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lunes, 12 de julio de 2021

Pronosticando tu futuro



     En Pueblo de Arriba tenían la costumbre de llamar al chaman cuando deseaban que predijese el futuro de un niño o niña, esto ocurría alrededor de los tres o cuatro años de vida:  Don Severo tiraba unos palitos, piedras de colores, conchas y otros objetos; observaba con atención lo que el niño hacia y en base a eso daba sus pronósticos, que eran muy acertados, por eso le llamaban el Sr. Confirmación, de sus palabras se desprendían los cuidados y apoyos para que los confirmados siguieran sus inclinaciones, por lo cual en mas del noventa por ciento de los casos se cumplían las predicciones; pero en mi caso el chaman fue llamado tres veces y en cada una de ellas salió diciendo que era muy difícil predecir mi futuro, porque parecía interesarme en todo, pero al mismo tiempo no daba demasiada importancia nada en especial, era como si el mundo me resultara al mismo tiempo interesante e indiferente, en pocas palabras, podía ser cualquier cosa o no ser un don nadie al que deberían de atender con esmero, como un enfermo de la mente. Eso no era de preocuparse, porque de alguna forma mi interés por todo podía desarrollar sabiduría, entonces si sería peligroso, los hombres o mujeres sabios terminan rechazando y rechazados por los demás, son seres incomprendidos, no tienen mucha relación social ni se comprometen en lo que para otros parece importante, viven una vida bastante solitaria, casi nunca contraen matrimonio, se dedican a la observación y meditación, pocas son sus expresiones, muchas sus penas, porque se alejan de quienes les perturban, algunas veces son calificados de santos y otras de brujos malignos, no puedo decir con exactitud que ha de suceder con este pequeño. 


Ya se imaginaran la preocupación que eso causo en mi familia y en la comunidad, era como prender las alarmas de incendio o de tormenta, aunque algunos pensaron que podía terminar siendo un líder que pudiera conducirlos a una mejor vida, que en realidad ya era muy buena, porque en ese pueblo no había contaminación, hambre o grandes problemas, sus doscientos setenta y cuatro habitantes podían gozar de la naturaleza en plena sierra, en las altas montañas donde eran autosuficientes, ya que sembraban, recolectaban, casaban, hacían sus propios enseres y cuando deseaban algo que ahí no existía, se lo pedían a don Jacinto, que era el que tenia mulas de carga y cada mes bajaba a Pueblo Grande. 


Objeto de mucha atención crecí entre aquella buena gente, sana en todo sentido, inocente en muchos aspectos, ignorante de los conflictos que se dan en las grandes urbes, conocedora de su territorio, de la naturaleza, la importancia del agua, de los animales, las plantas, las piedras, montañas, árboles, semillas, etc., todo aquello que representaba la vida y a Dios, que no era venerado en un templo, sino en cada objeto y detalle de la existencia.

Me bañaba en el rio, corría por entre los maizales, jugaba con las cabras, recolectaba frutos o ayudaba a traer leña al hogar, me sentaba alrededor del comal por las tarde y comía con placer las tortillas recién hechas con frijoles de la olla, una tasa de te y algunas veces un trozo de barbacoa que era el platillo de lujo para los habitantes de la región. 

Con el paso de los años se fue olvidando las sentencias sobre mi incierto futuro, me veían crecer normal, no había nada que les causara admiración o preocupación y eso les proporciono tranquilidad y a mi libertad para ser o no ser, para hacer o no hacer, para ir i venir por esos bosques explorando sus rincones, admirando su belleza, gozando de sus bondades, meditando sobre la gran diversidad de seres que lo habitaban, sobre su relación, la forma como se desarrollaban para formar los lazos de union entre unos y otros, el constante cambio y renovación del entorno, la inmensidad de la tierra y el cielo, del infinito numero de estrellas que brillaban caca noche, la luna flotando en un espacio oscuro hasta la salida del sol que cada día nos anunciaba con su luz las horas que teníamos otra oportunidad de gozar, de crear, trabajar, estudiar, cantar, reír, platicar, intentar algo nuevo.


A los diez y siete cumplidos me encontré con Camila la de los ojos verdes caminando por un sendero en la ladera de la montaña, sus pies pequeños parecían no tocar la tierra, era menuda de piel morena, con el pelo a la cintura en trenza tejido, su figura era bonita y su sonrisa como un amanecer, sus libios una flor y su aroma a campo recién llovido, era como una de esas diosas que decían los abuelos habían venido al mundo para hacer crear a los seres de la tierra. 

Nos sentamos en silencio a contemplar las nubes que bajaban lentamente cubriendo la sierra, me tomo de la mano, me dijo que por ahí volvería cada tarde y se desapareció entre los arboles rumbo a su pueblo, porque ella era del Manantial que estaba como a  mas de cinco kilómetros abajo. Se necesitaba buena condición para hacer el recorrido pero ella nunca se venia agitada, fresca y con sus ojos brillantes sonreía cada vez que nos encontrábamos para sentarnos muy juntos a mirar el paisaje sin decir palabra alguna, como si nos entendiéramos nada mas con la mirada.

Un día me dió la mala noticia, ya no volvería estaba comprometida en matrimonio, habían concertado la boda para el mes de abril y estábamos en febrero, su padre había aceptado dos burros y un costal de frijol en el compromiso, ya estaba todo arreglado, su novio de nombre Porfirio parecía ser hombre de bien, trabajaba su propia tierra, tenia gallinas, unas cabras y era buen cazado de liebres, ademas era diestro tejiendo canastos, no faltaría de comer en su casa.  Después se fue caminando despacio, a lo lejos volteo para ver que yo seguía ahí sentado mirando cómo se alejaba para nunca volver. 

A los veinte días de aquella fecha apareció en el mismo lugar una mujer de ojos cafés y pelo castaño, de piel mas clara y de buena figura que me sonrió y se sentó a mi lado como si fuera la misma Camila, pero dijo llamarse Elsa y ser del mismo pueblo del Manantial, me sonrió mientras me veía con detenimiento y dijo que era tal cual lo había descrito su prima, pero que ella no era igual, le gustaba conversar y jugar, estar contemplando las nubes era para viejos, había que explorar los alrededores, hacer un columpio eso le encantaría y que para eso tendría yo que hacerme de una buena cuerda, que en dos días regresaría para ver si ya estaba listo y mecernos.

   Esta si que salió mandona, apenas me ha conocido y ya esta dando ordenes, pos que se cree la ingrata, ni que fuera su sirviente, seguramente le han consentido demasiado, las mujeres bellas tienden a ser caprichosas, mejor me ando con reserva y le tiro para el otro lado del camino, hay manera de vadear las fuertes corrientes. 


Pero del dicho al hecho hay mucho trecho, regrese con la cuerda e hice el columpio para cuando ella llego ya estaba listo su juguete, o sea yo. Su sonrisa fue amplia, me abrazo y me beso en la mejilla, mientras decía que era yo un ángel, que me había ganado su amistad y cariño, que pidiera yo algo que ella pudiera hacer por mi, pero que no pensara en cosas que le perjudicaran, que ella seguía siendo la virgen que esperaba ser esposa de un buen campesino, todo eso dijo  mientras se acomodaba en el columpio y espero a que yo le empujara, nos divertimos mucho, porque yo también me columpie hasta quedar agotado, después nos tiramos en la yerba a ver el el cielo en silencio y nos quedamos dormidos.  Ya oscureciendo despertamos porque el fresco nos empezó a calar los huesos, ella sacudió sus vestido y rápido se encamino a su pueblo mientras decía que ahí la esperara en tres días.

Esas citas se repitieron durante dos meses, me platico sobre la boda de Camila, del festejo, de los regalos, los invitados, el marido, los suegros, el baile y los músico. Lastima que no pudiste ir, dijo al final de su narración, hizo una pausa y agrego pero ella si que se acordó de ti, me dijo que hubiera preferido que fueras tu el marido, por supuesto que eso fue para molestarme porque ya sabe que estoy viniendo a verte y lo mucho que nos divertimos. No es cierto, no dijo nada, estaba feliz como una liebre brincando en el campo de zanahorias.  Al columpio !


Los del consejo se reunieron con mis padres, Saben a dónde va su hijo todas las tardes después de su jornal de trabajo? bueno, va a ver a una joven del Manantial, eso le pone en riesgo no solo a el sino a esta joven que de ser descubierta puede ser corrida de sus casa y de su pueblo con desprestigio de su familia, por eso recomendamos que    ya no permitan esas reuniones porque ponen en riesgo a las comunidades, no deseamos un conflicto por transgredir las costumbres de nuestra gente.

Eso era una sentencia a cumplir sin posibilidad de rebatirla, deje en el columpio un recado diciendo lo mucho que sentia el no seguir por ese cause nuestra amistad, que de ser posible mis padres visitarían a los suyos para pedir el permiso para vernos, pero que lo mejor era esperar un tiempo .


La verdad dudaba mucho que pudiéramos seguir nuestra relación, tenia ya planes de ir a la cabecera del municipio o mas lejos, mi curiosidad aumentaba con la edad y mi inquietud era un riesgo para mi comunidad, no deseaba ser causa de ningún conflicto, me despedí de mis padres que seguramente tuvieron una mezcla de aflicción y de alivio al verme partir.


Años han pasado, ahora entiendo lo difícil que fue para el Chaman predicar mi futuro, porque al salir de mi entorno se abrieron caminos infinitos, me encontré con millones de seres que me mostrarían sus particulares formas de vivir, de sentir, de crear o destruir, incluso de amar, eso no sucede en mi pueblo donde todo esta limitado a unos cuantos cientos de individuos que siguen el comportamiento de sus ancestros sin intervención, sin influencias ajenas, manteniendo un orden, uso y costumbres que no se alteran proporcionando tranquilidad, estabilidad en la región; pero en las grandes urbes que he recorrido es el caos lo que reina, cada individuo sigue sus propias inclinaciones, no hay, a pesar de que se intenta, normas que regulen de manera efectiva el comportamiento de quienes están impulsados constantemente por la competencia, una feroz lucha por sobrevivir, por no caer y ser pisoteado por la sociedad de la que forman parte y al mismo tiempo se mantienen apartados, inconformes con lo que sucede y a lo cual cada uno contribuye con sus acciones, con su pretensión de ser mejor que los demás, de sobresalir a cualquier costo, de alcanzar el poder, la riqueza, la fama sin importar la forma.


La vida sencilla de las comunidades pequeñas proporciona la posibilidad de un mejor control del comportamiento colectivo, se conoce a cada individuo desde que nace hasta que fallece , sus habilidades, sus inclinaciones, su carácter, lo que hace y no hace, aceptado o influyendo de manera colectiva para que el buen vivir, el buen proceder, la forma correcta de relacionarse impere.


En las grandes urbes el individuo se pierde en el anonimato, esa relación y esa influencia positiva de una comunidad pequeña se diluye en los espacios, en los tiempos, en los millones de actividades entremezcladas, entre las ruinas de un pasado que se abandona para dar paso al continuo cambio, al despiadado proceso modernista que impone adaptación constante, enfermando a quienes tienes que mantenerse actualizados, dejando atrás a los que no pueden seguir el ritmo, a los que no tienen la capacidad para aprender rápidamente los nuevos avances en técnica, ciencia, arte o cualquier otra actividad.

Sin una referencia segura, el las personas en las ciudades se despersonalizan, se convierten en seres que realizan sus labores por obligatoria forma para sobrevivir, la mayoría no ama su trabajo, no hace lo que le gustaría realizar, esta bajo constante presión, disgustados con la posición que tienen o que no tienen dentro de la sociedad, la contaminación les causa efectos en la salud física y mental, se pasan la existencia buscando sin saber con certeza que es lo que realmente le haría felices, porque cuando alcanzan un objetivo ya tiene otro en mente o se les ha impuesto un nuevo reto por los cambios vertiginosos que tiene la sociedad en conjunto.


El chaman nunca pudo imagina esta ingrata forma de vivir, jamas pudo ver con sus rústicos elementos de adivinación la caótica relación de un individuo con el medio que le rodea en estas grandes urbes, en la modernización, en el proceso de continuó y vertiginoso cambio. Para el era cosa inimaginable, si de alguna forma lo percibió no lo pudo entender, imposible creer que algo así pudiera suceder a quien nace con la conciencia limpia, a quien de inocente manera enfrenta al mundo y se deja guiar por sus mayores aprendiendo aquello que es digno y aceptable, su relación con la naturaleza y con Dios.

   En las grandes urbes los padres no tienen tiempo para atender a sus hijos a quiene abandonan en centro de educación que lo preparan para la competencia y para integrarse a centros de producción, acordes con las exigencias de la economía , importando poco el aspecto humano, la relación con el universo, mucho menos con sus vecinos o con otras grandes comunidades a las que se ve como enemigos en la competencia económica. 

En este ambiente es casi imposible mantener una mente sana, el comportamiento se altera por influencias de todo tipo, el bombardeo de la mercadotecnia, de la política, de la sociedad en conjunto afectan de manera constante la actuación de cada individuo, imponiéndole un ritmo de vida anti natural, una deshumanizada, complicada existencia que le producen alteraciones mentales severas, tanto que ni siquiera se dan cuenta de lo enfermos que están, del mucho daño que se les ha causado desde niños, de lo que se han perdido al no tener oportunidad de gozar de una verdadera vida tranquila, sana, segura, donde todo transcurre acorde a los tiempos que marca la naturaleza y se pueden realizar las acciones sin la presión y acordes con la capacidad de cada uno. 


Don Severo tal vez vio en mi futuro sombras, pasiones, rebeldía, percibió algo extraño que no pudo descifrar, porque el jamas conoció este mundo en que yo he vivido desde que salí del pueblo y los senderos angostos se hicieron cada vez mas anchos y sin un final marcado, donde se recorren la mas diversas aventuras, donde se encuentra gente que ha perdido el rumbo y otros que se aferran a ideas extrañas, como la de hacer la guerra para alcanzar la paz, comprar un arma para sentirse seguros, vender basura o productos que hacen daño para obtener ganancias, especular con las cosas que debieran ser sagradas, el explotación irracional de los recursos, la manipulación de la opinión publica mediante falsedades, recurrir al miedo colectivo como forma de control social, inducir a las adicciones, a la vida sin sentido, a la locura para sentirse aceptado en una sociedad que acepta el placer efímero como recompensa al sufrimiento adherido en cada parte que la compone.

Negro ha de haber sido el futuro que vio el chamo en su rito de predicciones, por eso prefiero aceptar que no sabia que me deparaba el destino, no quiso preocupar a mis padres, tal vez tuvo la esperanza de haberse equivocado.


Afortunadamente, en medio de este caótico acontecer, de haberme integrado a una sociedad enferma, me he mantenido erguido, luchando, adaptándome, persiguiendo mis sueños, aceptando y tolerando lo que no puedo cambiar, esperanzado en que he de llegar al final con un buen animo, repitiendo que hice lo que me correspondía a mi manera, eso es lo bueno de alcanzar la demencia, ignorando la verdad y viviendo en lo imaginario. 

JuanAntonio Saucedo Pimentel


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