“El libro invisible”
—Abuelo… ¿qué es la vida? —preguntó el joven con ojos curiosos, sentado a la sombra del gran árbol donde su abuelo solía descansar cada tarde.
El anciano sonrió, cerró los ojos unos segundos, como si abriera una página secreta de su memoria, y entonces comenzó, con voz pausada:
—Cuando soñamos, creemos que vivimos.
Cuando vivimos, creemos que soñamos.
Y así, confundiendo la vida con los sueños, sin darnos cuenta… nos apagamos. Lo dijo un poeta mexicano en sus últimos años recordando el camino recorrido.
Guardó silencio un instante, como si sus palabras aún flotaran en el aire, luego prosiguió:
—La vida, muchacho, es como una obra de teatro que se representa diferente cada día. A veces es comedia, otras tragedia. Tiene misterio, violencia, romanticismo, fantasía… y una realidad que siempre se transforma. Caminamos por el tiempo y recorremos espacios, viendo rostros que solo en raras ocasiones marcan nuestro destino. La mayoría son solo actores secundarios en esta obra donde tú eres el protagonista.
—¿El protagonista? —interrumpió el joven con asombro.
—Sí —asintió el abuelo—. Porque tú eliges qué considerar importante. Sigues tus deseos, buscas alcanzar un sueño, conquistar un corazón parecido al tuyo. En ese intento cruzas caminos llenos de aliados y enemigos. Los amigos verdaderos te acompañan, pero también aparecen sombras disfrazadas, con máscaras que engañan… algunas veces logran confundirte, otras, los enfrentas y los descubres.
El muchacho lo miraba, completamente atrapado por la sabiduría que brotaba como manantial de su voz.
—Y así es la vida —continuó el abuelo—: para algunos, un juego; para otros, una aventura. Es la oportunidad de conocer, de crear, de intentar entender qué es lo sagrado… o al menos descubrir lo que significa amar. Vivir es saber que existes en medio de esta vasta e infinita inmensidad, donde un solo verso —el correcto, dicho en el momento justo— puede hacerte temblar de emoción… y recordarte que aún estás vivo.
El abuelo miró al cielo, como si leyera una página más del libro invisible del tiempo. Luego, se volvió hacia su nieto con una sonrisa leve:
—La vida no se explica, se vive… pero de vez en cuando, se recuerda como si fuera un sueño. Y a veces, en ese sueño, uno encuentra la verdad.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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