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miércoles, 15 de mayo de 2019

Desde mi ignorancia

Desde mi ignorancia

He de reconocer que desconozco la mayoría de las cosas importantes de la vida, que jamas he entendido como funcionan muchos de los aparatos, dispositivos, sistemas o relaciones entre los individuos de las especies que viven en el planeta, por supuesto que tampoco comprendo la razón de Universo, su magnitud, la particular forma de tomar consciencia del hombre para dar respuesta y justificar o relacionarse con el medio que le es tan difícil de entender por su compleja estructura y sus grandes misterios que seguramente muchos de ellos jamas podremos desentrañar. 

    A pesar de esa ignorancia nos hemos levantado desde el salvajismo a lo que denominamos civilización, que no quiere decir en lo absoluto inteligencia o entendimiento y mejor comportamiento, porque aun cuando se han comprendido muchas de las leyes que controlan aspectos físico químicos en el universo, no podemos controlar aspectos que afectan directamente nuestras relaciones, nuestra forma de vida, de convivencia con los de nuestra especie y con el el mundo en general. Tal pareciera que existe un velo que cubre la capacidad para encontrar la formula que nos lleve a la sanas y armoniosas  relaciones, condenándonos a una constante lucha, a la destrucción de aquello que es valioso e indispensable para la vida.

No importa que se hagan advertencias, que se analice y entienda lo errado de nuestro comportamiento destructivo, seguimos por la misma senda como si una fuerza maligna nos impulsara a buscar aquello que ha de terminar con nuestra existencia, actuamos de manera tan irresponsable la mayor parte del tiempo, que no queda duda de esa búsqueda constante de la auto destrucción. 
Las formas como lo intentamos son múltiples, tantas como individuos existen y han existido, cada uno encuentra su propia forma de socavar su vida, de complicarla al punto que se convierta en motivo de angustia, desesperación, una hoguera donde se van calcinando los sueños y los buenos deseos para dejar rescoldos de lo que pudo ser una magnifica existencia. 

La ambición, el egoísmo, la vanidad, mezquindad, la falta de control sobre nuestros instintos, la poca atención que ponemos a quienes nos señalan un buen camino, el constante deseo que se transforma en impulsor de actos que terminan convirtiéndonos en lo que despreciamos o en aquello que no conviene para crear un ambiente de  paz, armonía, amor nos ponen al borde del precipicio y sin embargo no cambiamos aun cuando sabemos, por las experiencias de millones de veces que se ha repetido la misma historia, por las evidencias que nos han dejado los amargos sucesos por todo el planeta, sabemos cual será el final. 

Por qué continuamos actuando de esa forma? estamos afectados mentalmente y en nuestra demencia somos incapaces de reconocer nuestros comportamiento dañino, no, para nada, somos conscientes de que lo hacemos mal, que estamos acabando con todo aquello que representa lo mas valioso en la vida, no solo por lo que se refiere a los elementos físicos, sino a la parte que corresponde al espíritu humano que algunas veces nos ilumina y nos hace creer que hay cosas sagradas diestras de todo aquello que desconocemos, que debe existir una razón para cuanto existe y ha existido, para la complejidad que esta fuera de nuestra capacidad de análisis. 
Nos percatamos perfectamente del daño que nos hacemos y que nuestros actos han afectado de manera negativa la vida en el planeta, que hemos destruido y extinguido a miles de especies, que seguimos acumulando armamento para futuras guerras, perfeccionando armas con un poder destructivo que , de ser utilizadas, terminara con todo vestigio de vida en la tierra, pero no importa un comino, seguimos actuando con la misma displicencia , con la apatía característica de quien está decidido a morir, a provocar su auto destrucción simplemente porque su condición primaria esta enraizada en ese deseo, en un egoísmo supremo que lleva a decidir perecer antes que compartir.  Esto es, no se puede tener una existencia en la que se obtenga todo aquello que se desea, incluyendo la inmortalidad, por lo tanto no importa dejar a otros gozar de lo que ha sido vedado a los hombres, ni siquiera dar la oportunidad para que lo intenten a su manera, la competencia a la que nos hemos aferrado desde los primeros tiempos, nos impulsa a no dejar que otros ganen lo que no pudimos ganar, por lo menos eso nos coloca, no como perdedores, sino como parte de un todo donde nadie ha de salir ganando. 

Nuestra ignorancia no es tan grande como para no darnos cuenta de la destrucción, el dolor, la violencia, la muerte regada por el planeta, que eso es una cósmica estupidez pero nuestro egoísmo es mas grande, no tiene limites, estamos infectados por un deseo maligno destructivo y somos incapaces de encontrar la cura para ello; mejor dicho  ¡no nos interesa !



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