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viernes, 30 de mayo de 2025

El duende conversando con el robot



“Crispín y el robot de la verdad”


Crispín, el pequeño duende curioso que vivía entre las raíces de los árboles, tenía una pregunta que le daba vueltas desde hacía tiempo. Una tarde, mientras conversaba con el robot que había llegado al bosque se atrevió a preguntarle:


—¿Crees que la humanidad todavía tiene oportunidad de revertir el daño que le ha causado al planeta?, te lo pregunto porque cada día vemos como están talando sin consideración más árboles, destruyendo este lugar a una velocidad que aterroriza.


El robot, que procesaba millones de datos por segundo, se quedó en silencio unos instantes. Sus luces láser parpadearon con una cadencia pensativa, y luego respondió:


—Es muy difícil, Crispín. El tiempo sigue corriendo y los esfuerzos que se hacen no son suficientes… ni llegan con la rapidez necesaria. Los datos son alarmantes. Las proyecciones muestran que, si no se cambia el rumbo de inmediato, la humanidad deberá enfrentar un cataclismo como jamás se ha visto.


Crispín, con el corazón encogido, se atrevió a hacer otra pregunta:


—¿Y no hay alguna forma de ayudar? ¿De hacer que la gente reaccione y actúe a tiempo?


El robot volvió a parpadear lentamente. Luego, proyectó un holograma frente a ellos: la imagen de un niño sembrando un árbol bajo un cielo limpio. Luego la de un ingeniero diseñando un edificio ecológico.


—Claro que hay una forma —dijo—. Todo depende de comprender que la Tierra es la madre de todo lo que permite la vida. Si los humanos dejan de utilizar los recursos naturales de forma irracional, si disminuyen la contaminación, si se esmeran en recuperar los bosques, los arrecifes, los manglares, y todos los ecosistemas que pueden aliviar el daño… entonces sí, hay esperanza.


Hizo una breve pausa y continuó:


—La clave está en la próxima generación. Los jóvenes y los niños ya están más conscientes del problema. Muchos están actuando, sembrando árboles, cuidando el agua, protestando, creando soluciones. En las escuelas, la enseñanza ambiental ha comenzado a mostrar la realidad con claridad, y a formar ciudadanos responsables. Pero aún no es suficiente.


—¿Qué falta? —preguntó Crispín con los ojos brillantes.


—Falta que los medios de comunicación masiva pongan todo su empeño en divulgar soluciones, en mostrar el camino, en inspirar. Y lo más importante: lograr la cooperación de todas las naciones. La paz mundial no es solo un sueño idealista… es una necesidad urgente. Solo con unidad y siguiendo los consejos de los expertos, se podrá evitar lo peor.


El robot giró su cabeza metálica y miró a Crispín con suavidad.


—Tú también puedes ayudar. Puedes explicarlo mejor que yo, porque tú tienes algo que los datos no tienen: alma. Puedes tocar el corazón de los seres humanos, inspirar con tus historias, despertar conciencias dormidas. Esa… también es una forma de salvar al planeta.


Crispín sonrió. Sabía que su voz, aunque pequeña, podía sembrar algo grande.


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