No veas con indiferencia a quien tiene menos que tú.
Quizás no tuvo la fortuna, o la oportunidad, para alcanzar algo mejor.
A veces, un accidente cambia toda una vida.
Otras veces es una enfermedad, una condición heredada, una batalla silenciosa que lo arrinconó en un lugar donde nunca quiso estar.
Las circunstancias, los conflictos, las decisiones ajenas…
Todo puede girar en un instante, y el plan que parecía firme se desvanece como humo en el viento.
Por eso, cuando puedas, da una mano.
No porque seas más, sino porque has tenido más suerte, más salud, más apoyo, más oportunidades.
Tarde o temprano, todos necesitamos de alguien.
Y siempre es grato descubrir que en un mundo que corre sin mirar atrás, aún existen quienes se detienen a ayudar.
Recuerda: llegamos a este mundo sin elegir dónde nacer ni con quién.
Algunos vienen envueltos en seda, otros en silencio y carencias.
Eso no define su valor, pero sí el camino que deberán recorrer.
El estudio, el esfuerzo, el carácter, incluso el ánimo con que enfrentamos los días…
Mucho de eso no lo construimos solos.
Nos fue dado. Fue sembrado por alguien más, o por el azar.
Entonces, ¿por qué no compartirlo?
¿Por qué no equilibrar un poco la balanza con gestos que dignifiquen la vida de otros?
La diversidad no nos divide, nos enriquece.
De los lugares más oscuros han salido las mentes más brillantes.
Y de los tronos más altos, a veces caen los ejemplos más tristes.
El libro de la historia humana está lleno de sorpresas.
Contiene héroes que nadie miró y errores que todos aplaudieron.
Por eso, si vamos a escribir la nuestra, que sea con actos que dejen una huella amable,
como quien camina por la tierra sin pisar la flor más pequeña.
Porque al final, no se trata de cuánto tuviste,
sino de cuánto hiciste con lo que te fue dado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario