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sábado, 8 de noviembre de 2025

seguridad para que ustedes disfruten



“Seguridad Total”


La seguridad en los eventos es cosa seria… o al menos eso decimos los que vivimos de mantener el orden en medio del caos. Gracias a eso, mi agencia ha tenido un éxito que va en ascenso.

Uno de esos tantos días nos contrataron para garantizar el orden y la seguridad en una de las grandes mansiones de la ciudad, donde se celebraría una boda de esas que salen en las revistas de sociales.


Antes de presentar la propuesta de costos, fui a conocer el lugar.

El estacionamiento tenía espacio para más de veinte autos, los jardines parecían un zoológico particular: pavos reales paseando con elegancia, venados masticando el césped y otros animales que se comportaban como si aquello fuera su hábitat natural.

Había canchas de tenis, una alberca al aire libre, otra techada junto al gimnasio, una sala de boliche, juegos de mesa, un salón principal para trescientas personas, diez por mesa, y un escenario para la orquesta.

También contaban con una sala de reuniones con chimenea, dos comedores, cocina industrial, ocho recámaras con baño y vestidor. En resumen, un paraíso para los invitados… y un infierno logístico para quien debía mantener el control.


Calculé que necesitaríamos al menos veinte elementos para cubrir todo el terreno. Además, convoqué a los empleados de la casa: cinco mujeres y tres hombres. Les di instrucciones precisas sobre cómo debían comportarse y, sobre todo, cómo avisarnos si algo se salía de control.

Nada de gritos ni escándalos. Bastaba una señal discreta: rascarse la oreja, levantar la mano o encender una pequeña lámpara láser si estaban en el jardín.

Y claro, les aclaré algo esencial: jamás enfrentar ni molestar a los invitados.

Nosotros nos encargaríamos de todo, con la mayor discreción posible.


Como era de esperarse, la boda empezó con elegancia… y terminó con euforia.

La comida, el baile, las bebidas, más comida y más bebidas —esa fórmula infalible que transforma a los distinguidos invitados en criaturas impredecibles—.

Pronto comenzaron las señales por todos lados.

A unos los llevamos discretamente al gimnasio “a despejarse”.

A otros a la sala de chimenea “a reflexionar”.

Algunos fueron conducidos al salón de juegos “a liberar tensiones”.

Y las parejas más apasionadas… bueno, ya teníamos rincones designados para que dieran rienda suelta a su “energía”.


Fue una noche de mucho trabajo, pero cumplimos a la perfección.

El cliente quedó encantado, el pago llegó sin contratiempos, y además nos surgieron nuevas propuestas para futuros eventos.


La siguiente misión fue en el pueblo, durante las fiestas patronales.

El presidente municipal, que tenía más experiencia en desórdenes que en discursos, decidió contratar a mi agencia.

“Así evitamos que los policías se peleen con sus compadres”, me dijo. Y no le faltaba razón. Siempre hay resentimientos con la autoridad… sobre todo cuando abusa.


Por tratarse de un evento en la plaza principal, calculé que necesitaríamos al menos cuarenta elementos, además de cámaras y un centro de vigilancia digital.

Cada integrante fue colocado estratégicamente para detectar cualquier señal de desorden o inseguridad.


La fiesta comenzó en paz: familias completas disfrutando, música de banda, comida, y niños correteando con globos.

Pero conforme avanzaban las horas, la alegría fue subiendo de nivel —culpa de esos líquidos mágicos que apagan la vergüenza y encienden el valor—.

Las señales no tardaron en multiplicarse.


Sacábamos discretamente a los más problemáticos y los llevábamos a la comandancia cercana.

A otros, simplemente se les invitaba a retirarse.

Y para los que buscaban pelea, habilitamos el deportivo: ahí podían “resolver sus diferencias” bajo vigilancia y con reglas.

De hecho, de esa improvisada arena salieron dos buenos prospectos para competencias nacionales.


Todo terminó en calma. Ningún herido, ningún escándalo, y hasta el presidente nos felicitó por “mantener la paz en medio del desorden”.


Hoy la agencia sigue creciendo.

Estamos ampliando operaciones y preparándonos con tecnología de punta: inteligencia artificial, drones, cámaras personales de última generación.

Queremos ofrecer el mejor servicio… porque si algo hemos aprendido, es que ricos y pobres disfrutan —y padecen— de lo mismo.

Solo cambia el escenario: unos en mansiones con pavos reales, otros en plazas con gallinas, pero al final todos terminan bailando, discutiendo o enamorándose donde menos lo esperaban.


Y ahí estaremos nosotros: firmes, discretos… y riéndonos por dentro.

Porque si la seguridad es un arte, mantener el orden entre humanos felices es, sin duda, algo muy satisfactorio.

Nuestro lema es, PROTECCIÓN PARA QUIEN  SABE DISFRUTAR 

JuanAntonio Saucedo Pimentel 

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