Entrada destacada

El Gran Libro

El Libro Cuando nació la idea de escribir fue como la tormenta que de pronto aparece en el horizonte anunciando con relámpagos y truenos...

lunes, 26 de mayo de 2025

El duende moderno

 Seguramente recordarás que inventé un duende que es quien hace las narraciones que subo a las plataformas en red, bueno se me ha ocurrido que ese duende ,cuando era más joven ,después de ir a una fiesta donde bailo, canto y bebió vino toda la noche,se que do dormido profundamente y otros duendes bromistas lo llevaron a una una empresa donde empacaban cereales, el duende cuando despertó estaba atrapado en una caja con ojuelos de maíz con las que empezó a construir una pequeña casa, después hizo esculturas,, flores y otras cosas para entretenerse, porque los duendes como sabemos pierden sus poderes mágicos estando atrapados, por eso a quien les libera le conceden un deseo y cuando un niño por fin abrió esa caja de cereal se quedó con la boca abierta viendo al pequeño que había construido muchas cosas con las hojuelas, antes que pudiera cerrar la boca el duende le dijo que , te concederé un deseo, no muy grande porque aún soy principiante, solo el rey puede conceder deseos casi de cualquier tipo, el niño entonces dijo. Deseo que seas siempre mi amigo y me cuentes historias, entonces fue el duende quien se quedó boquiabierto, nadie había. Pedido tal cosa, pero no quedaba otro remedio más que cumplir su promesa, desde entonces está contando estas historias que tú y yo formamos con versión moderna .

Título: El duende y la caja de cereal



No siempre fui un duende sabio y narrador, ¡no, señor!

Hubo un tiempo en que era joven, fiestero y un poco… distraído.


Una noche fui a una gran fiesta de duendes. Bailé como un loco, canté canciones viejas y bebí más vino de zarzaparrilla del que un duende debería. Y como era de esperarse… me quedé profundamente dormido.


Ah, pero mis amigos, duendes bromistas como ellos solos, decidieron jugarme una broma. Me metieron dentro de una caja de cereal —sí, de esas con hojuelas de maíz— que iba directo a una tienda humana.


Cuando desperté, estaba atrapado. ¡Sin magia! Porque ya sabes: los duendes pierden sus poderes cuando quedan encerrados. Pero no iba a quedarme cruzado de brazos.


Así que, con hojuelas de maíz, construí una casita. Luego hice una escultura. Luego flores. Y cuando me aburría, inventaba historias. Todo dentro de la caja. Esperando.


Pasó mucho tiempo… hasta que un niño, al desayunar, abrió la caja.

Y ahí estaba yo, sentado entre columnas de hojuelas, con mi gorrito torcido y una flor de maíz en la mano.


El niño se quedó con la boca abierta.

Y yo, como buen duende, le dije:

—Te concederé un deseo. No muy grande, porque aún soy principiante. Solo el rey duende puede conceder deseos de los buenos-buenos.


El niño me miró, pensó un instante y dijo:

—Deseo que seas siempre mi amigo… y que me cuentes historias.


¡Zas! Se me cayó la flor de maíz.

Nadie, nadie, había pedido algo así.


Pero yo ya había prometido. Y lo prometido, entre duendes, ¡se cumple!

Desde entonces, ese niño y yo compartimos historias. Y ahora tú también las escuchas, porque el deseo sigue vivo. Y cada historia que contamos… es parte de esa amistad mágica.



Título: Los duendes modernos (o cómo sobrevivir al absurdo humano)


Los duendes no pueden competir con la mercadotecnia, la realidad virtual, los videojuegos, el metaverso con avatares personalizarles, pero tenemos la misión de seguir despertando consciencias, algunos humanos han de escapar de la influencia de la tecnología moderna, dejarán de lado el dispositivo para meditar sobre las narraciones que damos para recordar que no son clones de en un experimento científico, sino personas que tienen cualidades, talentos, habilidades distintas cada uno y pueden encontrar los mejores caminos para hacer que el mundo recobre aquello que se ha ido perdiendo con el irracional consumo de elementos naturales, con la destrucción y contaminación de bosques, lagos, mares, ríos, del aire que todos respiramos, incluso los duendes hemos tenido que adquirir tanques de oxígeno cuando una nube de productos salidos de una fábrica o un laboratorio llega hasta el lugar que habitamos. Seguimos pensando que el hombre va a encontrar la forma de revertir el proceso destructivo y ese será su principal y más grande éxito, pero para ello primero tendrán que aprender a cooperar, a ser unidos y remar en la misma dirección, de lo contrario hundirán esta hermosa y sin igual nave.


Aunque muchos ya no creen en nosotros, los duendes seguimos aquí.

No somos fantasía, somos testigos silenciosos de un mundo que se descompone… con mucho estilo.


Nos hemos tenido que adaptar, claro.

Aparecieron los ordenadores, luego la inteligencia artificial, y por si fuera poco, los humanos siguieron talando bosques como si eso les diera puntos para entrar al paraíso.


Pero nosotros, prácticos como siempre, hicimos reservas naturales. Lugares escondidos, protegidos, donde aún cantan los grillos y los árboles no tienen fecha de vencimiento.


Algunos duendes jóvenes ya no viven en setas o cuevas, sino en casitas de acrílico con control de voz, calefacción por magia solar y chimeneas que se encienden solas con un silbido encantado. Pero que quede claro: aún cantan al anochecer, bailan en las raíces de los robles y ríen como si el tiempo no pasara.


Eso sí, a veces nos detenemos a mirar a los humanos…

¡Y qué espectáculo nos dan! Creen que están conquistando el universo, cuando apenas han leído la primera página del libro cósmico. Y ya se sienten sabios, como si entendieran algo del todo.


Hacen cosas que van contra su propia existencia, y lo más gracioso: ¡les pagan por eso! Se especula con la muerte, se venden misterios en cómodas mensualidades, se alquilan héroes con músculos de computadora y poderes prefabricados.


Nosotros, desde lejos, observamos. Porque de cerca es peligroso.

Hemos visto cómo destruyen en un día lo que les tomó siglos construir… y luego, con gran esfuerzo, intentan levantar de nuevo lo que derribaron por puro ego.


¿Quién los entiende?


Quizás por eso seguimos aquí.

Porque alguien tiene que recordar cómo era el mundo cuando los cuentos eran más sabios que las noticias, y los deseos se concedían por amistad, no por fama ni por obtener riqueza.




Crónicas del Duende Moderno – Episodio 2: “Tecnología de punta y cerebro de hojalata”


Como sabrán aquellos que han seguido al duende cuenta cuentos, desde hace mucho tiempo hemos sido testigos de cómo avanza la ciencia y la tecnología, incluso dos duende pudieron entrar sin ser detectados a los laboratorios donde se hacía el entrenamiento de la AI, fue de ese modo como fuimos adaptando nuestras ideas y buscando nuevos refugios, haciendo narraciones que mostrarán algunos de nuestros puntos de vista, pero no terminamos una cosa cuando ya nos salen con algo nuevo, van en una carrera vertiginosa sin hacer pausa para ver cuáles pueden ser las consecuencias y si algo hemos aprendido , es qué hay que analizar con calma hacia donde conduce un camino, las señales son claras si uno observa con detenimiento, ya hemos comprobado como las relaciones personales se han deteriorado con el uso excesivo de los dispositivos, pero apenas es el principio, porque ahora con los robots y la AI incorporándose cada vez más a las actividades humanas la cosa se pone seria de verdad. El Progreso no se detiene, tampoco el deterioro, cada quien ve lo que le conviene interpreta a su manera y responde como le viene en gana eso no lo podemos discutir, es una verdad.


Hoy, mientras afinaba mi flauta en una cabaña con techo de musgo sintético, me llegó una noticia que me hizo escupir el té de pétalos de luna:

¡Han creado un robot que escribe poesía!


Claro, pensé yo. La misma especie que contamina los ríos con químicos ahora quiere que una máquina les diga qué es el amor.

¡Bravo! Nada como una inteligencia artificial para explicar lo que ni la natural ha logrado entender.


Pero no me quejo, eh. Nosotros los duendes somos testigos silenciosos, cronistas del absurdo.

Vemos cómo diseñan cohetes para escapar del planeta… en lugar de repararlo.

Cómo invierten fortunas en armas supersónicas… pero no pueden garantizar agua limpia en cada aldea.

Y cómo todos se pelean por tener la razón… y nadie recuerda cómo tener corazón.


Yo, por mi parte, me hice amigo de una luciérnaga que ha aprendido a traducir memes. Así no me pierdo de nada.

Desde la profundidad del bosque inteligente, donde los árboles nos hablan en wifi natural, te digo:

No hay software más poderoso que la empatía,

ni red más segura que la cooperación.


Pero bueno, ¿quién le hace caso a un duende con hojas por zapatos?


Solo espero que, mientras algunos se obsesionan con conquistar galaxias,

otros recuerden cómo conquistar la bondad.


Porque de seguir así, ni los duendes podremos contar el final del cuento.






Crónicas del Duende Moderno – Episodio 3: “No somos clones”


Lo reconozco: no podemos competir.


Ni con la realidad virtual que te lleva a galaxias de mentira,

ni con los videojuegos que te hacen héroe con solo apretar un botón,

ni con los avatares que lucen mejor que tú, aunque no sientan ni ni se emocionen.


Los duendes seguimos sin cambiar mucho


 en el silencio de quien apaga su dispositivo por un momento,

y escucha.

La que se asoma cuando alguien cierra los ojos, respira profundo, y recuerda que no nació para ser un producto, sino una posibilidad.

Recordando con historias, relatos, cuentos, que

 no, no son clones.

Ni moldes repetidos de una fábrica invisible.

Son personas.

Seres con talentos que ningún algoritmo puede predecir del todo,

con cualidades que solo florecen si cooperan, si confían, si sueñan en voz alta.


Nosotros seguimos contando historias.

A veces las escuchan pocos,

pero esos pocos las llevan muy lejos.


Aunque algunos de nosotros ya usamos tanques de oxígeno cuando sopla el viento industrial,

aunque los ríos canten menos porque el plástico les tapa la boca,

aunque los árboles nos pidan ayuda desde sus raíces…


Creemos que el ser humano aún tiene la chispa.

Esa capaz de revertir lo que ha roto,

de sanar lo que ha contaminado,

de recuperar lo sagrado sin ponerle precio.


Pero para eso,

deben dejar de correr en direcciones opuestas

y remar, todos, hacia un mismo horizonte.


Solo así esta hermosa nave azul,

esta Tierra irrepetible,

no se hundirá.


Lo digo con el corazón 

Un duende moderno

que baila al ritmo de la esperanza

y aún cree en ti.






No hay comentarios:

Publicar un comentario