“La verdad florece” (versión reforzada)
Camila tenía dieciocho años y un sueño que no le cabía en el pecho: quería estudiar Ciencias de la Comunicación. Desde niña le fascinaba observar todo lo que pasaba a su alrededor y contarlo. “No es chisme, es información”, solía decir entre risas. En el fondo, deseaba que los demás le prestaran atención, y nada lograba más eso que contar una historia que hiciera ruido.
Una tarde, mientras ayudaba en el pequeño jardín comunitario, se encontró con Don Fidel, un hombre sabio de silencios largos y palabras certeras. Era jardinero de la universidad donde pensaba inscribirse. Él la miró con una mezcla de curiosidad y afecto, como si intuyera que traía algo atorado en el alma.
—¿Así que vas a estudiar comunicación? —le preguntó sin rodeos.
—Sí —respondió Camila—. Me gusta contar lo que pasa… desde niña he tenido ese don.
Don Fidel sonrió mientras acomodaba las macetas.
—¿Y también tienes el don de callar lo que no es verdad?
Camila se quedó callada. El jardinero, entonces, comenzó a contarle una historia:
—Hace años, una joven con gran talento para escribir fue contratada por una importante agencia de noticias. Le gustaba contar lo que veía, sin filtros. Pero un día, publicó una historia sin verificar, basada solo en rumores. Acusó a un hombre de un acto terrible, y aunque no tenía pruebas, lo hizo con tanta convicción que nadie dudó. Ese hombre lo perdió todo: familia, amigos, su reputación. Años después, se descubrió que todo había sido falso. La joven lo entendió tarde… pero entendió. Dejó el oficio, y desde entonces, se dedica a enseñar a los jóvenes que informar es un acto sagrado: se debe decir solo lo que se puede probar, no lo que suena mejor o hace más ruido.
Camila lo miraba en silencio, con la garganta apretada.
—Informar no es entretener ni crear escándalos —continuó Don Fidel—. Es sembrar verdades. Y la verdad, hija, no necesita adornos, necesita evidencias. Sin ellas, es solo ruido.
El viento movía las ramas como si también quisieran opinar. Camila bajó la mirada y asintió. Entendió que su pasión tenía un peso: el de la responsabilidad.
—Entonces, ¿usted cree que aún puedo hacerlo bien?
—Claro —dijo el jardinero—. Pero no uses tu don para hacer sombra, úsalo para dar luz. Porque en un mundo de mentiras, quien dice la verdad con pruebas… es un faro.
Tiempo después se construyó la biblioteca de la verdad donde los cuadernos contenían aquello que investigado y comprobado había sido la información que transformó la vida de un pueblo.
🌱 El Jardín de las Serendipias
Una mañana soleada, mientras el rocío aún brillaba en las hojas, un joven entusiasta llegó al jardín donde trabajaba Don Fidel, un hombre de manos curtidas y mirada serena.
—Don Fidel, ya tengo claro mi futuro —dijo el joven con entusiasmo—. Seré un abogado prominente. La abogacía me dará estabilidad económica y una posición respetable en la sociedad.
Don Fidel sonrió y, mientras plantaba unas semillas, respondió:
—Es bueno tener metas, muchacho. Pero déjame contarte una historia.
Y así, comenzó a relatar la vida de un campesino que, a los diecisiete años, dejó su pueblo con la ilusión de estudiar y mejorar su vida. Destacó en física, química y, especialmente, en matemáticas. Obtuvo una beca para estudiar en el extranjero. Sin embargo, antes de partir, fue asaltado y golpeado en la cabeza. Al recuperarse, descubrió que había perdido la capacidad de resolver incluso ecuaciones sencillas.
A pesar de ello, la universidad lo aceptó sin conocer su situación. Allí descubrió una nueva habilidad: escribir y analizar datos administrativos. Sus escritos, aunque inicialmente considerados radicales, con el tiempo demostraron tener razón. Sin embargo, perdió la beca y regresó a su país.
Trabajó en una gran empresa metalmecánica, donde implementó cambios que mejoraron la producción y redujeron la rotación de personal. Pero la ambición de algunos compañeros lo llevó a renunciar. Entonces, fundó su propia empresa y tuvo éxito. A pesar de ello, sentía un vacío interior. Decidió regresar a su pueblo y llevar una vida sencilla, enseñando que en la vida todo puede suceder, pero no hay que dejarse vencer, porque esas serendipias pueden traer grandes sorpresas.
El joven escuchaba atentamente, y Don Fidel continuó:
—No es el único. Frida Kahlo, por ejemplo, soñaba con ser médica, pero un accidente la llevó a descubrir su talento en la pintura. Mario Moreno, conocido como Cantinflas, probó varios oficios antes de encontrar su lugar en la comedia. Rigoberta Menchú, tras vivir injusticias, se convirtió en activista y ganó el Nobel de la Paz. Juan Rulfo, mientras trabajaba en una oficina, escribió “Pedro Páramo”, una de las obras más importantes de la literatura mexicana. Chavela Vargas, tras una vida de altibajos, encontró su voz en la música ranchera.
El joven, pensativo, comprendió que la vida no siempre sigue el camino planeado, y que adaptarse a las circunstancias puede llevar a descubrimientos inesperados y valiosos.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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