibujábamos,  hacíamos ejercicios matemáticos, geométricos y planteábamos problemas prácticos que intentábamos resolver para establecer pronósticos para la comunidad, como era el numero de pobladores a los próximos años, el consumo de maíz por poblador, las toneladas de maíz cosechadas en conjunto, etc. , cosas que le fueron convenciendo que ir a estudiar la preparatoria y la universidad era un buen objetivo, porque con eso podría retornar y ayudar a la comunidad mucho mejor. Yo realmente temí que eso sucediera, el verlo partir rumbo a la ciudad no era algo que me satisficiera, le exprese mis temores a Luisa y ella simplemente me dijo " el lleva principios y costumbres que no le dejaran caer en el fango".

Quisiera describir cada detalle de ese pueblo, hasta los mas insignificantes, porque conforme me fui adentrando en su ambiente, relacionando con sus habitantes, entendiendo sus formas de pensar, adaptándome a las costumbres, fui admirando cada vez mas esa forma sencilla de vivir, ese entorno cargado de historias conocidas, de vivencias compartidas, de trabajo en comunidad, donde la evolución se demostraba en la felicidad que se respiraba en cada rincón. 
   Diariamente al despuntar el alba recorría la pendiente de cinco o seis metros de desnivel que me separaba del camino principal al llano, me encaminaba al tendejón de don Matías deseando buen día a todo el que encontraba, me tomaba un mosquito de limón y me encaminaba a mis labores en el campo respirando el aire fresco con aroma a hierbas y a nixtamal.
Eso de los aromas era algo muy característico, cada casa y cada persona tenia el propio, lo fui distinguiendo a medida que mi organismo se fue limpiando de la contaminación de la ciudad y fue percibiendo con mayor precisión cada olor. La casa de Luisa tenia un olor a malvas, el tendejón de don Matías a maderas, porque la estantería, el piso y el mostrador estaban hechos de este material, pero estaba mezclado con el aroma del anciano que tantas horas pasaba en ese lugar atendiendo a sus clientes, leyendo la Biblia o algún libro que seguramente ya había repasado otras veces. 

el tiempo de lluvias me resultaba especialmente agradable, no solo porque marcaba un buen comienzo para la siembras, sino porque cuando se acercaba la nube dejando caer su cortina de agua sobre el llano,  la admiraba siempre con verdadero asombro, no es algo que se pueda ver en la ciudad, como avanza y como se escucha en la tierra cual si fuera el trotar de una manada que se acerca rápidamente.  Enterraba las herramientas a buena distancia y me envolvía en un plástico que preventivamente se lleva en esos tiempos, meditaba mientras las gotas caían cada vez con mayor intensidad hasta formar un verdadero torrente  que hacia sentirme eufórico, algunas veces con ganas de salir a mojarme, pero sabedor del frío que después sentiría siempre me abstuve de hacerlo.  El aroma a tierra mojada inundaba el ambiente, era embriagante, como si el mundo naciera en ese momento y la vida encontrara una promesa nueva de abundancia y felicidad. 
En cierta ocasión me acompaño Luisa cuando llego la tormenta, ella había ido a recolectar zanahorias en un sembradío cercano a la milpa donde yo laboraba y los dos nos envolvimos en el plástico, fue una experiencia especial, note que su aroma se fundía con el de la tierra mojada y con el de las hierbas del campo, sintiendo que la naturaleza me estaba brindando verdaderos regalos que me proporcionaban un gozo fantástico, esa tarde le propuse que viviéramos juntos y ella acepto. 

De regreso caminábamos lentamente, abrazados, evadiendo los charcos, sintiendo el aire húmedo y observando en silencio como el sol se ocultaba en el horizonte, era como si flotáramos en un lugar mágico , como un sueño del que no se quiere despertar.

    la ceremonia en la iglesia fue breve y sencilla como todo lo que transcurría en el pueblo, el sacerdote bendijo la unión declarándonos marido y mujer  y con ello la autorización aceptada por toda la comunidad para que compartiéramos la vida, nos encaminaron muchos hasta la entrada a mi casa y se despidieron con buenos deseos y gritos de ¡Vivan los novios! no hubo fiesta ni regalos o arreglos florales, pero ahí se inició la mejor etapa de mi vida y el motivo por el cual siento que soy uno de los hombres mas afortunados de la tierra. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario