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lunes, 26 de mayo de 2025

El misterio de Leonor



“La Dama del Muro”


Dicen que en la antigua Ciudad de México, cuando aún se respiraba incienso y miedo en las plazas de la Nueva España, vivía una mujer culta,  de belleza hipnótica y fortuna heredada: doña Leonor de Castilla. Era hija de un comerciante sevillano  que le guió por los senderos de la filosofía y una indígena sabia que le enseñó a leer los astros, preparar remedios y comprender los silencios de la noche.


Leonor no tenía esposo ni amo. Vestía a su antojo, recibía visitas sólo si lo deseaba y hablaba con la misma soltura de negocios que de poesía. Eso bastó para levantar sospechas entre los hombres poderosos. Pero lo que realmente selló su destino fue un rumor: que nunca envejecía, que sus ojos veían más de lo que mostraban, y que conversaba con seres invisibles.


Fue acusada de brujería por el Santo Oficio. La encerraron en una celda húmeda del convento del Desengaño, un lugar donde las voces se apagaban lentamente. Le prohibieron ver el sol, le quitaron sus joyas, su biblioteca, su nombre. Sólo quedó la celda… y su mente.


Durante semanas, Leonor no dijo palabra. Pero en las noches, cuando todo dormía, comenzó a pintar con un pigmento secreto que sólo ella sabía preparar: molía insectos, mezclaba tierra roja y saliva, y trazaba figuras en los muros de piedra. Dicen que dibujó un bote con una vela encendida, flotando sobre nubes y lunas.


Una madrugada, la celda estaba vacía. Sin rastro de fuga, sin puertas forzadas, sólo la pintura fresca de una mujer sentada en aquel bote, mirando hacia la luna. Las monjas y los inquisidores callaron el escándalo. Dijeron que murió, pero su cuerpo jamás fue hallado.


Desde entonces, en algunas noches de luna llena, se ve pasar sobre los tejados un bote brillante que surca el cielo, con una mujer de cabello suelto que sonríe al viento. Dicen que es Leonor, la dama del muro, la que no quiso ser esclava, y voló hacia la libertad por la única puerta que no podían cerrar: su imaginación.


Pero existe también la versión de que un joven que la custodiaba de ella se enamoró y arriesgando su vida le ayudó a escapar, la llevó muy lejos a un pueblo encantado entre las montañas donde pudo vivir tranquila y feliz estudiando las plantas, sus cualidades , curando a quienes a ella acudían , lo más probable es que ahí se casó y tuvo descendencia, pero de eso aún no tenemos referencia que lo confirme.

JuanAntonio Saucedo Pimentel 


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