**El joven valiente y la luz robada**
*(Una historia para soñadores despiertos y rebeldes con causa)*
Había una vez —y quizás aún existe— un pueblo llamado **Villaluz**, tan bonito que parecía sacado de un cuadro antiguo. Casas de piedra y madera bien tallada, calles empedradas que olían a tierra mojada, huertos cargados de manzanas y cerezas, y niños correteando entre gallinas y gatos curiosos. Los vecinos eran gente trabajadora: albañiles, panaderos, carpinteros, tejedoras, agricultores… cada uno hacía su parte, sin lujos ni grandes riquezas, pero con comida caliente, risas compartidas y sueños sencillos.
Un día llegó un personaje extraño. Largo abrigo oscuro, sombrero puntiagudo y mirada de quien piensa que el mundo le debe algo. Se presentó como **el Gran Hechicero Zareth**, aunque nadie le había invitado. Aunque parecía inofensivo al principio (con su bastón brillante y su perro negro que no ladraba, solo observaba), pronto mostró sus verdaderas intenciones.
Con un solo movimiento de su mano, **la oscuridad cayó sobre Villaluz**. No era una noche normal, ni siquiera una tormenta. Era una oscuridad espesa, pesada, como si hasta las estrellas se hubieran escondido avergonzadas. Las velas no prendían, los faroles se apagaban solos y hasta los sueños de los niños se llenaron de sombras.
Zareth subió al techo de la iglesia (sin pedir permiso, claro) y gritó:
—¡He encerrado la luz en una lámpara mágica! Si quieren volver a ver el sol, tendrán que pagarme mil monedas de oro. ¡Ni una menos!
Como puedes imaginar, todo el pueblo entró en pánico. Algunos comenzaron a buscar cualquier objeto de oro que tuvieran: collares viejos, anillos oxidados, incluso el mango de una cuchara que había pertenecido al bisabuelo.
Pero entonces apareció **Lucas**, un muchacho de diecisiete años, hijo de un zapatero y una costurera. Alto, despeinado, con cara de quien siempre está pensando en otra cosa, Lucas no era ningún héroe de leyenda. Pero sí era alguien que no tragaba con facilidad las mentiras, especialmente cuando venían disfrazadas de magia.
—¿Mil monedas de oro? ¿Y quién tiene eso aquí? —dijo Lucas, cruzándose de brazos—. Además, ¿por qué tenemos que pagarle a este tipo por algo que ya era nuestro?
La gente lo miró como si estuviera loco. Pero él no se quedó quieto. Decidió actuar. Sin armadura, sin caballo, sin magia… solo con coraje y un plan algo descabellado.
Armado con ramas de menta silvestre y leña verde, Lucas quemó una fogata que soltó un humo tan espeso que hizo toser hasta al viento. Ese humo ahuyentó a los guardianes del hechicero: dos criaturas medio bestia, medio sombra que gruñían como perros rabiosos.
Entró sigilosamente a la cueva donde Zareth dormía, roncando como un oso borracho. Y allí, en una mesa de piedra, vio una pequeña lámpara brillante. Dentro de ella, la luz danzaba como un fuego fatuo, atrapada y asustada.
Lucas tomó la lámpara, la abrió con cuidado y liberó la luz. Fue como si el sol hubiera despertado de un largo sueño. La luz salió disparada, iluminó el bosque, las calles, las ventanas... ¡Hasta el techo de la iglesia volvió a verse!
Cuando los aldeanos sintieron el calor del sol otra vez, se unieron. Con palos, horcas y una buena dosis de indignación, fueron tras el hechicero. Este, al darse cuenta de que su plan había fallado, intentó escapar montado en una especie de murciélago gigante, pero no llegó muy lejos. El último recuerdo que tienen de él es el de un hombre gritando:
—¡Esto no se queda así! ¡Yo soy poderoso!
—Sí, claro —dijo Lucas desde el suelo—. Pero **no eres más fuerte que la gente unida y cansada de mentiras**.
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### **Moraleja para jóvenes rebeldes:**
A veces, hay personas que usan el temor como herramienta para tener poder. Te hacen creer que no puedes hacer nada, que debes obedecer, que no tienes opción. Pero la verdad es otra: **cuando unimos fuerzas y actuamos con valentía, podemos enfrentar hasta al más oscuro de los males**.
Los habitantes de Villaluz no tenían oro, ni magia, ni ejércitos. Pero tenían algo mucho más poderoso: **un pueblo construido con amor, manos trabajadoras y corazones firmes**.
Así que recuerda:
- **No temas a quien usa el miedo como arma.**
- **Confía en ti mismo, incluso si otros dudan.**
- **Busca soluciones, no solo victimismos.**
- **Y si ves injusticia, haz lo que haga falta… aunque sea con humo de menta y un poco de ingenio.**
Porque la luz, amigos míos, nunca se va para siempre. Solo espera a que alguien la rescate.
JuanAntonio Saucedo Pimentel con Qwen
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