Entrada destacada

El Gran Libro

El Libro Cuando nació la idea de escribir fue como la tormenta que de pronto aparece en el horizonte anunciando con relámpagos y truenos...

martes, 22 de junio de 2021

EL PRINCIPE TRISTE

El principe triste 



Cuando niño aun no entraba la televisión a los hogares, la radio trasmitía poco contenido que interesara a los niños, eran muy pocos los que asistían a alguna clase de educación fuera de casa antes de los siete años, de modo que había una libertad infantil que nunca se ha vuelto a recuperar. 

Esta libertad permitía que la imaginación fuera el principal elemento en nuestros juegos, se inventaban historias de héroes y princesas, se construían juguetes con objetos y elementos que se atravesaban en nuestro camino, los arboles, las flores, el agua, piedras, insectos, latas vacías, cordones, cualquier cosa la convertíamos en algo mágico con la imaginación, de donde salían también los personajes mas diversos, magos, guerreros, doncellas, caballeros, genios o cualquiera de los villanos que se hicieron famosos en esa época. Puedo afirmar que la mayoría de los niños éramos muy imaginativos, que gozábamos de una gran libertad y del tiempo para disfrutar de esas aventuras y competencias que nos preparaban para la vida futura, intentando imitar a los mayores, a nuestros padres, tíos, abuelos, o vecinos que eran reconocidos como hombres de bien, esforzados en sus tareas, respetados por su comportamiento comprometido con la familia y la sociedad. 


Nuestra batallas no tenían el ingrediente de violencia que hoy se ve en las películas o series de televisión, sino el propósito de conocer quiene eran los mejores para evadir al enemigo, para sorprenderlo, o para aniquilarlos sin tener que agredir fisicamente, un simple sonido de disparo emitido con fuerza era suficiente para que se reconociera haber sido muerto por sorpresa o el poner un dedo sobre las costillas  era señal de que una bayoneta nos había atravesado. 

Las carreras, los juegos con aros, el trompo, balero, los soldaditos de plomo, las pelotas, el saltar la cuerda, las escondidas, el amo a to, doña Blanca, la víbora de la mar, son cosas que dejaron un buen recuerdo y un agradable sentimiento que siempre me acompaña, tan es así que, siendo uno de mis personajes preferidos de aquella época el Principe Valiente, lo incorpore a mi correo electrónico y ha sido una forma de identificación con mi nombre, aunque debo confesar que a ello me empujo el que no aceptaran varios nombres que de principio quise adoptar para mi identificación dentro de la red.

El Cid, o el Principe Valiente eran mis héroes, con un simple palo de escoba en la mano era yo capaz de arremeter contra un gran terreno lleno de yerba seca y acabar tumbando todo imaginando que eran los enemigos que me habían rodeado, buen ejercicio y buena manera de creer que era invencible, de afianzar la seguridad en mi mismo.


Me ha servido de mucho esas grandes batallas, ganadas sin testigos, emprendidas con valentía, persiguiendo un único objetivo, la libertad de mis amigos y de mi amada princesa que seguramente era muy bella y me esperaba para ser la compañera en un reino donde imperaba la paz y la felicidad. 


Cuando hoy veo que los niños se pasan hora frente a una pantalla con los video juegos, creo que han perdido la magia de la convivencia con los amigos, con los vecinos con los que se compartían aventuras, se contaban historias, organizaba competencias, afirmaba las relaciones sociales y mi lugar dentro de un grupo determinado, porque siempre hay quienes son mas fuertes, mas rápidos, inteligentes, inocentes, débiles, educados o patanes con lo que se ha de convivir.  

Las peleas también son parte de esa convivencia, no siempre se puede arreglar con palabras un desacuerdo, las agresiones por cualquier causa deben tener una respuesta y eso es parte de la vida, hay quienes se someten y hay quienes de defienden su posición imponiendo a su temor el deseo de justicia, algo que siempre deberíamos considerar en cualquier ocasión.


    Siempre me considere príncipe venido de otra galaxia, capaz de vencer el miedo, arrojado caballero que luchaba por causas justas, benefactor de los pobres y débiles, de las doncellas, los niños; defensor la patria , de los valores que nos hacían humanos alejados del terrible influjo de la tiranía y la maldad. 

Apenas me he dado cuenta que pasaron los años y me hice viejo, repentinamente me he visto entre los médicos, abogados, los señores cobradores de impuestos, los ambiciosos banqueros, los hipócritas políticos, los violentos narco traficantes, las malvadas mujeres seductoras, las damas del vicio, los señores del juego, el continuo bombardeo de la mercadotecnia, los destellos de una guerra en la que no ves al enemigo, la amenaza de una destrucción masiva, el agobio de las deudas, la pandemia con sus millones de infectados, los muertos que se apilan, los hospitales saturados y el confinamiento donde los niños han perdido la libertad de asistir a la escuela, jugar en los parques con sus amigos, tener la libertad para correr por los pasillos de los centros comerciales, asistir a espectáculos, salir sin mascarilla, sin el miedo al contagio, percibiendo un mundo que ha cambiado para convertirse en zona de alto riesgo.



El príncipe que llego de otra galaxia se ha perdido entre los sonidos de sirenas, ambulancias, patrullas, anuncios continuos de la contingencia sanitaria, la advertencia de sana distancia, la mascarilla, el desinfectante, el evitar reunión con familiares o amigos, ir a lugares donde se congregue mucha gente, estar en casa el mayor tiempo posible, un príncipe no puede existir de esta manera y lo he dejado irse con su armadura gastada, arrojando el escudo y la espada al fuego mientras en su corazón el dolor anuncia un final cercano, ya no esta dispuesto a seguir luchando, las fuerzas del mal ahora son de distinta clase, no comprende su naturaleza, no tiene las armas ni el conocimiento para vencerles y deja que las nuevas generaciones de guerreros apresten al defensa, los lideres han de ser de naturaleza distinta, adaptados a la nueva forma de luchar, a la guerra cibernética, al invisible enemigo que se esconde entre mensajes por correo, en las paginas de la red, en el ambiente sórdido de la televisión o el cine convertidos en educadores de violentos y viciosos seres habidos de riqueza  placer.


Estoy exagerando? tal vez, lo que si es cierto es que estoy cansado y en mi vejez veo con tristeza cuan difícil ha de ser para la nueva generación luchar para devolver al planeta un poco de aquello que para mi fue algo normal, la natural belleza, sin contaminación en las aguas, el aire, la vida en general, la libertad e inocencia de los niños, el respeto a los valores, a los ancianos y mujeres, el temor al castigo divino, el amor a los padres, a familiares, la convivencia con amigos, el dulce y romántico amor de los jóvenes, la posibilidad de encontrar una pareja y formar una buena familia, en fin, aquello que nos hace sentir que la vida tiene un sentido, que nos hace creer que Dios existe y esta presente en todo el universo. 

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

No hay comentarios:

Publicar un comentario