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domingo, 4 de mayo de 2025

Los adultos mayores y la fantasía de Fanny

 ### **Fanny y los Relojes de Arena del Abuelo**  


**(Una historia donde la magia no concede deseos… sino que enseña a crearlos)**  


El abuelo de Fanny ya no corría tras los gallos como antes. Sus pasos eran lentos, sus tardes largas, y su silla de mimbre guardaba el molde de su cuerpo como si nadie más pudiera ocuparla. Fanny lo observaba desde la ventana, con el corazón apretado.  


—Abuelo —le dijo una tarde, acercándose con un plato de mango con chile—, ¿quieres que juguemos dominó?  


El viejo miró las fichas polvorientas sobre la mesa y suspiró:  

—Ay, niña… ya ni mis dedos recuerdan cómo se hace.  


Fanny sintió un picor en la nariz. *Si tan solo pudiera pedir un deseo…*  


#### **La Llegada de la Mariposa**  

Esa tarde la mariposa se posó en su dedo y habló:  

—ya sabes que tienes concedido un deseo ,pero escucha primero esta historia.  


#### **El Cuento de la Mariposa**  

—Había una vez un **hombre que coleccionaba relojes de arena**, pero todos estaban vacíos. *"Quiero llenarlos con tiempo feliz"*, pidió. Un hada le advirtió: *"El tiempo no se concede… se comparte"*.  


El hombre no entendió. Hasta que un día, su nieta lo visitó con una caja de fotos viejas. *"Abuelo, ¿quién es ese Niño, preguntó, señalando una imagen borrosa.  


—¡Era yo! —rió el abuelo—. Esa tarde me robé un melón de la huerta…  


Mientras hablaban, algo mágico ocurrió: **la arena de los relojes comenzó a fluir**. Cada recuerdo compartido llenaba un reloj.  


—¿Y el hada? —preguntó Fanny.  

—Solo sonrió. La magia *real* ya estaba allí.  


#### **El Deseo que no Fue Necesario**  

Fanny miró a la mariposa, luego a su abuelo dormitando en la mecedora.  

—Quiero pedir que él sea feliz… pero ese deseo ya lo tengo *yo* —susurró.  


Al día siguiente, llegó con una libreta y lápices de colores:  

—Abuelo, voy a dibujar tus historias. ¿Me cuentas la del día que te caíste del caballo?  


El viejo parpadeó. Luego, como si alguien hubiera dado cuerda a su corazón, comenzó a reír:  

—¡Era más terco que una mula! ¡Y tu abuela me gritó…!  


En la mesa, entre los mangos y las risas, **un reloj de arena imaginario** comenzó a llenarse.  

Fin 


**La realidad cruda**:  

La vecina Doña Chabela ya no cocinaba. Sus ollas estaban limpias, pero frías. *"Para qué, si como sola"*, decía.  Fanny la veía apagarse poco a poco conforme pasaban los días y eso le preocupaba porque siempre había sido una mujer activa y buena preocupada por su comunidad.


**La chispa fantástica**:  

La mariposa le cuenta a Fanny la historia de **la Olla de los Susurros**: un recipiente mágico que solo hierve cuando alguien comparte la comida. *"Pero se perdió hace siglos"*, suspira.  Tal vez alguien la utiliza en algún lugar lejano, en esos terrenos donde no podemos entrar porque hay guerra, nadie sabe lo que ocurre mientras se forman cortinas con noticias que no cuentan la verdad, los niños se esconden como topos bajo la tierra, tal vez la olla sigue con su magia alimentándolos mientras comparten el pan y la miseria esperando el rescate, la paz que ha de llegar un día.


Fanny no busca la olla. En cambio, llega a casa de Doña Chabela con un termo:  

—Traje sopa de mi mamá. *Usted le pone el sabor*, ¿sí?  Dice que usted es una excelente cocinera, que nadie prepara los guisos como usted, me gustaría aprender de sus recetas, tal vez algún día podré cocinar algo que le sorprenda , quiero que mis amigas la conozcan que sepan que tiene la magia de la cocina en sus manos, en su forma de preparar las cosas.

A doña Chabela le brillan los ojos, se levanta de la mecedora, entra a la cocina donde cuelgan las cazuelas de barro y los corales, su bracero de antiguos diseños es hermoso, ya no existen muchos como ese, y Fanny aprende cómo encenderlo con leña y ocote , el fuego está ardiendo y ellas preparando los condimentos


Mientras pelan juntas unos ajos, la anciana murmura:  

—Hasta el cilantro echó raíces en esta mesa…  


Y esa noche, **sin hechizos**, el vapor subió como incienso a un altar donde los espíritus buenos saltaron de alegría .  Fanny entendió que los viejos son los maestros que trasmiten el encanto que viene desde los ancestros con sus historias, los platillos que llevan nutrientes naturales, sabores que recuerdan a quienes hicieron de esta tierra algo diferente, donde brilla el cariño, la fraternidad de la gente compartiendo en la mesa el regalo de los buenos espíritus 

**Fanny y los Pinceles del Corazón**  


El padre de Fanny había recibido su jubilación como quien recibe una noticia ambigua: *"Ya no debes trabajar"* sonaba a *"Ya no eres útil"*. Las mañanas, antes llenas de horarios y responsabilidades, ahora se extendían interminables frente al televisor. La pantalla parpadeaba con programas que él no veía; sus ojos, opacos como vidrios empañados, miraban sin mirar.  


Fanny lo observó desde la puerta, apretando su monedero de tela donde guardaba sus ahorros. Recordó las palabras de la mariposa: *"La magia no está en los deseos, sino en las manos que actúan"*.  


—Papá —dijo de pronto, sacando de detrás de la puerta un paquete colorido—. Necesito que me pintes algo hermoso para mi cuarto.  


El hombre alzó la vista. Entre sus manos temblorosas, Fanny colocó:  

- **Pinceles nuevos**, con cerdas suaves como el lomo de un gato.  

- **Tubos de pintura** que olían a tierra mojada y a flores recién abiertas.  

- **Una tela enmarcada**, blanca y ansiosa por ser habitada por colores.  


—Pero… hace años no pinto —murmuró él, aunque sus dedos ya acariciaban los materiales.  


—Entonces será una sorpresa para los dos —respondió Fanny, besándole la mejilla.  


Esa tarde, algo mágico ocurrió sin necesidad de alas ni conjuros:  


1. **El primer trazo**: Torpe, como un pájaro que olvida volar.  

2. **La segunda línea**: Más segura, descubriendo que las manos aún guardaban memoria.  

3. **El color**: Un azul que le recordó el cielo de su infancia, un verde como los campos que cruzaba camino al trabajo.  


Para cuando el reloj marcó la hora de la cena, el padre de Fanny no había vuelto a mirar el televisor. Tampoco recordó la hora del noticiario, ni siquiera al calendario que contaba sus días vacíos.  


—¿Qué estás pintando? —preguntó Fanny, trayéndole un vaso de agua.  

—Un camino —dijo él, con la voz ronca de emoción—. Uno que no sabía que aún estaba allí.  


Y en ese lienzo, entre flores con apariencia de espíritus trasparentes, danzando entre arcoíris  y  luces doradas que formaban  seres surrealistas , **ambos encontraron lo que el dinero nunca pudo comprar**: la chispa que enciende el alma cuando descubre que, incluso al final del trayecto, hay senderos nuevos por recorrer. 

JuanAntonio Saucedo Pimentel 




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