Los animales no ven noticieros, la selva selva se entera de la brutalizad de los hombres por las afecciones en la atmósfera, el cambio climático los tiene preocupados, saben que las cosas están llegando a un punto de no retorno, no presumen de inteligentes como los que se dicen humanos, pero intuyen que esto es diferente a todo lo que ha sucedido antes, el calor es sofocante, los fenómenos naturales cada vez son más frecuentes y con mayor fuerza, se siente en el aire y el agua la contaminación y por sí fuera poco los conflictos armados se propagan y tal parece que no tendrán fin, o mejor dicho ,acabarán con todo, por eso los animales después de haberse reunido, tomaron la decisión de construir sus refugios reforzados, cuidar los pozos profundos, los ríos subterráneos, entrar en las profundas grutas y permanecer a resguardo esperando con la esperanza de que se calmen los ánimos, que comprendan el daño que se están haciendo con sus equivocados conceptos de patriotismo, justicia, libertad, solo palabras pala alimentar su locura mientras que la verdad se esconde tras una cascada de mentiras que se difunden sin parar por todos los medios que han inventado para provocar más confusión en lugar de una comunicación verás. Los animales ya han comprendido que lo mejor es no opinar, eso no tiene sentido cuando se cierran los caminos de la razón y se hace del fanatismo, de la ambición, el egoísmo, los principales argumentos . Dejémoslos en sus intenciones autodestructivas , dijo el elefante, el león lo secundó, todos bajando la cabeza dijeron, pobres hombres, nunca aprendieron la lección.
El Concilio en Animalandia
Una fábula satírica con una lección urgente
Los animales de la selva estaban inquietos. Habían escuchado rumores inquietantes: los hombres, una vez más, estaban desatando su locura sobre la Tierra. Árboles caían como si fueran estorbos, ríos se ahogaban en veneno, el aire se llenaba de humo… y todo, según ellos, en nombre del “progreso”.
En una reunión extraordinaria bajo la sombra de un viejo ceibo, hablaron los más sabios, los más temidos y los más escandalosos.
El cotorro, como era costumbre, fue el primero en dar su opinión (aunque nadie la pidió):
—¡Hay que darles una lección! Insectos por millones, bacterias hambrientas, virus en formación… ¡Hagamos que no puedan ni comerse una sopa sin consecuencias!
El tigre resopló.
—Eso no servirá. Cuando el hombre se siente amenazado, destruye. Su locura no se cura con más miedo, solo se vuelve rabia ciega.
El búho, con sus ojos brillantes de luna llena, reflexionó en voz alta:
—Quizás debamos cambiar de táctica. Cuando los hombres sienten que alguien los necesita, a veces se les despierta un pedacito de compasión. Tal vez lo que falte no sea un ataque… sino un mensaje.
—Un mensaje claro, que les llegue directo —dijo el elefante—. Si entienden que al matarnos, se matan también a ellos, quizás se detengan. Aunque sea por interés propio.
—Con violencia no los haremos pensar —agregó la tortuga con su acostumbrada lentitud—. Pero con señales… tal vez logremos que miren al cielo con otros ojos.
Así que se organizó el plan más ambicioso jamás ideado por bestia alguna.
Las aves de todas las especies volarían en formación, dibujando en el cielo símbolos de paz, unión y equilibrio. Gansos, patos, garzas, palomas y hasta zopilotes aprendieron a coordinarse como si fueran pinceles de aire.
Mientras tanto, desde la selva, los monos golpeaban troncos, los jaguares rugían al unísono y los grillos entonaban su más agudo canto. La selva entera se convirtió en un clamor viviente: no de guerra, sino de advertencia.
Y aunque muchos humanos no entendieron nada, algunos alzaron la mirada, otros grabaron con sus teléfonos y unos pocos… comenzaron a reflexionar.
Porque a veces, las palabras no bastan. Y otras veces, los animales hacen lo que los hombres olvidaron: actuar en conjunto, no solo hablar bonito.
Moraleja:
Los animales enseñan que la verdadera inteligencia se demuestra con hechos, no con discursos pulidos.
JuanAntonio Saucedo Pimentel
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