“Las semillas de Melquiades”
A la sombra de un viejo mezquite, justo donde el viento silba como si supiera secretos, Melquiades se sentó en su tronco preferido. Los niños del pueblo ya lo conocían bien: sabían que cuando el abuelo Melquiades hablaba, la tierra misma parecía quedarse callada para escucharlo.
—¿Por qué las hojas se caen, abuelo? —preguntó Lucio, un chiquillo con los pies polvosos y el alma inquieta.
Melquiades sonrió, tomó una hoja seca que el viento le había dejado en el regazo, y la levantó con delicadeza.
—Porque la vida, mi niño, no se termina… se transforma. Mira esta hoja, parece muerta, ¿no? Pero cuando cae, se convierte en alimento. La tierra se la traga con gusto, la convierte en fuerza pa’l árbol, en abrigo pa’ las raíces, en cuna pa’ nuevas semillas.
Los niños se quedaron callados, viendo cómo la hoja bailaba entre los dedos del anciano.
—Así también son los pensamientos buenos —continuó él—. A veces uno dice algo bonito, o justo, o sabio… y parece que nadie lo escucha. Pero si ese pensamiento cae en un corazón fértil, tarde o temprano crece. Da sombra, da frutos. No se ve, pero alimenta.
—¿Como las palabras de los cuentos? —preguntó Rosario, la más pequeña.
—Sí, chiquita —respondió él acariciándole la cabeza—. Los cuentos son como semillas de luz. Algunas caen en la tierra dura y no brotan, pero otras… ah, otras encuentran tierra buena, y un día crecen en forma de actos bonitos, de decisiones valientes, de amores grandes.
—¿Y si nadie se acuerda? —preguntó Lucio otra vez.
Melquiades se rascó la barba y dijo:
—La tierra no olvida lo que le das, aunque tú sí. Así es el corazón de la gente buena. A veces tú ya ni recuerdas lo que sembraste, pero allá, en lo hondo, algo empieza a florecer gracias a ti.
Los niños no dijeron nada. Solo lo miraron como si vieran un árbol que hablaba. Y Melquiades se recargó en el mezquite, cerró los ojos y agregó, como para sí mismo:
—La muerte no existe pa’ quien ha sembrado amor, justicia y verdad. Solo cambia de forma… como el agua, como el viento, como esta hoja.
El viejo se quedó dormido soñando que el futuro era como él lo imaginaba.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
Auxiliar Chat Gpt
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