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miércoles, 11 de junio de 2025

El encuentro de dos mundos

“El Sol, la Sangre y el Silencio”


En un rincón invisible del tiempo, dos almas se encuentran.


Una es el Tlamatini, el sabio mexica, cuyo rostro está iluminado por el resplandor dorado del amanecer.

La otra es el Hombre Moderno, cargado de conocimientos, tecnologías y guerras.


El viento sopla suavemente. Las palabras comienzan.


Hombre Moderno:

— Los de tu pueblo… los aztecas.

Siempre se nos ha dicho que eran bárbaros.

Sacrificaban personas, arrancaban corazones para dárselos a sus dioses.

¿Cómo puedes justificar tal horror?


Tlamatini (con voz serena):

— ¿Bárbaros?

Tú me juzgas según tus ojos, no según el corazón de los antiguos.

Nosotros no creíamos poseer el mundo.

Sabíamos que el universo era frágil, que el Sol necesitaba alimento para seguir su camino por el cielo.


Hombre Moderno dice:

— ¿Alimento? ¿El corazón humano?


Tlamatini:

— El Sol es el dador de la vida.

Sin él, todo muere.

Y él mismo fue creado con sacrificio, entregándose otros dioses al fuego en Teotihuacan.

Así, cada día ofrecíamos corazones para sostener la vida.


Pero escucha con atención, hombre moderno:

Nuestro sacrificio no era por ambición, ni por codicia.

Era un acto sagrado, un pacto con el universo.

El guerrero ofrecido no era condenado: ascendía al Tonatiuhichan, la Casa del Sol. Él lo creía y se sentía honrado.


El hombre moderno guarda silencio. Pero el sabio continúa:


Tlamatini:

— Dices que fuimos crueles.

Pero dime:

¿Qué es más cruel? ¿Ofrecer vidas por respeto a las fuerzas que gobiernan el cosmos,

o asesinar millones en campos de exterminio por odio?

¿Qué es más bárbaro? ¿Alimentar el Sol para sostener la existencia,

o sepultar niños bajo bombas como sucede ahora en algunos lugares, en los rincones oscuros del mundo moderno, donde se fabrican armas que pueden extinguir todo lo que existe en la tierra.?

¿Quién es más salvaje: quien teme a sus dioses, o quien no respeta ni a dioses ni a hombres?


El viento sopla con más fuerza. El sol sigue elevándose.


Tlamatini (mira al horizonte):

— A nosotros nos guiaba el Dueño del Cerca y del Lejos:

Tloque Nahuaque.

A Él no se le nombra directamente.

Su verdadera forma está más allá de los ojos de los hombres.

Por eso, los que tú llamas dioses grotescos que ves en piedra representados,  eran apenas velos, símbolos, representaciones de lo sagrado.

Porque lo más grande no debe mostrarse ni pronunciarse sin respeto.


Hombre Moderno dice (bajando la cabeza):

— Pero… nosotros hemos avanzado. Hemos superado esas creencias…


Tlamatini (con voz firme) réplica:

— ¿Avanzado?

¿En qué consiste vuestro avance?

¿En destruir sin propósito?

¿En profanar la vida por codicia?

¿En ignorar lo sagrado de toda existencia?

Nosotros teníamos temor reverente por el equilibrio.

Vosotros tenéis desprecio por la vida y su dios es El Oro.


Un silencio profundo cae entre ambos. Sólo el viento, el canto de un ave y el sol testifican el encuentro.



Finalmente

Tlamatini agrega: 

— Quizá los verdaderos bárbaros caminan hoy con trajes elegantes, con máquinas inteligentes, con armas poderosas.

Pero han olvidado algo simple:

el respeto por el misterio de la vida.


Y mientras el hombre moderno permanece en su silencio, el sol continúa su recorrido… alimentado no por corazones, sino por el dolor invisible de un mundo que ha olvidado lo que es ser humano y su narcisismo lo ciega.


JuanAntonio Saucedo Pimentel 


JuanAntonio Saucedo Pimentel 

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